Lo táctico y estratégico en el plan Massa+

Por Eduardo Ingaramo

Lo táctico y estratégico en el plan Massa+

El Plan Guzmán evitó una primera explosión y pateó hacia delante la deuda contraída en el gobierno de Cambiemos, pero por falta de apoyo político (muchos dicen que el ex ministro mintió a los líderes del FdT), o por carencias profesionales en la gestión de ese plan, el funcionario se fue indecorosamente. Ahora, el Plan Massa+ recién empieza a mostrar lo que podría ser su diseño, evitando una segunda explosión. Especialmente en lo táctico y algunos indicios sobre lo estratégico.

Con el Banco Central exhausto de dólares disponibles, todas las acciones tácticas están orientadas a cumplir con los compromisos de emisión y acumulación de divisas firmados con el FMI.

Desde la administración de las importaciones; el control impositivo y cambiario de exportaciones e importaciones en conexidad con el lavado de activos en el extranjero; el encarecimiento del dólar turista, el dólar soja –y los que le siguen-, y el aumento de tasas a sus beneficiarios; los intercambios de información financiera masiva de residentes argentinos en Estados Unidos; la obtención de anticipos de retenciones del complejo agro-industrial; y el desembolso de préstamos ya otorgados por el Banco Mundial, el BID o la CAF, las decisiones se orientan a acumular divisas que impidan corridas cambiarias, lo que parece haberse logrado, al menos por ahora.

Cabe señalar que aún no se ha avanzado en la posibilidad de evitar las triangulaciones de las empresas argentinas (especialmente las internacionalizadas) y extranjeras (con sucursales o subsidiarias en el país) que abusan de la posibilidad de cancelar y/o pagarse intereses a sí mismas con los escasos dólares disponibles sustraídos a las pymes nacionales, mediante auto-préstamos que se calcula se han llevado unos 20.000 de los 33.000 millones obtenidos por la balanza comercial.

La reducción del déficit y el financiamiento al tesoro desde el BCRA vía reasignaciones presupuestarias –que muchos llaman ajuste-, el aumento de la recaudación fruto de la inflación y la recuperación de la actividad económica, así como la refinanciación de la deuda pública en pesos y la reducción de subsidios a la energía van limpiando de causas monetarias la inflación.

Sabemos que no necesariamente el déficit y la emisión aumentan los precios, pero luego de la pandemia y sus enormes incentivos fiscales comenzaron a verse sus efectos, que ahora deberán frenarse de modo que las expectativas, los costos (especialmente de la energía) y una espiral precios-salarios al menos deje de acelerarla y comience lentamente a disminuirla.

Así, lo táctico va dominando la agenda diaria.

En lo estratégico, recién esta semana comenzaron a mostrarse las cartas de un plan de largo plazo, en donde ni el dólar blue ni el riesgo país influyen mucho (aunque sí lo hacen en el mercado financiero internacional), ya que son inversiones en activos fijos que se inmovilizan por décadas, y que dependen del crecimiento o recesión en sus mercados que se predice para el futuro.

En ese plan, las reuniones con empresas petroleras de Estados Unidos en Houston (con gran experiencia en la extracción de hidrocarburos de yacimientos de esquistos), son una oferta al país del norte, mientras que en los yacimientos de litio compiten empresas yanquis y chinas, ya que cinco de las seis áreas ya licitadas fueron para los chinos.

En relación a China, se destaca en la agenda actual el programado viaje de Massa a oriente las próximas semanas, la adhesión argentina al proyecto de la Ruta y Franja de la Seda, así como el avance del financiamiento de las represas de Santa Cruz y la construcción y financiamiento de la cuarta central nuclear.

Por su parte, está el pedido argentino de inclusión en los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en donde tres de los cinco países son nuestros principales socios comerciales, es una clara señal de que el gobierno nacional no tomará partido en las disputas geopolíticas existentes.

Es evidente que este posicionamiento geopolítico es un consenso dentro del frente gobernante, aunque no cuenta con posiciones claras en la oposición, que aún no se expidió mínimamente en el tema, enfrascada como está en sus internas y en la oposición al FdT con vistas a las presidenciales de 2023, por lo que no es una política de estado.

Tampoco dice nada respecto del desarrollo más allá de las materias primas, lo que no sería posible en la relación con países imperialistas en este mundo multipolar, a los que sólo les preocupa el acceso a materias primas y el dominio financiero, comercial, tecnológico o cultural de países periféricos como el nuestro.

Más allá de las calificaciones –o descalificaciones- al personaje político de Massa, las expectativas que ha despertado en distintos actores con intereses contradictorios entre sí, respecto a que su liderazgo actual continúe y se fortalezca, depende de desprenderse de esas descalificaciones.

Mientras que su frente interno hoy parece sólido, los opositores con los que Massa se relacionó (como Gerardo Morales), se relaciona (los gobernadores) y, especialmente los actores económicos, tienen expectativas que seguramente no obtendrán totalmente, pero tampoco debieran quedar excluidos.

En el frente interno se ha reivindicado el compromiso de Massa en asumir la responsabilidad de estar “en el mejor lugar, pero en el peor momento”, mientras que los más críticos (como Juan Grabois) postergaron su anunciada ruptura con el frente tanto por algunas mínimas respuestas a sus representados, como por la consternación causada por el intento de homicidio a CFK, que claramente desplazó por ahora lo económico de la agenda dominante de los medios opositores, en donde ya no se habla de las diferencias en el FdT y deben dedicar su tiempo y espacio a las internas opositoras y las causas contra CFK.

Obviamente, la inflación sigue siendo el talón de Aquiles del Gobierno. Al respecto, existen varias interpretaciones sobre sus consecuencias en las próximas elecciones. Una de ellas afirma que, de continuar, el FdT no podrá ganar los comicios del año entrante, mientras otra señala que las percepciones son consecuencia no de la velocidad sino de su aceleración o desaceleración, así como el vértigo lo es.

Si es verdad la primera de ellas, la suerte ya está echada. Si, por el contrario, se confirma la segunda teoría todavía queda mucho camino por recorrer para evaluar sus posibilidades, así como la pandemia y la cuarentena parecían terribles y hoy parecen solo un mal sueño.

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