La influencia del entorno en cuanto a la alimentación y la realización de actividad física condiciona las posibilidades de llevar una vida saludable. Y aunque creamos que hacerlo depende de cada persona y su voluntad, mantener estos hábitos muchas veces se hace difícil cuando el acceso a la comida ultra procesada es mucho más fácil y rápido que los alimentos naturales, cuando los espacios públicos para hacer actividad física son inseguros o están en mal estado, cuando las jornadas laborales son de ocho horas o más habitualmente sentados frente a una computadora y cuando las publicidades nos bombardean mostrando hamburguesas y bebidas gaseosas con alto contenido en azúcar.
Todos estos factores sociales, físicos y alimentarios representan los llamados “ambientes obesogénicos”, esferas de la vida cotidiana, muy difíciles de cambiar que promueven hábitos de vida sedentaria y un consumo de alimentos poco saludables aumentando el riesgo de sobrepeso y obesidad en la población.
Estas condiciones dejaron de ser consideradas sólo una cuestión de elecciones personales para ser entendidas como un problema social y estructural. Según la tesis “Obesidad y entornos obesogénicos, comparación de escenarios 2009-2024”, que recupera datos de Córdoba Obesity and Diet Study (Codies) y la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, la presencia de obesidad en la población aumentó 10 puntos de 2009 al 2024, mientras que el porcentaje de personas que realizan actividad física disminuyó del 68% en 2009 al 45,8% en 2024.
En ese marco, Hoy Día Córdoba habló con expertas de la UNC y del Colegio de Nutricionistas de Córdoba quienes analizaron los factores que promueven la obesidad, la efectividad de las políticas públicas y los cambios necesarios para transformar los espacios en entornos más saludables.
Los especialistas coinciden en que gran parte de la problemática de sobrepeso en la población está vinculada con el entorno, es decir, con lo que se conoce como ambientes obesogénicos. La Licenciada Rosana Forcato (MP 1958), presidenta del Colegio de Nutricionistas de la provincia de Córdoba, explica: “El término ‘obesogénico’ se refiere al ambiente determinado por la suma de influencias o factores que promueven la obesidad en individuos o poblaciones. La familia ocupa un rol crítico en la educación alimentaria: los modelos parentales de ingesta, el valor cultural de la comida y la oferta y selección de alimentos; éstos factores pueden estar fuertemente vinculados a los hábitos futuros”.
Por su parte, la profesora y doctora Laura Aballay, de la Escuela de Nutrición de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNC, aporta una mirada complementaria: “Existe un marco de referencia que clasifica el entorno según su tamaño en macroentorno y microentorno y además según su tipo, en físicos, económicos, socioculturales y políticos. El macro-entorno incluye el diseño urbano, la producción y distribución de alimentos, las políticas alimentarias o el sistema de salud. El micro-entorno se refiere a espacios más próximos a las personas como los lugares de trabajo, colegio, casa, barrios, tiendas de comida o restaurantes”.
De este modo, el peso corporal no puede entenderse únicamente como el resultado de la “voluntad individual”, sino como el reflejo de condiciones estructurales que moldean las posibilidades de elección.
El hogar y la escuela: dos espacios fundamentales
La primera socialización alimentaria ocurre en el hogar. Forcato señala que allí se transmiten los hábitos que impactarán en la infancia y la adolescencia. Sin embargo, el segundo espacio donde los niños y adolescentes pasan gran parte de su tiempo es la escuela. “El colegio juega un papel también muy importante en la alimentación. Los niños entre los 4 hasta los 18 años, pasan varias horas por día allí, influyendo en su educación, comportamientos y hábitos”, remarca.
En los últimos años, las cantinas escolares de Córdoba comenzaron a transformarse tras la sanción de la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable (N° 27.642). El municipio impulsó el programa “Córdoba Elige Agua”, que incorporó bebederos en escuelas municipales y reguló la oferta en kioscos escolares. Aun así, se continúa vendiendo un poco de todo.
“Los cambios que se han ido dando en los kioscos en línea general han sido buenos pero todavía se ve mucha oferta de producto ultra procesado y lo que los chicos eligen principalmente son bebidas azucaradas, golosinas y algunos snacks”, advierte Forcato.
Aballay coincide y suma ejemplos de experiencias fallidas: “He visto y he hablado con gente que vende en kioscos, ponen fruta, ensalada de fruta u otras cosas y los alumnos no las consumen, prefieren un alfajor de bolsa, un paquete de galletas y ese tipo de productos. También he visto kioscos que han hecho alfajores caseros o cosas así y aún así los niños eligen los ultraprocesados”.
Ambas especialistas destacan que la regulación de la oferta debe estar acompañada por una educación alimentaria transversal en las currículas escolares, algo que se implementa de manera muy desigual en Córdoba.
