Los ODS y el pacto para el futuro

por Eduardo Ingaramo

Los ODS y el pacto para el futuro

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) también denominados Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) (2000), la Agenda 2030 (2015) y el reciente Pacto para el Futuro son los documentos más importantes de las Naciones Unidas, que establecieron una agenda de los temas de gobierno.

Todos ellos, son una agenda de temas que no determinan el modo en que cada país la llevará adelante, por lo que la adhesión a ellos no implicó nunca un sesgo ideológico, como afirmó nuestro Presidente en la Asamblea Anual de la ONU.

De hecho, entre los firmantes hay una gran diversidad de gobiernos de todas las características, ideologías y culturas, que en cada caso han avanzado o no a su manera.

Como siempre, hay sectores que pretenden influir en el modo de llevarlos adelante y en algunos casos imponen condiciones a otros países en sus propias legislaciones para acceder a sus mercados y tecnologías. Pero eso no solo no es parte de ellos, sino que los contradice al ignorar el Objetivo ocho de los ODS/ODM.

Los ODS/ODM fueron ocho, que incluyeron la erradicación de la pobreza, la educación primaria universal, la igualdad entre los géneros, la mortalidad infantil y materna, el avance del VIH/sida, el sustento del medio ambiente y “fomentar una asociación mundial para el desarrollo”.

En cada uno de ellos existían metas cuantitativas a lograr e indicadores de medición –lo que permitía su evaluación- y en el Objetivo ocho se establecían seis metas cualitativas. 1) Desarrollar más un sistema comercial y financiero abierto, basado en normas, previsible y no discriminatorio. 2) Atender las necesidades especiales de los países menos adelantados. 3) Atender las necesidades especiales de los países en desarrollo sin litoral y los pequeños estados insulares. 4) Encarar de manera integral los problemas de la deuda de los países en desarrollo con medidas nacionales e internacionales para que la deuda sea sostenible a largo plazo. 5) En cooperación con las empresas farmacéuticas, proporcionar acceso a los medicamentos esenciales en los países en desarrollo a precios accesibles. 6) En cooperación con el sector privado, dar acceso a los beneficios de las nuevas tecnologías, especialmente las de la información y las comunicaciones.

En 2015 se evaluó su avance que determinó avances parciales y con la Agenda 2030 los ODS se ampliaron a 17, incluyendo 167 metas, que nuevamente por si cabe reiterarlo, nada dice de cómo lograrlo, o sea con inversión pública, privada, con instituciones civiles, en gobiernos comunistas, liberales o monárquicos. Además los países pueden priorizar unos u otros en sus planes y legislaciones.

Por eso no resulta extraño que los ODS/ODM fueran suscritos por 189 países y la Agenda 2030 por 193 países.

No habiendo logrado plenamente los Objetivos del Milenio y anticipándose que tampoco se lograrán los de la Agenda 2030, podría decirse desde una visión exitista, que “fracasó”. Sin embargo, con ellos quedan claro quiénes y cuánto fracasaron los países, que son soberanos en sus decisiones.

El Pacto para el Futuro recientemente suscrito es un documento de la ONU que establece una visión y plan de acción para abordar desafíos globales, centrándose en cinco áreas principales: 1) desarrollo sostenible; 2) paz y seguridad internacional; 3) ciencia y tecnología; 4) juventud y generaciones futuras y 5) transformación de la gobernanza mundial. Allí incluye 56 acciones recomendadas para enfrentar «los mayores desafíos de nuestra época», como el mantenimiento de la paz, el cambio climático, la igualdad de género, la lucha contra el terrorismo y las potenciales amenazas de la Inteligencia Artificial.

Además incluye un Pacto Digital Global, que propone reforzar la cooperación internacional para eliminar las brechas digitales, ampliar la «inclusión en la economía digital» y «mitigar los riesgos» de las tecnologías emergentes.

Y también incorpora la Declaración sobre las Generaciones Futuras, para «promover la solidaridad intergeneracional, la justicia y la equidad», para «salvaguardar las necesidades y los intereses de las generaciones futuras».

El Pacto fue votado por 143 países, rechazado por siete (Rusia, Irán y Nicaragua entre otros), se abstuvieron 15 (Cuba, Bolivia e Irak, entre otros), y Argentina no participó de la votación junto a Afganistán, Brunei, Burkina Faso, República Centroafricana, Chad, El Salvador, Haití y Venezuela, entre otros.

La canciller Diana Mondino fundamentó el “no voto” en la disidencia respecto de «la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas”; tampoco acuerda con la mayoría de los países en las acciones referidas al cambio climático, ya que no coincide en que «los seres humanos dañamos el planeta y que debe ser protegido a toda costa», según planteó Javier Milei en el Foro de Davos, a principio de año.

Ahora agregó que «lo más cruel de la agenda ambiental es que los países ricos, que se hicieron explotando legítimamente sus recursos naturales, ahora pretenden expiar sus culpas castigando a los países más pobres e impidiéndoles desarrollar sus economías por un presunto crimen que no cometieron».

También rechaza la perspectiva de género del Pacto Digital y no acuerda con el Objetivo tercero, que es “fomentar un espacio digital inclusivo, abierto y seguro que respete, proteja y promueva los derechos humanos”.

Es que allí se plantea la necesidad de «abordar urgentemente» y adoptar “estrictas medidas” contra “todas las formas de discurso de odio y discriminación, las informaciones erróneas y la desinformación, el ciber acoso y la explotación y los abusos sexuales de menores”, así como para proteger “la privacidad y la libertad de expresión” y reclama a los países firmantes que se abstengan de “imponer cierres de Internet y medidas contra el acceso a Internet”.

Más allá del dogmatismo ideológico del actual gobierno nacional, lo sustancial es que se divorcia de los principales países a los que dice admirar y coincide con los que dice despreciar. Además de generar muchas dudas en las empresas con sedes en los países que impulsaron el Pacto, que pretende inviertan en el nuestro para lo cual debieran divorciar sus estrategias de sostenibilidad con sus sedes y principales mercados.

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