Una disyuntiva de hierro

Por Carlos La Serna

Una disyuntiva de hierro

El escenario de las últimas semanas se montó en una interpretación según la cual la coalición gobernante habría agotado toda capacidad para gestionar la crisis, en tanto su conflictividad interna, dada la disgregación de los arreglos políticos que la llevaran al poder del Estado. Habrán jugado, también, en ese escenario los resultados negativos de las encuestas de opinión sobre figuras del Gobierno. La mesa estaba tendida: se trataba de acelerar aún más la suba de precios, de provocar el alza escandalosa del valor del dólar paralelo, de debilitar las reservas del Banco Central mediante nuevas alzas de las importaciones. La oposición pareció dispuesta a utilizar todas sus armas, en dirección a confirmar y acelerar las condiciones políticas que garantizaran su próximo acceso al gobierno.

Esos días de provocada zozobra generaron una dinámica inusitada en la cúpula gubernamental. El abismo que la crisis permitía avizorar llevó a ciertos acuerdos, cuyo sentido tienen un principio de comprensión en las aspiraciones del ahora ex presidente de la Cámara de Diputados.

Massa, a su status de líder del Frente Renovador (fuerza que compone la coalición de gobierno) suma su reconocida red de relaciones locales e internacionales, como un pragmatismo dotado de una probada capacidad de gestión. La sola confirmación como titular de un omnicomprensivo ministerio de Economía recibió de los poderes fácticos señales concretas, que, más que apoyos, transmitieron la capacidad para poner en acto sus poderes. En efecto, al momento de veloz descenso en la cotización del dólar que siguió a su designación, un segundo movimiento esta vez de ascenso se produjo en los días próximos a la jura del nuevo ministro.

El Frente vivió los cambios gubernamentales con una algarabía que resultaba quizás de ese tercero ahora incluido, que mostraba rasgos que la coyuntura pareciera exigir al Gobierno.

La gestión despierta

Veamos sucintamente los anuncios. El plan de cuatro capítulos muestra que las políticas contienen respuestas concretas para los problemas macroeconómicos (1. Orden fiscal, 2. Superávit comercial, 3. Fortalecimiento de reservas). Los anuncios mezclan metas de ajuste y control del gasto en el ítem 1, con objetivos de control del comercio exterior, acompañados del propósito de sancionar y denunciar operaciones de subfacturación de exportaciones y sobrefacturación de importaciones (cap. 2). En cuanto al Fortalecimiento de Reservas, se informó un adelanto de exportaciones del agro, de mineras, de pesqueras que incrementarían las reservas en 5.000 millones de dólares, a la vez que una estrategia destinada a diversificar las fuentes de divisas proveería de unos 2.000 millones adicionales, y de perspectivas de recompra de deuda soberana, entre otras acciones.

En el capítulo 4, de Desarrollo con Inclusión, se informa de una suba en el índice de movilidad jubilatoria, y de una próxima convocatoria a entidades empresarias y del trabajo para asegurar un mecanismo que compense la pérdida de ingresos y la actualización de las asignaciones familiares.

Respecto a los trabajadores informales y sub retribuidos (estimados en 9 o 10 millones de personas), se anunció un reordenamiento de los planes sociales y una auditoria para definir quiénes cumplen (o no) con el condicionamiento de trabajo que los planes establecen. Nada significativo.

Es notorio, paralelamente, que no se haya siquiera referido al proyecto de ley que busca pagar al FMI con dinero fugado la deuda de más de 44.000 millones de dólares con FMI contraída por el gobierno de Mauricio Macri en 2018, proyecto ya avalado por la Cámara alta. Si su tratamiento en Diputados fuera positivo, liberaría al país de una inmensa carga, cual es la devolución de los préstamos que Argentina recibió y recibe actualmente para el pago de la deuda. Tampoco se ha rehabilitado el proyecto de impuesto sobre la ganancia inesperada, que anunciara el ex ministro Guzmán.

Con aplicabilidad financiera en distintos plazos, estos ingresos permitirían trazar un horizonte que mejoraría el balance problemático que prevalece en muchos de los rubros del plan anunciado, además de poder satisfacer y quizás mejorar justas demandas, como la del Salario Básico (mal llamado Universal).

De estos “vacíos” puede inferirse que el discurso del ministro, basado en el orden fiscal, el ajuste del Estado y la recolección de fondos externos no repara en objetivos de autonomía, en tanto y en cuanto el desarrollo con inclusión que se proclama no se solventa con recursos endógenos, sino con ingresos dependientes del mercado global de capitales. Abunda decir que ello generaría una vulnerabilidad estructural cuya resolución, de producirse, tendrá altos costos sociales.

La falta de participación de las cámaras del Congreso en el debate y aprobación de los planes del nuevo ministro sustrae del ejercicio de la democracia temas relevantes al presente y futuro de nuestra sociedad, que quedan, así, en las solas manos de voluntades técnicas y políticas, como fuera el reciente caso del citado préstamo del FMI.

Massa se encontrará ante una disyuntiva de hierro: sólo atender las cuestiones macro en un marco de fortalecimiento de la autonomía e impulsar los derechos que generen genuinos cambios en la situación de los más perjudicados, o caer en el ajuste y el equilibrio fiscal. Cabe esperar que el balance entre ambas perspectivas sea regulado por la coalición de gobierno.

En el acierto de las decisiones que se tomen estará la clave del futuro -no sólo del inmediato- de nuestra sociedad.

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