El vendedor de sueños

El vendedor de sueños

La película brasileña El vendedor de sueños”, disponible en la plataforma Netflix, produce diversas sensaciones en el cuerpo. Un film que se inicia dando lugar a un hecho complejo e impactante, pero que, lamentablemente, y debido a múltiples factores, va en aumento. Es que Julio César, uno de los protagonistas de la historia, es un reconocido psicólogo y docente universitario; desde lo profesional tiene una reputación intachable, pero atraviesa una situación familiar -para él- grave y desea acabar con su vida.

En este marco, ingresa al edificio donde atiende a sus pacientes día tras día, saluda a la secretaria y sale por el ventanal del piso 21 que da a la calle. Allí, desde lo alto, se para en una pequeña plataforma que sobresale entre el ventanal y el vacío. Cierra los ojos y su objetivo es dejarse llevar por el impulso. Mientras tanto, ella -su secretaria- lo observa aterrada, intenta disuadirlo en su intención, pero resulta inútil: Julio César ha perdido todo vínculo con la palabra y subsumido en un profundo dolor, no la escucha.

De este acontecimiento subyace una contradicción que se instala en el sentido común: ¿cómo un psicólogo -nos cuestionamos- llega al extremo de querer suicidarse? ¿Qué le queda, entonces, a la gente común que no tiene herramientas de ningún tipo para afrontar las circunstancias dolorosas de la vida? Las preguntas, por cierto, conducen a una aclaración fundamental: los profesionales de la salud mental no se encuentran exentos de problemas, arbitrariedades y vicisitudes, todos ellas, que conforman la subjetividad. En suma, la comunidad, de manera consciente o inconsciente, los eleva a una categoría superior, dando por sentado ciertas capacidades (que resultan falacias) y que evitarían” el sufrimiento en su propia vida.

No obstante, volvamos a la película: mientras el psicólogo amenaza con tirarse, abajo, entre la multitud, una persona en situación de calle permanece atento hasta que decide intervenir. Se escabulle en el edificio y al llegar al piso 21, intenta acercarse y establecer un diálogo. Julio César lo increpa y repite con vehemencia que no le hable. Ya tomó una decisión y no piensa volver atrás: va a saltar. Al escuchar esto, el sujeto, que pareciera encontrarse en la más extrema pobreza, se sienta al lado y saca un sándwich, aduciendo que tiene hambre. Un suceso que descoloca al psicólogo.

– ¿Y tú qué eres, un psicólogo, un pastor, un loco o qué?, le cuestiona Julio César
El sujeto de barba pronunciada y pelos revueltos ríe.
– Jaja, un loco puede ser. Yo vendo lo que el dinero no puede comprar. Coraje para los inseguros, sensatez para los incautos, osadía para los miedosos (…)
– ¿Y para los suicidas?, remata el psicólogo, mientras se dispone a saltar al vacío.
Luego de pensar unos instantes, este sujeto en situación de calle, le contesta:
– Puedo venderte una coma para que puedas seguir escribiendo tu historia. Y remata: los suicidas no quieren matarse, quieren matar su dolor”.
Tras el diálogo, el psicólogo convencido, se dispone a bajar.

En este marco, la escena muestra a las claras la importancia de un vínculo: el apoyo y la palabra; la contención y la escucha comprometida, entre otras variables, aportarían sentido a una persona que pide ayuda de forma desesperada, pero se siente sola.

Sin embargo, este análisis encierra una simplicidad que no es tal, en lo real. Las causales que arrastran a alguien a estas situaciones límite requieren de una intervención más compleja y acabada de diversas disciplinas especializadas; cuestión que claramente excede a una propuesta cinematográfica.

Sin embargo, lo que sí podemos estar seguros es que la película visibiliza, en forma simbólica, un compromiso con el otro y su padecimiento.
Por otra parte, la historia critica de manera elocuente al sistema dominado por las grandes corporaciones que imponen la ley del más fuerte y hacen pesar su poderío desde el punto de vista financiero, vulnerando la vida de millones de personas subsumidas en la pobreza más indigna. Un hecho que atraviesa a este ser desconocido que se cruza en el camino del psicólogo ya que, tiempo atrás, aquel ostentaba una riqueza prominente pero que, a raíz de una tragedia familiar -punto en común que los enlaza- dejó todo y se trasladó a la calle.

Esta propuesta latinoamericana relata dos historias con vivencias similares, tensionando una visión de mundo que hoy, en medio del barullo y los barbijos, vale la pena sentarse a ver.

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