La guerra de Ucrania va a acelerar el proceso de cambios de la globalización. Este proceso se encontraba ya en marcha antes de la pandemia. Se había empezado a hablar de nuevos conceptos e ideas como “desglobalización”, o pérdida de fuerza de las cadenas globales de valor. Pero la guerra de Ucrania está teniendo un enorme impacto a corto plazo en las relaciones económicas internacionales: afecta, en primer lugar, a las empresas en Ucrania y Rusia, y luego, los efectos en el abastecimiento de productos alimenticios y otras materias primas procedentes de ambos países.
La guerra ha afectado al transporte de mercancías entre Asia (en particular China) y Europa. Ucrania, Rusia y Bielorrusia son elementos clave en las redes de transporte euroasiáticas. El valor de los bienes transportados por ferrocarril entre China y Europa creció hasta 74.900 millones de dólares en 2021, frente a los 8.000 millones en 2016, y su participación en el comercio total entre China y Europa aumentó en esos cinco años del 1,5% al 8%. Los mayores costos de transporte alimentarán aún más las tensiones inflacionarias.
Por otra parte, las sanciones han creado incertidumbre, y están afectando negativamente a los flujos económicos internacionales. Y todo esto se produce en unos momentos de resurgimiento del Covid-19 en China, con sus consecuencias de confinamientos, paralización de actividad, cierre de puertos, etcétera.
¿Qué consecuencias sobre la globalización, a medio y largo plazo, puede tener la guerra? Una primera consecuencia es que el riesgo geopolítico va a adquirir un protagonismo mucho mayor, tanto por parte de los gobiernos como, sobre todo, por parte de las empresas. Lo que parecía impensable -una guerra en Europa- se ha hecho sin embargo realidad con la brutal invasión de Ucrania por Rusia.
La confianza, un factor fundamental en el comportamiento de los agentes económicos, se va a ver dañada, y ello repercutirá en las inversiones y en la actuación en general de los agentes económicos. Como condicionante geopolítico fundamental, la guerra va a consolidar la configuración de dos grandes bloques: un bloque occidental, y un bloque centrado en el eje Moscú-Pekín. China no ha condenado la invasión de Ucrania, lo que en alguna medida significa un apoyo implícito a la misma.
La guerra va a intensificar los cambios en las cadenas globales de valor mencionadas: acortamiento, regionalización, diversificación de suministradores. También acarreará importantes cambios en la estructura sectorial de las economías: se impulsará el gasto en defensa, energías renovables, ciberseguridad, transporte y logística.
Pero la guerra puede tener también un efecto importante sobre la geografía de las relaciones económicas internacionales. Es muy posible que en el futuro los países democráticos den prioridad a sus relaciones con países que tengan valores similares, que respeten las normas y los acuerdos. Y eso puede afectar a China, que ya ha contemplado en los últimos años un fuerte deterioro de su imagen internacional por su comportamiento autoritario, su política en Xinjiang y Hong Kong, sus violaciones de acuerdos internacionales (por ejemplo, a través de las sanciones económicas que aplica cuando un país actúa de una forma que no le gusta, en contra de las normas más básicas de la Organización Mundial de Comercio – OMC).
En los últimos tiempos ha aumentado notablemente la preocupación ante una posible invasión de Taiwan por China. Sería una acción que tendría consecuencias incalculables para la potencia asiática, pero una conjetura inevitable es que si Rusia ha actuado como ha actuado, también lo puede hacer China.
Una guerra entre China y Taiwan (y sin contemplar la posible intervención de EEUU, que abriría un escenario de imprevisibles consecuencias) tendría consecuencias muy graves para las empresas, entre las que destacaría tres: 1) La disrupción en las cadenas de suministro por la alteración de los canales de transporte que provocaría el conflicto bélico; 2) Los efectos de las sanciones que sin duda se aplicarían contra China en el caso de un ataque contra Taiwán; 3) El daño en imagen para las empresas que operen en el mercado chino.
Una actitud de recelo hacia China puede dar un impulso al desacoplamiento económico de este país en relación con el mundo occidental. El Financial Times se refería a los efectos que la guerra de Ucrania puede tener en un replanteamiento de la estrategia de las empresas, en relación con su presencia en el mercado chino, o su dependencia de suministros procedentes de éste, en un reciente artículo, con un título elocuente: “El comercio exterior con China necesita aprender las lecciones del éxodo ruso”. Según el FT, “la mayoría de los expertos en China cree que Pekín no tiene planes inminentes de seguir el ejemplo de Moscú con una invasión de Taiwan. Pero muchos expertos en Rusia también pensaban que Moscú no enviaría sus tanques a Ucrania. La lección de la invasión rusa no es solamente que lo impensable puede ocurrir, sino que las consecuencias pueden desarrollarse a una velocidad y escala que pocos habían imaginado posible”. Las empresas, y los gobiernos, deben anticiparse, y deben valorar estos escenarios.