Capaces de soportar un viaje al espacio o radiación, así como de ayudar a preservar alimentos o a evaluar la calidad del aire, los tardígrados -conocidos como ‘osos de agua’ son “microorganismos ultrarresistentes que tienen algunas propiedades fascinantes”, explicó la bióloga argentina Mariana Rocha, una de las mayores expertas mundiales en estos seres que cautivan a la comunidad científica internacional.
Aunque son invisibles al ojo humano, los tardígrados tienen características que los asemejan a seres mitológicos. Se trata de una de las especies más pequeñas del reino animal -miden entre 50 y 1.500 micras (una micra es la milésima parte de un milímetro)-, y también es una de la más resistentes.
Se encontraron ejemplares en la Antártida, en el desierto y en el fondo del mar, así como en el arbolado de las ciudades y en suelos contaminados por agroquímicos o efluentes fabriles.
A pesar de que su estudio es reciente (hacen falta microscopios electrónicos de barrido para verlos), grupos de biólogos en el mundo están centrando su atención en estos animalitos, que protagonizaron un par de episodios de los dibujitos South Park, y hasta tienen su propia serie en Netflix (Tardigrade Xtreme).
Por su aspecto, similar a un oso de peluche (de ahí que se los conozca como “ositos de agua”), son carismáticos. Y por su extraordinaria capacidad de adaptación y resistencia, muchos creen que tienen superpoderes.
Los Tardígrados no son bacterias ni virus. “Son animales microscópicos que se alimentan y reproducen, y tienen algunas propiedades fascinantes”, apuntó Rocha, investigadora y docente de la Universidad Nacional de La Pampa, y una de las mayores referentes internacionales en la materia.
“Se han encontrado ejemplares de tardígrados en el Everest y en el lecho oceánico. Una de sus características más maravillosas es su capacidad de “criptobiosis”. Esto es, la posibilidad de reducir sus funciones vitales hasta quedar en estado de latencia, gracias a la producción de una proteína llamada Dsup, que “blinda” el ADN y lo mantiene intacto frente a condiciones extremas de temperatura, presión o falta de hidratación”, explicó Rocha.
Si bien la criptobiosis se ha observado en otros organismos vivos como algunos insectos, bacterias, pólenes, hongos y líquenes frente a alguna condición extrema; lo extraordinario de los tardígrados es que pueden soportar varios factores adversos al mismo tiempo.
“Son poliextremófilos. Resisten altas temperaturas o demasiado bajas, el vacío y la falta de oxígeno. Muestras de ellos han sido enviados en misiones a Marte y han sobrevivido”, indicó la especialista.
En junio de 2021, SpaceX, la compañía de Elon Musk, llevó a la Estación Espacial Internacional 5.000 tardígrados para evaluar cómo se adaptaban al entorno de microgravedad.
Si los científicos descubren qué genes se activan en estos seres, en un futuro esto podría servir para proteger a los astronautas de las condiciones hostiles del espacio.
Distinta es la suerte que corrieron los tardígrados llevados a la Luna por una sonda israelí en 2019, que se estrelló contra la superficie del satélite terrestre. Algunos astrobiólogos suponen que los tardígrados habrían resistido el impacto, y estarían en estado de hibernación gracias a la criptobiosis, mientras que otros sostienen que no han sobrevivido. Es imposible saberlo, a menos que otra misión espacial vaya a buscarlos.
Hasta la fecha han sido clasificadas más de 1.400 especies de tardígrados en el mundo, de las cuales 117 fueron halladas y descritas en Argentina.
Algunas especies son altamente resistentes a la radiación, y en la Universidad de Chicago se está estudiando su aplicación, mediante ingeniería genética, en medicamentos para contrarrestar los efectos nocivos de la quimioterapia en células sanas; y en bloqueadores solares.
Otras son luminiscentes, y su sistema de protección del ADN mediante cristales moleculares hallado por investigadores de la Universidad de Wisconsin inspiró el desarrollo de luces LED y celdas fotovoltaicas más eficientes.
También su mecanismo de defensa mediante la deshidratación (expulsan toda el agua de su organismo para entrar en criptobiosis, de la que “despiertan” cuando son hidratados), está siendo investigada para obtener cultivos resistentes a la sequía.
En tanto, investigadores africanos indagan cómo replicar el proceso de criptobiosis, que mantiene el ADN y las propiedades celulares intactas, en la conservación de alimentos y medicamentos, sin necesidad de electricidad ni cadena de frío.
En Argentina, el equipo de lidera Rocha está enfocado en las aplicaciones ambientales de estos sorprendentes seres.
“Estamos estudiando a los tardígrados en ambientes urbanos y rurales, y los comparamos. Y hallamos algo curioso. Los tardígrados que viven en ciudades se parecen más entre sí, que a aquellos que viven en zonas rurales circundantes. Las especies que encontramos en Santa Rosa o la ciudad de Salta tienen más en común con aquellas halladas en Tokio, que con las especies que habitan zonas aledañas de su misma región”, señaló Rocha.
Una de las líneas de investigación que lleva adelante la bióloga es la medición de la contaminación a partir de muestras de tardígrados. “Ellos nos pueden contar cuál es la calidad del aire de las zonas donde habitan”, destacó.
Oriunda de la provincia de Santa Fe, Rocha ha dedicado más de 20 años al estudio de los tardígrados. Estudió Licenciatura (hoy Ingeniería) en Recursos Naturales Renovables en la Universidad de La Pampa y luego hizo un doctorado en Biología en la Universidad de Río Cuarto. A fines de los 90, junto a los científicos pampeanos Cristina y Julio Peluffo, pioneros en la investigación de los tardígrados en el país, comenzó a adentrarse en el estudio de estos seres diminutos, y quedó fascinada.
A partir de allí, comenzó a participar de todos los congresos nacionales e internacionales sobre el tema, y estableció grupos de colaboración científica con investigadores locales y del exterior.
En 2013 inició un proyecto de colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de Salta para estudiar a los tardígrados en una eco-región húmeda, muy diferente a la pampeana, trabajo del que surgió la clasificación de 18 nuevas especies.
Al equipo se sumó una investigadora en Bariloche, y a finales de 2021, junto a un investigador de la Universidad de Catania, en Italia, publicaron el hallazgo de tres nuevas especies.
“Los trabajos de taxonomía, que hacemos quienes clasificamos nuevas especies son muy importantes, porque todas las especies tienen una función en la naturaleza. Desde las más grandes a las más pequeñas. Y no podemos preservar aquello que no conocemos”, concluyó.