Eter

Fantasías maradonianas | Por Alejandro Jallaza

Eter

El viejo está parado, apoyado en un bastón, en medio de la nada. Parece esperar algo. Cada tanto toma un mate. Se arregla los pelos ralos, alborotados por una brisa benigna.

A lo lejos suenan trompetas, muy a lo lejos. El viejo se endereza, otea el horizonte.

Pasado un rato se ve venir a alguien, no puede discernirse más que la silueta. Así por casi media hora. O la figura se mueve muy despacio o es gigante. El viejo no muestra signos de impaciencia. Sigue con el mate.

Al cabo de un tiempo la silueta llega. No es un gigante, más bien alguien tirando a petiso. El hombre, de complexión atlética y piernas musculosas, va con pantalones cortos, medias altas, gran cabellera enrulada.

Le da un mate. El hombre de los pantalones cortos lo toma mientras mira alrededor.

El ciego abrió los ojos y tartamudeó:

El ciego abrió aún más los ojos.

El viejo cambió la pierna de apoyo, como si estuviera incómodo, jugueteó con el bastón.

Dio un par de golpecitos con el bastón. Una Número 5 cayó de arriba. El muchacho ni la dejó tocar el piso. Hizo jueguitos un rato largo. La luz cambió. También la sonrisa en su cara.

El viejo dijo:

– ¿Me la pasa?

El muchacho, con cuidado, le da un pase corto, al pie. Borges la pisa, también hace un par de jueguitos sin que el bastón lo estorbe. No es elegante, pero si eficiente. La tira un poco alta y cuando está cayendo la revienta con fuerza, de derecha. La pelota desaparece de la vista.

Un par de segundos más tarde, sin ruido, la pelota cae a los pies de Borges que la devuelve con un toque suave. El muchacho lo queda mirando, como calibrándolo. Dice. con un deje de socarronería:

El muchacho patea la pelota bien fuerte y arriba. No vuelve. 

Borges dibuja algo con el bastón, después lo borra.

El muchacho se larga a reír, una risa fragorosa, incontenible.

Borges se contagia. Ríen hasta las lágrimas un rato largo. Se toman el estómago, como si les doliese de reírse. El muchacho dice: 

Vuelven a reírse con ganas.

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