¿Y tu hijo a quién votó?

En casa, todos opinan, discuten y votan. El bebé está a favor de la venta de niños y la de seis años cree que hay que dolarizar y subir la edad jubilatoria

¿Y tu hijo a quién votó?

Hace muchos años, cuando veinte caramelos Flynn Paff costaban un peso, las películas se alquilaban en videoclubes y Milei hacía su famosa pasantía en el Banco Central, también había elecciones. En casa nos instruían en formación cívica afanando boletas de todos los candidatos del cuarto oscuro, no para hacer trampa, sino para que nosotros las viéramos y jugáramos con ellas. Recuerdo las líneas de puntos con una tijerita dibujada para recortar los tramos y el nombre de Angeloz en negro sobre blanco. En casa votaban a los radicales, porque decían que robaban menos que los peronistas. Eran tiempos donde esa canción que terminaba diciendo “el día que las vacas vuelen y los radicales voten a Perón” tenía algún sentido.

El tiempo pasó, ahora nosotros somos los grandes y seguimos preparando a nuestros hijos para su desenvolvimiento en la polis local. Hace unas dos semanas, antes de las elecciones presidenciales, a la salida de una escuela de clase media de Córdoba, dos niñitas de ocho y nueve años debatían a viva voz sobre la política nacional. La número uno le decía a la número dos que su papá iba a votar a Milei porque estaba cansada de que los políticos le roben. A esto, la número dos le replicaba que Milei era malo y que quería “cerrar la educación pública”, y como su papá no era malo –ni bueno-, iba a votar a Massa. En fin, una grietita.

La historia se repite en distintos hogares. La radiación informativa a la que estamos expuestos durante nuestra vigilia desde los teléfonos celulares, la televisión, la computadora, las charlas de almacén y la opinión del tío facho empapan las porosas membranas cerebrales de los chicos. Así, hablan de lenguaje inclusivo, aborto, economía, portación de armas, donación de órganos y discriminación tal como se habla en nuestras casas, es decir, con el mismo nivel informativo y similar intensidad verbal.

Los ejemplos sobran. Un papá contó a este laboratorio que su hija “tocaba más de oído lo malo de Milei, antes que lo bueno de Massa o lo malo de Massa. Massa era el nombre que votaban mamá y papá, pero en realidad no sabía bien, me parece, qué era lo que proponía o qué era lo que representaba. Sí sabía que Milei no. Ese era su límite”. “Sólo después, cuando ganó, le traté de explicar qué era la libertad según Milei. Porque ella decía que la libertad era buena. Yo le decía que sí, que la libertad que proponía Milei era una libertad de mercado. Pero bueno, eso fue del viejo choto tratando de dar clase a un pensamiento más genuino de ella”, agregó.

Sobre el debate presidencial, el mismo papá contó que a su hija le quedó muy grabado el tema de la libre portación de armas que respalda Milei y un detalle para nada menor: “No les hablaban a los niños. Cuando decían ‘bueno a las mujeres, los argentinos, argentinas’, como que nadie nombraba la palabra niños y ella dijo ‘hey, ¿y los niños?’, y dije, bueno después te cuento eso, y nunca volvimos sobre el tema.

En otra casa de esta misma y bella ciudad, lo mismo. “Pedro, como pibe despierto que es, estaba muy al tanto de las elecciones y muy al tanto de los nombres, y de quién votaba a quién, de que nosotros no queríamos que ganara Milei. Cuando vio los resultados me preguntó si estaba triste, puteaba, en fin. Seis años tiene el pendejo. No sé cuánto de esto él después retendrá en su memoria. Pero qué loco que ya tenga una línea por lo menos de parte de sus padres, que entienda de qué se trata más o menos, que pregunte. Nosotros recién nos politizamos como a los 30, más o menos», contó a este laboratorio otro papá.

Un tercer ejemplo, con hijas de seis y tres años, muestra a dos niñas muy interesadas en ver el debate presidencial. “Quedaron enganchadas porque me escucharon a mí y a mi pareja cuando hacíamos comentarios de festejo, de enojo, de insultos pocas veces, trato de no insultar mucho frente a ellas, pero esta vez me reprimí menos, así que por ahí me preguntaban qué estaba pasando porque estaban muy curiosas.

Tras las elecciones, una de las pequeñas de seis años llegó a su colegio y le preguntó a una compañerita de primer grado que tenía cara de enojada “si estaba triste porque había perdido Massa, y la compañerita le dijo que no, que era otra cosa. Y ella le decía, bueno, ‘porque nos va a quitar los derechos’. No sé qué entenderá de eso, pero es lo que expresó”.

Lejos de cuestionar si está mal o bien que los chicos debatan sobre “la Política” en mayúsculas, desde este privatizado Laboratorio de Padres proponemos aprovecharnos una vez más de los niños y de sus preguntas para intentar responder esos interrogantes que en público no nos animamos a hacer, ya sea porque estamos en medio de una discusión que queremos ganarle a alguien o porque no nos queremos reconocer ignorantes.

Hoy ya es tarde para tomar algunas decisiones, pero no dejemos pasar la próxima oportunidad. Podemos hacer el ejercicio de intentar explicarles a nuestros hijos algunas cosas, para saber si realmente nosotros las entendemos y si, en ese ámbito de confianza padre-hijo, nos nacen nuevos interrogantes sobre el mundo que les queremos dejar.

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