¿Mauricio hará tronar el escarmiento?

Por Pedro D. Allende

¿Mauricio hará tronar el escarmiento?

Hallo paralelismo en la experiencia de vida de Carlos III de Inglaterra y Mauricio Macri. Un Plutarco contemporáneo podría haber integrado en binomio, la cronología de ambos. Hijos mayores en un tiempo bisagra, atrapados como vórtice al encontrarse las antiguas tradiciones que empujan por pervivir a su costa, con las más modernas tendencias socio-familiares. Herederos a su modo y en sus circunstancias, de un testimonio que a veces es techo opresor y a veces plataforma majestuosa. Varones codiciados (solteros o casados) conocidos por picaflores, pero también por querendones. Desdeñados como emprendedores, pero inequívocamente ricos y no sólo por el mero rendimiento de los patrimonios recibidos. A menudo señalados como sin ingenio por determinados sectores de las élites (y también por una ciudadanía que no siempre los ha conocido a pleno), pero dueños de un éxito innegable: económico, social, político. Hombres de mundo que, como figuras públicas, supieron de tempestades y días fastos. Personas que no sin esfuerzo individual, favorecidas pero también luchando contra las presiones de sus mayores y las suyas propias, se hicieron de un capítulo en la historia cuyo punto final quizá aún no ha sido escrito.

A ese Mauricio dueño -como el ex Príncipe de Gales- de un legado, el círculo rojo cordobés le profesa lealtad, atenta al simbolismo que su derrotero personal, su arraigo de clase, su rol en el destino nacional, ha establecido. Quizá como las visitas que cada tanto el rey británico dedica a Poundbury -un sueño personal en “su” ducado de Cornwall-, las “bajadas” del ingeniero al edificio de calle Rosario de Santa Fe que oficia de imponente sede de la Bolsa de Comercio local, son siempre un motivo para recrear el vínculo entre el referente y sus leales conmilitones.

Esta vez, no importó tanto la “bendición” que con Macri al lado, los empresarios cordobeses prodigaron a Luis Juez (el senador lució incómodo pero resignado a una suerte de besamanos invertido); fue más relevante el enojo de Mauricio frente a los sucesos que, en Buenos Aires, tienen como protagonista principal a Horacio Rodríguez Larreta y en un rol de reparto (transitorio aunque en momento de central aparición por estos días) a Juan Schiaretti.

Todos los consultados coinciden. Algo más cuidado en las formas públicas (donde disolvió como pudo su fastidio entre ironías y mensajes con carambolas), tras bambalinas no tuvo filtros para fustigar el rumbo trazado por Horacio Rodríguez Larreta hacia las PASO de agosto. Encontrándolo al servicio de la causa de Patricia Bullrich, sus interlocutores se preocuparon por el ánimo del expresidente, al que calificaron respetuosamente de “pendular”. En su anterior visita, dicen, se lo percibía mustio por el renunciamiento a la candidatura; en esta, encolerizado por haberla materializado, considerando Mauricio -según las versiones-, que semejante deterioro de Juntos por el Cambio no se habría producido de mantenerse él entre los presidenciables (y probablemente sus chances de ganar, estuvieran firmes de haber sostenido la postulación, según su razonamiento).

Macri es uno de los pocos dirigentes porteños que conoce en profundidad el mapa político cordobés. Dicen los testigos que se habló de las elecciones municipales (donde se van produciendo aparentes sorpresas aisladas, que no son tales si se las analiza con fineza) como también ocupó algún espacio -obviamente- la presentación del candidato Juez. Dominando la escena, empero, la tirria macrista contra su ex delfín, amplificada indisimuladamente (amojonando caminos hacia futuro, entendieron todos).

Dicen cerca de Mauricio que podría esperarse de Horacio, en las próximas semanas, todo tipo de conductas (estaría empeñado en llegar a la Rosada “a como dé lugar” según sus críticos), incluso mediante algún formato de separatismo electoral (que Larreta debió negar en los principales medios de CABA) para el cual se estarían sondeando sellos disponibles. Hipótesis que parece descabellada pero que algunos enfatizan probable -en serio lo digo- a la que podría sumarse según los informantes el propio Lousteau en Capital, para evitar enfrentarse a Jorge Macri.

Pese a todo, trasuntaría en el ingeniero una confianza: Larreta y el peronismo quedarán en el camino y será la Presidencia para su pupila Patricia o para Javier Milei. En cualquier caso, tratándose de dirigentes sin equipos propios, subyace una convicción en el nacido en Tandil según sus exégetas: los gabinetes podrían utilizar parte de aquel “mejor equipo de los últimos 50 años” con el cual Cambiemos gobernó entre 2015 y 2019 (o de su remanente tras las diversas zarandas a las que por la acción del tiempo fue sometido).

Ese Macri que, como Carlos III en el Reino Unido, aunque criticado en rigor de verdad casi no tiene contrafiguras con su currículum; ese ex presidente que se sabe envidiado por la camarilla de empresarios (también despectiva frente a su padre Franco) que perjudicando la unidad de Juntos por el Cambio habría oficiado de celestino entre Schiaretti y el larretismo, tratando de dar vida al tardío e incierto “frente de frentes” alentado nuestro gobernador (en el cual la primera víctima fue el grupo propio, corriéndose Urtubey); ese Mauricio que tiene mucho para mostrar frente a reservorios conservadores de influencia mucho más determinante en dictaduras que en democracia, por haber sido capaz de construir legitimidad desde la sociedad civil, luego fundando un partido de derechas al que pudo darle cariz nacional y mayoritario en 2015; ese hijo mayor que siempre debió luchar contra las desconfianzas al que nadie puede quitarle lo bailado; ese jugador de bridge irremediablemente competitivo y atento a las próximas jugadas, dejó en claro tras su paso por Córdoba que se encuentra profundamente decepcionado ante la actuación de su discípulo Horacio.

Y que, al mejor estilo del último Perón, está dispuesto con las pocas o muchas (según se lo mire) armas que le quedan, a hacer “tronar el escarmiento”.

¿Y Schiaretti? “El gringo jugó su carta, hizo espuma, pero no pasa de ahí y en unos días quedará claro que metió la pata”, señalan los hermeneutas del pensamiento macrista. ¿Hablan por el jefe? No lo sabemos.

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