El mate como maestro de valores en las infancias

A través del gesto de pasar la bombilla, de esperar el turno, de cebar para otro antes que para uno mismo, los niños aprenden el valor del compartir.

El mate como maestro de valores en las infancias

Compartir una ronda de mate en la infancia fortalece vínculos y transmite valores.

En el marco del Día de las Infancias, distintas miradas sobre la crianza vuelven a poner en valor los pequeños rituales cotidianos que fortalecen vínculos y dejan marcas emocionales profundas. Uno de esos gestos, tan cotidiano como significativo, es compartir una ronda de mate.

Presente en hogares, parques, escuelas y reuniones familiares, el mate ha sido históricamente mucho más que una infusión: es una excusa para el encuentro, un puente entre generaciones y una forma de educar en valores como el respeto, la espera, el cuidado y el compartir.

Un informe reciente del Child Development Institute (2025) respalda la importancia de estas rutinas diarias. Según el estudio, acciones simples como leer juntos, cocinar en compañía o compartir una bebida ayudan a reducir el estrés infantil, generan seguridad emocional y fortalecen el sentido de pertenencia. Estas experiencias repetidas ayudan a los niños a construir vínculos sólidos y estables, y a comprender el valor del tiempo compartido.

En ese contexto, el mate aparece como una herramienta silenciosa de aprendizaje afectivo. A través del gesto de pasar la bombilla, de esperar el turno, de cebar para otro antes que para uno mismo, los niños aprenden, casi sin darse cuenta, el valor de estar presentes y disponibles para los demás.

El impacto positivo del mate: cuáles son los beneficios para el organismo

“Cuando hay niños cerca, el mate forma parte del entorno emocional”, señalaron desde la marca CBSé, que desarrolló recientemente un producto pensado especialmente para compartir en familia.

Más allá del producto en sí, lo que se destaca es cómo este hábito, muchas veces heredado, se transforma en un lenguaje afectivo. En la cocina con los abuelos, en la merienda después del colegio o en un paseo al aire libre, la ronda de mate construye memoria emocional.

En tiempos marcados por la hiperconectividad y el ritmo acelerado, estos espacios de pausa compartida cobran un nuevo valor. El mate no necesita pantallas, solo atención y compañía. Y en cada ronda que se arma, se siembra la semilla de un vínculo más humano y profundo.

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