El 2021 empezó con gran expectativa en materia de lucha contra el cambio climático con la vuelta a la mesa de negociación internacional de un jugador clave como Estados Unidos y la preparación de una conferencia impulsada por la ONU (COP26), que se anticipaba histórica por la posibilidad de una transición verde tras la pausa a la que obligó la pandemia.
Sin embargo, los magros resultados de esa cumbre y los pronósticos poco optimistas de los investigadores dejan entrever cada vez con mayor claridad que la solución para revertir la crisis climática está aún muy lejos.
En agosto, el Panel de Control Internacional sobre Cambio Climático (IPCC) publicó un informe contundente en el que consideró como algo «inequívoco» que la humanidad ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra» provocando «cambios generalizados y rápidos» en el planeta.
Las consecuencias de estos cambios en el ambiente son el aumento de la temperatura media y los fenómenos meteorológicos extremos como las olas de calor y las lluvias torrenciales. También las sequías y los incendios que este año se hicieron sentir en la Argentina con la bajante histórica del río Paraná y los incendios en Córdoba y otras provincias.
El estudio subrayó que a este ritmo no se alcanzará el objetivo del Acuerdo de París de evitar que la temperatura supere los 2º C y se ubique idealmente en 1,5º C sino que para fin de siglo se llegaría a un incremento de 4,4º C.
A su vez, la coalición de análisis climático Climate Action Tracker emitió un informe en el que alertó que incluso cumpliendo con los objetivos de reducción con los que llegaron los países a la COP26, la temperatura superará los 2,4° C para finales de este siglo, un pronóstico alarmante pero más optimista que la actualización del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), que prevé para fin de siglo un calentamiento de entre 2,5° C y 2,7° C.
Como prueba, basta el reporte difundido en los últimos días por la Organización Meteorológica Mundial, que recoge que en junio de 2020, en el principio del verano ruso, se registró en Siberia una temperatura de 38º, lo que constituye la mayor temperatura alcanzada por encima del círculo polar ártico.
Con estos informes a la vista, la COP26 cerró con un texto en el que instó a los países a presentar nuevos compromisos nacionales en la conferencia de 2022 y nuevas estrategias de desarrollo de bajas emisiones a largo plazo.
Sin embargo, para los activistas que protagonizaron las protestas en Glasgow, -la urbe escocesa donde se realizó la COP26- y decenas de ciudades de todo el mundo durante la conferencia, esas «son solo palabras» porque nada es obligatorio.
En cambio, lo que sí se consiguió en la COP26 fue aprobar el artículo 6 del Acuerdo de París, que se refiere a las transacciones monetarias con las emisiones de gases de efecto invernadero entre un país que emite poco y otro país o empresa que emite más de lo permitido.
Los países en desarrollo quisieron agregar un apartado para exigir que algo de ese dinero se use para el fondo de adaptación al cambio climático, pero Estados Unidos se opuso y todos cedieron para poder reglamentarlo.
No obstante, los activistas ambientales restan importancia al artículo 6 y señalan que lo que pone de manifiesto es que no hay, entre quienes toman las decisiones, una comprensión de que lo que en realidad debe cambiar son las formas de producción y consumo.
En ese sentido, Guillermo Folguera, biólogo e investigador del Conicet, se refirió a algo que ya había llamado la atención de los activistas en la última COP: la enorme presencia de lobbys empresariales en la conferencia.
Hay «una presencia muy grande del mercado financiero que impone ritmos muy acelerados de inversión y de aprovechamiento de estos megaproyectos. Muchos de estos proyectos están promocionados por el mercado financiero internacional. El mayor problema es que de los sectores gubernamentales todavía no lo toman como un problema, están viendo la manera de doblar sin que cambien las verdaderas prácticas que están generando esto», aseguró Folguera en declaraciones a la prensa.
Por eso mismo, Juan Esteche, nutricionista y vocero de la coordinadora argentina Basta de Falsas Soluciones (BFS) advirtió que la solución a la crisis climática posiblemente no salga de la próxima COP sino de las luchas que se vayan dando en los territorios.
«Esto lo da vuelta una revolución de conciencia, si no se levantan los pueblos dudo que la dirigencia política actual esté a la altura de las circunstancias», sentenció.