¿Quién ganara esta guerra?

Por Eduardo Ingaramo

¿Quién ganara esta guerra?

La historia reciente de la segunda Guerra Mundial (2GM) dice que EEUU ganó por no tener daño directo, y, sobre todo, por haber impuesto al final de ella al dólar como moneda de cambio internacional. Si fuera así, China podría ser la ganadora, en lo financiero, de la actual guerra en Europa. Si se descarta una guerra nuclear (por la destrucción mutua garantizada, en la que nadie ganaría), así sería si logra imponer o compartir el liderazgo de su moneda como moneda de reserva y cambio internacional junto al dólar. Veamos si es posible, cómo ocurriría y qué consecuencias tendría para nosotros.

En la primera Guerra Mundial (1GM), con las enormes deudas asumidas por Europa por las compras de armas a EEUU, que ingresó a ella solo un año antes de su fin, y los enormes resarcimientos impuestos a Alemania, EEUU salió ganando, aunque no pudo evitar la crisis del año 30, y se incubó el nacionalsocialismo, que dio lugar a la 2GM.

Desde 2008, con la crisis de las hipotecas subprime y Lehman Brothers, en la que se produjo una enorme emisión de dinero para salvar a los bancos que habían invertido mucho en ellas y estaban al punto de la quiebra, muchos financistas comenzaron a afirmar que EEUU estaba engendrando una nueva crisis.

Con la nueva emisión por la pandemia y la recesión de las cuarentenas, hoy la nueva crisis parece inminente.

Es que esa emisión descontrolada –que financia el 30% del presupuesto estatal del gobierno estadounidense- en pocas manos, los capitales financieros deambulan buscando inversiones seguras, que no encuentran y el aumento de precios resultante, empobrece a los ciudadanos con ingresos fijos de todo el mundo.

Los capitales han ido de inversiones en empresas tecnológicas, a criptomonedas –ambas ya cayeron luego de grandes subas-, a comodities –petróleo, gas, granos- que están logrando sus máximos históricos, y al oro, que ha comenzado a aumentar luego del salto de 2010 (de 1.200 a 1.800 US$ por onza).

Mientras tanto, China ha instalado su yuan digital en sus fronteras y está listo –con varios años de ventaja- para que sea la vía de escape de un dólar devaluado como moneda de reserva, y en el comercio mundial con su Sistema de Pagos Internacional (CIPS), capaz de sortear las sanciones del sistema SWIFT occidental.

Así, China, que controla gran parte del comercio mundial –es el mayor socio comercial de EEUU, la UE y gran parte del mundo-, con su sistema de pagos libre de sanciones y la condición de moneda de reserva los Bancos Centrales –ya lo es por el Acuerdo de Basilea (2016)- junto al dólar estadounidense, la libra esterlina, el yen japonés y el Euro, podría disputarle con éxito ese monopolio estadounidense.

Este proceso no será inmediato, pero puede acelerarse mucho si las empresas y sus bancos no encuentran otro modo de sortear las sanciones económicas de EEUU, que reparte por todo el mundo afectando también a las empresas propias y de sus aliados.

No obstante, China está muy lejos de poder compararse con EEUU en el campo militar –invierte mucho menos y no tiene casi bases en el extranjero, contra las casi 900 que tiene EEUU-; o en el cultural, donde el inglés es dominante inclusive en China y los países periféricos como idioma de los negocios, y la maquinaria mediática de EEUU, incluido Hollywood y las plataformas de streaming, son líderes absolutos. Y son parte de la guerra cognitiva que plantea la OTAN y Occidente.

Por ello, en esta guerra híbrida, la guerra comercial y tecnológica viene desarrollándose hace varios años, la militar se está desarrollando ahora en Ucrania como consecuencia del enfrentamiento entre la OTAN y Rusia, y podría extenderse al sudeste asiático en un futuro no muy lejano; en este marco, la guerra financiera está comenzando con pronósticos negativos para Occidente y positivos para China, y las guerras cognitivas y culturales favorecen claramente a la cultura occidental.

La Unión Europea será, seguramente, el polo con más pérdidas en lo comercial –por las sanciones a Rusia y China-; tecnológico –por el miedo a China-; militar –por la guerra en Ucrania-; financiero –por la decadencia del Euro-; y cognitivo y cultural –por su diversidad interna, que la expone a falta de consensos en sus países, divisiones y decisiones poco coherentes del bloque en temas comerciales, tecnológicos, de seguridad, militares y geopolíticos-.

Rusia, si no logra apoyo de China (que no sería gratis) sufrirá en lo comercial, tecnológico, financiero y cultural, y en el mejor de los casos se refugiará en su poder militar, a la espera de que, luego de esta invasión, la UE reconozca que no puede ser grande sin Rusia, o, peor aún, contra Rusia. Algo difícil a corto plazo (salvo que Putin desaparezca).

Mientras tanto, los países periféricos deberán navegar en ese mar embravecido, procurando aprovechar las situaciones de esta transición hacia un mundo reconfigurado en sus diversas dimensiones, evitando tomar partido por alguno de los polos en disputa. Por ejemplo, nuestro país puede aprovechar la transición del dominio absoluto del dólar en el comercio internacional, que está a punto de compartirlo con el yuan chino, para que su deuda se reduzca en términos de PBI y exportaciones por la inflación internacional de los precios de los comodities, algo que poco o nada se menciona en estos días de debate del acuerdo con el FMI. Eso dependerá de los consensos internos que nos permitan navegar los conflictos resultantes de esta inestabilidad del contexto internacional, que parecen no tener en cuenta estas miradas amplias y de largo plazo y solo observan lo cercano e inmediato.

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