Las criptomonedas que se vienen

Por Eduardo Ingaramo

Las criptomonedas que se vienen

Las criptomonedas son la derivación lógica de la digitalización de las operaciones financieras, que poco a poco van dejando de lado los billetes, pero también de la virtualización de las emisiones de moneda de los Bancos Centrales, llamadas monedas fiat (del latin fiat = hágase) o fiduciarias (basadas en la fe), que pretenden ser útiles para acumular valor, como medio de pago (poder cancelatorio), moneda de cuenta (precios) y patrón de pagos diferidos (deudas).

Aun cuando existen varias experiencias históricas de monedas por decreto, la decisión de Richard Nixon, en 1971, de abandonar el patrón oro”, al que se había comprometido en Bretton Woods que sea la moneda de intercambio internacional (todos los demás países importantes habían sido destruidos por la segunda Guerra Mundial), y conducir el FMI y el Banco Mundial, creados en ese momento.

Hasta 1971, EEUU se comprometía a pagar US$ 35 por cada onza de oro (hoy su precio es de más de US$ 1.800 por onza, o sea más de 5.100% de devaluación), lo que era insostenible por el aumento del déficit fiscal y comercial que acumulaba año a año, tanto por sus desequilibrios presupuestarios, como por el aumento del precio del petróleo.

Las sucesivas crisis financieras en los países centrales mellaron la confianza en su verdadero valor”, y las nuevas tecnologías digitales provocaron que, en 2009, en plena crisis de las hipotecas basura”, que dio lugar a enormes emisiones de monedas fiat para salvar a los bancos de la bancarrota, se hiciera la oferta inicial de Bitcoin, que se constituyó en la primera moneda digital distribuida.

La distribución de los archivos en múltiples localizaciones impide que, una vez registrada una operación, nada ni nadie pueda borrarla por completo, con lo que se convierte en un archivo público inviolable.

Desde allí se han creado cientos de otras monedas digitales basadas en cadenas de bloques (Blockchain), que se almacenan en cientos de localizaciones, por lo que, aún cuando se borre una o varias, no pueden borrarse las otras.

Los bancos, y en especial los bancos centrales, primero las despreciaron, luego intentaron desacreditarlas, luego diseñaron sus propias criptomonedas (con registración distribuida pero control centralizado), y hoy pretenden apropiarse de algunas de ellas, por lo que generan subas injustificadas, corridas y rumores –como los que provoca Elon Musk semanalmente- que les hacen comprar cuando bajan y vender cuando suben, aprovechando la ingenuidad de las mayorías especuladoras, pero mal informadas.

Para nuestra vida diaria, las criptomonedas no son muy distintas de nuestras cuasimonedas de los años 90 (Lecop, Lecor, Patacones) que las provincias imprimieron para cubrir sus necesidades en la crisis, aunque con dos diferencias fundamentales: no son emitidas por una autoridad, y no pueden desaparecer” por su registro distribuido. Por lo que todas pueden aumentar su valor o disminuirlo, en una danza especulativa enloquecedora para quien no tenga la información, los nervios y las espaldas financieras para no comprar en las subidas y resistir en las corridas.

Otras criptomonedas no son emitidas para acumular valor, y se asignan de acuerdo a una normativa preexistente por un monto inicial, según su capacidad de hacerlas circular, con lo que se convierten en monedas como medio de pago –y poder cancelatorio- cuando existen inconvenientes en la disponibilidad de efectivo.

Por último, salvo para las emitidas por entidades conocidas, las transacciones son anónimas y fuera del control de Estado; por tanto, aptas para enviar y recibir grandes volúmenes de dinero de procedencia dudosa, ilegales, provenientes de delitos, o simplemente fuera de la recaudación tributaria, lo que las convierte en una peligrosa metodología para las sociedades y sus Estados.

Las recomendaciones que se pueden dar dependen del uso que le dará a esa criptomoneda: si se busca acumular valor, no invierta en ella si no dispone de un monto que pueda ahorrar a largo plazo, no se desespere a comprar cuando sube, ni a vender cuando baje y solo hágalo por montos importantes si cree tener información suficiente sobre las transacciones y las cotizaciones.

Si necesita transferir o recibir fondos a, o desde lugares donde hay restricciones, puede utilizarlas para ese fin, siempre que el que la reciba lo acepte y Ud. pueda hacer lo mismo para entregarla luego en parte de pago a un acreedor suyo. Igual que puede hacerlo con operatorias que ofrecen los bancos con los llamados CCL (contado con liquidación) y MEP (mercado electrónico de pagos).

Si sus operaciones están registradas –y pagan impuestos- y solo pretende que no se corte la cadena de pagos en una operatoria con problemas de liquidez, puede usarlas con tranquilidad, siempre que sea una criptomoneda no especulativa.

Debería devaluarse mucho más el dólar y caído muchos bancos centrales para que alguna criptomoneda asuma la función de moneda de cuenta, donde deberán competir con otras monedas fiat, como el yuan chino, donde las criptomonedas se han prohibido.

Siempre hay que tener en cuenta que quien controle la moneda más aceptada, controlará el mundo, por lo que no resulta extraño que este sea el verdadero trasfondo de la discusión hegemónica. Pero ese es otro tema que trataré en otra nota.

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