¿Qué crece cuando crecen los Brics?

Por Javier Tolcachier

¿Qué crece cuando crecen los Brics?

En su reciente XV Cumbre en Johannesburgo, el bloque económico anunció la incorporación de seis nuevos países, entre ellos, Argentina. Más de 40 países habían señalado su intención de sumarse, y 23 han postulado formalmente a su incorporación. Fundado en 2009 y ampliado con Sudáfrica en 2010, Brics acomete ahora una etapa de expansión que amerita comprensión en cuanto a su impacto geopolítico, pero también social e histórico.

Uno de los interrogantes, que podría indicar el derrotero de esta asociación que ya agrupa al 46% de la población mundial, es el criterio por el que se han elegido los nuevos miembros y la posible proyección de nuevas admisiones.

No hay duda que, entre las prioridades consideradas por los gobiernos están las posibilidades de fortalecimiento de las economías que, en conjunto, sumarán alrededor del 36% del PBI global. Un punto esencial es la intención de prescindir del dólar estadounidense en el comercio bilateral. El alcance de esta medida, sumada a la posibilidad en estudio de una divisa de intercambios compuesta por una canasta de monedas denominada R5 (por las iniciales de las denominaciones nacionales: real, rublo, rupia, renminbí (yuan) y rand), constituye un desafío a la hegemonía monetaria establecida tras los acuerdos de Bretton Woods.

Para ofrecer alternativas en este sentido los Bris han creado el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) con sede en Shanghái, colocando a Dilma Rousseff como su presidenta. Desde la perspectiva del interés de desarrollo económico, la ampliación contempla la posibilidad de garantizar el acceso a fuentes de energía. Por otra parte, al ser China la economía más grande del grupo y uno de los principales propulsores de la ampliación de los Brics, estos pasos deben analizarse en paralelo a la concreción de los proyectos de infraestructura contenidos en la Iniciativa de la Franja y de la Ruta.

Esta iniciativa, que ya cumple 10 años desde que Xi Jinping la anunciara, ha concitado a la fecha el interés de 155 países, que en diversas formas se han asociado o la apoyan. Se trata de un gigantesco proyecto de infraestructura que pretende compensar los déficits de conexión que dificultan el comercio multilateral. Trazada sobre las antiguas rutas comerciales que recorrieran por tierra las caravanas a través de la Ruta de la Seda, contempla la construcción o mejoramiento de puertos, ferrocarriles, rutas, enclaves industriales, incluyendo fuentes de abastecimiento de agua y energía y conectividad digital en muchos países del Sur global, cuya carencia torpedea sus posibilidades de intercambio de productos y servicios.

De fundamental importancia en estos tiempos de rediseño del mapa geopolítico global y una evidente transición a la multipolaridad, es notar que ninguno de los nuevos miembros de los Brics pertenece a la OTAN.

Argentina, por su parte, ha sido junto a Brasil bajo los gobiernos progresistas un importante motor de instancias de integración regional soberanas como UNASUR o CELAC, lo que fortalece el signo multipolar y opuesto a la pretendida exclusividad de dominio estadounidense o eurocentrista sobre América Latina. Y Argentina ha sido, con Egipto, país fundador del Movimiento de No Alineados, un defensor histórico de un mayor equilibrio en la gobernanza global. Justamente, la ampliación obedece en gran parte a la imperiosa necesidad de reformular el funcionamiento de instituciones internacionales, como la ONU, cooptadas en la práctica por el peso que continúan teniendo los EEUU.

La apropiación imperial de los últimos siglos ha impuesto modelos de neto corte occidental, sometiendo a los pueblos a una relativización o incluso negación del aporte de sus culturas al proceso humano. La conformación y expansión de un bloque de países de raíces culturales diversas como los Brics configuran no sólo una reacción al continuismo neocolonial en términos económicos y políticos, sino también la elevación de otros moldes de pensamiento y conducta a un nivel de paridad, fortaleciendo así la diversidad.

La mundialización en curso, entendida como proceso hacia el cual tienden a converger las diferentes culturas sin perder por esto su estilo de vida y su identidad[1], es muy diferente a la globalización, corriente homogeneizadora impulsada por el imperialismo, los grupos financieros y la banca internacional. Desde la perspectiva mundializadora, es coherente la aparición de nucleamientos como los Brics e instituciones asociadas que permitan una interacción formal y actúen a su vez como foro de interlocución y polo influyente a escala global.

A todas luces, el nuevo alcance de esta asociación emergente de una reacción cultural global a los intentos de uniformizar el mundo según las apetencias corporativas occidentales, supone una apertura importante a distintas posibilidades de autonomía relativa y relación entre los pueblos, sin mediaciones paternalistas.

A nadie escapan las características autoritarias y fuertemente identitarias de los gobiernos que conforman los Brics, características que han servido a Occidente para denostarlos como regímenes poco o nada democráticos.

Más allá de que Argentina sostiene una democracia al estilo liberal desde 1983 y Etiopía, cuyo proceso de democratización es muy reciente, los demás nuevos socios no parecen escapar al esquema de fuerte rechazo y represión a todo tipo de disidencia interna. Las transformaciones de los últimos años, la asfixia sistémica y la falta de consulta a los pueblos sobre sus aspiraciones profundas influyen poderosamente, llevando a muchos a identificarse con actitudes reaccionarias o a afirmarse en la diferencia, como es el caso de los nacionalismos o el fundamentalismo religioso. Mucho más, si ven que, más allá de estos rasgos, la situación social en algunos lugares, como en China, ha mejorado para millones de personas.

Y en cuanto a espíritu antidemocrático se refiere, cabe señalar que ninguno de los críticos gobiernos occidentales le va en zaga a los Brics, ya que la acumulación de poder en manos de grandes corporaciones y fondos de inversión, impide que las votaciones sean calificadas como reales elecciones de los pueblos, posibilitando verdaderas alternativas sistémicas.

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