Sin acuerdo estallamos, con acuerdo tampoco alcanza

Por Lisandro Iriarte

Luego de dos años de negociaciones, este 28 de enero el gobierno anunció que Argentina alcanzó un principio de acuerdo con el FMI. En términos prácticos, los puntos más importantes del anuncio por parte del ministro Guzmán fueron “una reducción gradual del déficit fiscal sobre la base de una economía que se recupera” proyectando un déficit primario del 2,5% en 2022, 1,9% en 2023 y finalmente 0,9% en 2024. En cuanto a la política monetaria, el ministro anticipó que este año “el financiamiento monetario será de 1% del PBI; en 2023 alrededor de 0,6%; y en 2024 este será cercano a 0”.

En relación al nuevo programa, se detalló que se negoció un financiamiento por un equivalente al monto del programa de Stand By acordado por el gobierno anterior, y que cada revisión será acompañada por desembolsos para hacer los pagos comprometidos y, a su vez, acumular reservas.

Esta noticia fue un shock positivo para el mercado, tanto por el anuncio en sí, como por el timing de su comunicación, pues recordemos que el año comenzó con declaraciones del gabinete económico que daban a entender que las partes de la negociación aún estaban lejos en cuanto al sendero fiscal que iba a seguir la Argentina para equilibrar las cuentas públicas y que un ajuste en términos reales estaba fuera de discusión. Esta incertidumbre respecto a las negociaciones generó mucho nerviosismo en el mercado, que se vio reflejado en el precio de los bonos y el dólar, tal como se observa en los gráficos a continuación.

Si tomamos como ejemplo el bono soberano en dólares “AL30D”, título de renta fija que opera con mayor volumen en el plano local, los días previos a la noticia del preacuerdo tocó un mínimo por debajo de los USD 28. Si vemos el dólar CCL, por su parte, el 27 de enero alcanzó el máximo por encima de los $230. Claramente, estos precios reflejaban el temor del mercado ante el peor escenario posible de un default con el FMI.

Tras los anuncios del entendimiento, los dólares financieros comenzaron una tendencia bajista. El dólar CCL cayó desde $230 a los $214 actuales, mientras que el MEP lo hizo de $223 a $208, pero aun así, el tipo de cambio todavía se encuentra por encima del valor con el que comenzó 2022. Por otro lado, los bonos soberanos en dólares iniciaron una recuperación que alcanzó su máximo el día miércoles posterior al acuerdo, y actualmente acumulan una suba de 8% en promedio desde que se conoció la noticia. Sin embargo, el incremento en los precios fue insuficiente para que los bonos logren acumular un resultado positivo en el año, algo que sorprende teniendo en cuenta el que acuerdo era una de las noticias más esperadas del último tiempo.

Además, el cambio de humor por parte del mercado no duró mucho, lamentablemente. Para formalizar el acuerdo la ley debe ser aprobada por el congreso en las sesiones que comenzarán en marzo, y la incertidumbre política provocada por la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque oficialista por “rechazar las negociaciones llevadas adelante por el gobierno y sus resultados” le puso rápidamente un techo a la recuperación de los precios. Si bien es cierto que el ajuste fiscal es poco exigente comparado con otros planes económicos del FMI, pues requiere reducir el déficit del 3% al 2,5%, en 2021 el resultado fiscal se alcanzó con un impuesto extraordinario a la riqueza y una cosecha y precios récords para los commodities, por lo que el ajuste sería mayor que lo que el gobierno sugiere en su discurso y solo se alcanzaría vía reducción de subsidios y licuación de las prestaciones sociales por inflación.

Más allá del ruido político al que ya estamos acostumbrados, y si bien aún quedan detalles por conocer del acuerdo formal, la tibia respuesta de los activos a una noticia tan importante se debe a que el programa económico no pareciera contemplar ninguna reforma estructural necesaria para volver a un sendero de crecimiento sostenible de largo plazo, y la mayor parte de la reducción del déficit y del financiamiento monetario recae sobre el próximo gobierno. El acuerdo permitiría a la Argentina continuar con un elevado gasto público sin cambios en la política cambiaria ni reformas previsionales o laborales. Incluso Joseph Stiglitz, permio nobel de economía cercano ideológicamente al gobierno, declaró que “El FMI no insistió, como suele hacer, en la austeridad. En cambio, el acuerdo brinda a la Argentina espacio para continuar con su recuperación económica”.

La débil respuesta del mercado a esta noticia es más clara si “quitamos el zoom” de los últimos meses y vemos la foto completa. A los precios actuales, y ya con la noticia del preacuerdo sobre la mesa, los bonos soberanos bajo ley local rinden cerca del 27% en el tramo corto y 20% en el tramo largo, mientras que los de ley extranjera rinden 25% y 19%, respectivamente. Para ponerlo en contexto, la deuda de Ucrania tiene un rendimiento cercano al 10%, es decir, el mercado le asocia un riesgo mucho mayor a invertir en Argentina que en un país al borde de entrar en guerra con una potencia como Rusia.

En definitiva, si bien el acuerdo no pareciera ser óptimo para ninguna de las dos partes, es lo mínimo que el FMI está dispuesto a aceptar y lo máximo que el oficialismo está dispuesto a ceder. Al gobierno, el acuerdo le permitiría calmar el nerviosismo del mercado y llegar a las elecciones del año próximo sin la necesidad de realizar grandes ajustes que reducirían fuertemente sus posibilidades de reelección. Para el FMI, es una forma de ganar tiempo y poder renegociar luego las condiciones del acuerdo con un gobierno más fuerte políticamente y con la capacidad de llevar adelante las reformas necesarias para el crecimiento.

El comienzo del 2022 fue una clara muestra del curso que seguiría la economía en caso de entrar en default: fuerte caída de la demanda de pesos, presión sobre el tipo de cambio y la posibilidad de una espiralización de las variables financieras que termine en un estallido económico. Por otro lado, un acuerdo que no esté acompañado de un programa económico integral puede evitar que las condiciones se deterioren aún más, pero no es suficiente para dar soluciones a los problemas estructurales de la economía y por lo tanto permitir una recuperación sostenida en las valuaciones de los activos argentinos.

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