Publicidades y diseño urbano
Uno de los factores que más incide en la construcción de ambientes obesogénicos es la publicidad de alimentos ultraprocesados. Sobre esto, Forcato recuerda: “La evidencia científica disponible ha demostrado que la publicidad, promoción y patrocinio de productos comestibles con alto contenido de calorías, altos en azúcar, sal o grasa, influye en las preferencias alimentarias de las infancias, el comportamiento de compra y el comportamiento alimentario en general”.
Aballay coincide en la influencia negativa y agrega: “La publicidad de los alimentos multiprocesados contribuye negativamente al ambiente, más aún cuando las personas no pueden discernir si está bien o mal y lo que ven lo consumen”. Ambas remarcan la necesidad de fortalecer la fiscalización estatal, ya que las normas existen pero se aplican de manera parcial.
Pero los entornos obesogénicos no se construyen sólo a través de la comida. El diseño urbano también puede favorecer o limitar la actividad física para aquellos que no pueden costear un gimnasio, deporte o clases personalizadas. “Contar con espacios verdes seguros, limpios, con cierta infraestructura será más propicio para desarrollar actividad y recrearse. Otra cosa importante serían ciclovías”, asegura la doctora de la Escuela de Nutrición.
Por su parte, la licenciada y presidenta del Colegio de Nutricionistas ejemplifica: “Hay lugares céntricos donde tenemos hasta dos o tres kioscos en una cuadra y todos los espacios públicos o plazas con opciones para determinada actividad física, juegos y demás, cada vez están más alejadas. Y muchas veces no se deja salir a los chicos a andar en bici, a jugar al fútbol en una plaza por los riesgos a los que están expuestos”.
En Córdoba, la falta de continuidad en ciclovías y la inseguridad en algunos barrios desalientan la movilidad activa. A su vez, el crecimiento urbano priorizó el auto particular sobre el transporte público y los traslados en bicicleta.
“Comer sano es caro”: ¿mito o verdad?
La dimensión económica es otro aspecto que complejiza la temática. Hay quienes aseguran que comprar frutas, verduras y carne es mucho más caro que comprar paquetes de comida procesada. Sin embargo, las especialistas aseguran que no siempre es así. Rosana sostiene: “Comer sano no es caro a comparación de lo ultra procesado, pero siempre es importante que la familia esté asesorada. Hay que aprovechar la estacionalidad de frutas y verduras, hacer preparaciones rendidoras e incluir legumbres que son versátiles y económicas”.
Laura, en cambio, matiza: “Es cierto, pero relativamente. Para la gente que no tiene la capacidad económica para poder adquirirlos a veces ni siquiera se puede elegir entre alimentos sanos o no sanos, sino eligen lo que pueden, es más difícil. Esas personas suelen ir más por cereales, pan, arroz, fideos que pueden tener mayor rendimiento”.
Un informe incluido en la tesis de Aballay, de la que hicimos mención al comienzo de la nota, muestra que entre 2009 y 2024 la Canasta Básica Alimentaria creció muy por encima de los salarios, lo que empujó a los sectores de menores ingresos a elegir opciones más baratas y menos nutritivas.
Hay políticas públicas, pero ¿se cumplen?
Las políticas públicas aparecen como el factor más determinante para revertir la tendencia.
Aballay complementa con un repaso histórico de leyes argentinas que influyeron en la nutrición, desde la Ley del Deporte de 1974 hasta la Ley de Etiquetado Frontal de 2021 y sus modificaciones en 2024. Sin embargo, advierte: “Existen las normas, existen las leyes, pero no se llevan a cabo, o se llevan a cabo de manera engañosa o parcial. Me parece que más importante que la sanción es la supervisión y el control”.
Por su parte, Forcato agrega: “Está vigente la Ley 27.642 de promoción de la alimentación saludable pero esta ley tiene otros ejes a los cuales hay que llevarlos al interior de cada provincia”.
De hecho, en julio de 2025, el Colegio de Nutricionistas de Córdoba presentó en la Legislatura provincial un proyecto de ley de promoción de la alimentación saludable a nivel local, actualmente en comisión.
La ciudad de Córdoba cuenta con algunos programas pioneros, como “Córdoba Elige Agua” en escuelas municipales, o la promoción de huertas comunitarias impulsadas por organizaciones vecinales con apoyo del INTA y la Facultad de Agronomía. Estos espacios permiten un acceso directo a alimentos agroecológicos de bajo costo.
Pero los desafíos aún persisten y el exceso de peso en Córdoba y el país no es un problema individual ni exclusivamente médico. Es la consecuencia de un entramado de factores sociales, culturales, económicos y políticos que moldean las decisiones cotidianas. Combatir los ambientes obesogénicos implica cuestionar la publicidad, revisar el diseño urbano, mejorar las políticas educativas y garantizar el acceso a alimentos saludables.