La histeria anti-china

Por Juan Gabriel Tokatlian

La histeria anti-china

La histeria anti-soviética y anti-comunista que caracterizó el período de la Guerra Fría está hasta cierto punto viva y coleando hoy, con el ascenso de China. Esto es particularmente cierto respecto del sentimiento predominante entre la clase estratégica estadounidense respecto de América Latina. Tomemos, por ejemplo, el testimonio de la jefa del Comando Sur de EEUU, Laura Richardson, ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara y el Senado en marzo, cuando invocó la palabra “maligno” no menos de 24 veces. A menudo se refería a actores chinos sospechosos.

El enorme tamaño de la presencia en materia de seguridad de EEUU en la región –y, en comparación, la ínfima presencia de la de China– a menudo no se discute en Washington. Una mirada a las cifras sugiere que la idea de una amenaza militar china inminente es exagerada y equivocada.

Podríamos comenzar examinando lo que algunos han llamado el “río de hierro” de armas. Según el informe del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, el ranking de los mayores proveedores de armas a América del Sur entre 2019 y 2023 fue: Francia (23%), EEEUU (14%) y el Reino Unido (12%). Durante esos años, Rusia no suministró armas a Sudamérica. Un análisis de esto datos muestra que EEUU es la fuente del 94,9% de las adquisiciones de armas de la Argentina, el 93,4% de las adquiridas por Colombia, el 90,7% en el caso de México y el 82,7% en el de Brasil. Esto significa que las cuatro mayores economías de América Latina tienen a EEUU como su principal proveedor de armas.

En lo que respecta a la presencia geográfica, EEUU mantiene una gran presencia militar en la región a través de la Base Naval de Guantánamo, en Cuba, y la Base Soto Cano, en Honduras. El Comando Sur de EEUU es responsable de tres “lugares de seguridad cooperativa” en El Salvador, Aruba y Curazao. EEUU, por su parte, mantiene su Instituto de Cooperación en Seguridad del Hemisferio Occidental, que reemplazó a la controvertida Escuela de las Américas, donde se entrenaron fuerzas militares anticomunistas durante la Guerra Fría. Asimismo, las Guardias Nacionales de 18 estados más Puerto Rico y Washington DC tienen acuerdos con 24 naciones de América Latina. Mientras tanto, Washington ha designado a la Argentina (1998), Brasil (2019) y Colombia (2022) como aliados fuera de la OTAN. No ocurre nada similar con China o Rusia en América Latina.

China acordó con Argentina durante el gobierno de Cristina Fernández establecer una Estación Espacial Profunda en la provincia de Neuquén. El acuerdo significó la construcción de una instalación de seguimiento, comando y adquisición de datos, facilitada por una antena de espacio profundo. El gobierno de Mauricio Macri completó su construcción en 2017.

Otro dato son los vínculos de seguridad a través de sus flujos totales de dólares. Según el Congreso norteamericano, la ayuda estadounidense a la región revela el alcance del apoyo de Washington a los esfuerzos antidrogas en la zona a lo largo de los años. De 2010 a 2022, la financiación para la iniciativa caribeña ascendió a 832 millones de dólares, mientras que entre 2008 y 2020 la iniciativa centroamericana recibió 2.900 millones de dólares. Si bien no toda esa asistencia ha sido de naturaleza militar, del total de la asistencia estadounidense a América Latina para 2024 la financiación relacionada con la seguridad asciende al 26,6%. De ninguna manera China ha mostrado voluntad de brindar una asistencia tan amplia en cuestiones de seguridad, ni de involucrarse en ayudar a iniciativas antinarcóticos en la región.

También podemos ver la huella regional de EEUU a través de su influencia en alta mar. En 2020, la Marina de los EEUU anunció que el Comando de Fuerzas de la Flota pasaría a llamarse Flota del Atlántico. Y en 2008 la Armada restableció la Cuarta Flota, con competencia sobre el Caribe, América Central y del Sur. Desde 2020, la Guardia Costera estadounidense ha ampliado sus actividades en Centro y Sudamérica; Washington ha intensificado su despliegue naval como parte de los esfuerzos para combatir la pesca ilegal china. Si bien Beijing aspira a ser una potencia naval con alcance global, su presencia en América Latina es limitada.

La huella militar total de EEUU en la región es mucho más amplia, e incluye acuerdos de cooperación en torno a puertos, el sector aeroespacial y ríos interiores. No existen análogos chinos a estos acuerdos. Lo que queda claro, al observar este retrato, es que parece que China es muy cautelosa a la hora de ampliar su alcance militar en América Latina, probablemente porque sabe que eso podría causar tensiones con Washington. En cambio, se ha centrado en el compromiso económico de la zona, con el comercio, la inversión y las finanzas.

El compromiso económico regional de Beijing no ha impedido que Washington haga sonar la alarma sobre la supuesta proyección militar “maléfica” china. No es ningún secreto que hacerlo refuerza la justificación del propio gasto militar de Washington. De hecho, el Comando Sur ha solicitado un aumento presupuestario cercano al 50% para 2025.

La preeminencia militar de EEUU en América Latina es innegable. En la práctica, en materia de defensa y seguridad, Washington viene reafirmando y fortaleciendo su presencia en la zona. La proyección pragmática del poder económico de China ha logrado avances innegables. Pero la preponderancia de EEUU en el ámbito militar no se ha debilitado ni está cerca de ser reemplazada. Lo que es evidente es que la noción de una inminente amenaza militar china es exagerada y equivocada, especialmente cuando la proyección material de EEUU en la región es menos significativa y más retórica. A estas alturas es obvio que Estados Unidos ha superado militarmente a China en América Latina y Beijing está muy lejos de desplazar a Washington en cuestiones de defensa y seguridad regionales.

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