Sería ingenuo o presuntuoso pretender que antes de las PASO se conozcan los modelos que proponen los candidatos con más posibilidades, más allá de algunas coincidencias y variantes en las prioridades y modos, que pueden ser contradictorios en cada candidato que calla más de lo que explicita.
Los modelos son formas simplificadas de establecer prioridades, relaciones entre sectores –en donde el Estado interviene- y, sobre todo, cuáles son las restricciones que desde fuera nos son impuestas. Las restricciones, para todos, en nuestro país son bastantes claras y se refieren a los planes de los polos dominantes –EEUU, UE, China- respecto del rol de nuestro país como proveedor de materias primas sin demasiado valor agregado, en una división internacional del trabajo explícita o implícita, típica de las primeras décadas del siglo XX. En el debate electoral algunos parecen someterse a ese modelo extractivo de materias primas (minerales, hidrocarburos, suelos agrícolas), recurriendo al turismo receptivo, el emprendedurismo y servicios digitales (call centers) para las mayorías que queden fuera de él. Otros le suman un desarrollo industrial que sume valor agregado a las materias primas exportables, para lo que sería necesaria mucha inversión en plantas industriales que, en gran medida, deberían importarse en un país con escasez de divisas.
También algunos suman el desarrollo tecnológico incipiente, discontinuo, sólo posible a largo plazo y sin el imprescindible soporte del sistema educativo que no logra niveles de calidad masivos como se propusieron y lograron países que hoy lideran ese desarrollo. Por último, están los que agregan una perspectiva de desarrollo inclusivo, basado en las reivindicaciones progresistas de tierra, techo y trabajo para el mercado interno (una evolución social-cristiana del capitalismo); o la socialización y estatización de los medios de producción, en las izquierdas más radicalizadas.
Cada uno de estos modelos –extractivo, industrial, tecnológico o inclusivo- no son más que los que surgen de las cuatro olas de desarrollo histórico de la Humanidad, definidas por Alvin Toffler. Los cuatro modelos de desarrollo requieren de la disponibilidad de recursos que debieran obtenerse y ampliarse durante muchos mandatos.
Los modelos no son necesariamente excluyentes, aunque el modelo extractivo cercenaría las posibilidades de los modelos industrial, tecnológico e inclusivo. Mientras que estos tres pueden ser compatibles en distintas configuraciones.
Tras las PASO seguramente se revelará si ello es políticamente posible, sobre todo porque el país ha logrado que el FMI abdicara de su intención de intervenir en las próximas elecciones, sin que ello implique renunciar a su intención de facilitar la venta de activos a inversores extranjeros. Es de hacer notar que, en la Dictadura, como en los gobiernos de la Alianza y del macrismo, el financiamiento fue a través del endeudamiento.
En los 90 el financiamiento obtenido implicó la venta de las empresas estatales (“las joyas de la abuela”), y en la primera década del 2000 el auge de los precios de las materias primas se complementó con la venta a extranjeros de las empresas agroexportadoras y alimenticias nacionales golpeadas por la crisis, que produjeron un flujo positivo de inversión extranjera directa (IED).
En estos tiempos, los yacimientos mineros e hidrocarburíferos son las nuevas joyas, y más allá que requieren tecnologías e inversiones cuantiosas, algunos sospechan de la forma en que se otorgan las concesiones para exploración y explotación, amenazando el medio ambiente y las poblaciones, sin que queden claros los beneficios.
Es de desear que en esta década el financiamiento no dependa de la venta a extranjeros de tierras cultivables, aunque ninguno de los candidatos se ha expresado al respecto y por supuesto no han garantizado que eso no ocurra, especialmente porque hoy su venta a extranjeros está vedada legalmente –lo que podría cambiar con un decreto-, por lo que esas tierras valen hoy menos del 50% (en dólares) de lo que cuestan sus equivalentes en Paraguay, Brasil o Uruguay.
Así, es clave que los ciudadanos sepamos identificar los modelos de desarrollo implícitos en las afirmaciones de los precandidatos y, quizás, en aquello que no dicen u ocultan:
Si reitera las perspectivas de exportación de materias primas, sin que se preserve parte de esos recursos para una transformación industrial local o la transformación de granos en insumos y productos finales –aceites, biocombustibles, harinas, carnes bovinas, porcinas y aviares- sabremos que el modelo es extractivista.
Si se preservan cupos para su industrialización local o se establecen retenciones menores a los productos elaborados, el modelo es industrialista; si se proponen aumentar la inversión en investigación tecnológica (aeroespacial, biotecnológica, nuclear, de telecomunicaciones, software) que permiten desarrollo de nuevos productos, pero también en tecnologías de proceso que acompañan a los productores en la incorporación tecnológica a sus explotaciones, el modelo es tecnológico.
Por último, si lo que se plantea es el desarrollo de pequeñas explotaciones para el mercado interno, la prestación de servicios de cuidado personal e institucional, o el establecimiento de redes de compra y abastecimiento de bienes de consumo a consumidores finales o a pequeñas empresas, procurando acortar y simplificar las cadenas de abastecimiento, el modelo es inclusivo.
Es evidente que todos ellos, y especialmente los tres últimos (que se apoyan y potencian en el primero) son importantes para que genere un círculo virtuoso, en el que aumente el producto neto geográfico, que mide la generación de riqueza económica y una mejor distribución del ingreso y la riqueza, sobre todo aquella que se capitaliza en dinero, inversión en infraestructura, viviendas, educación, salud, conocimientos, relaciones sociales y preservación de los recursos ambientales disponibles.