La política es un ámbito no siempre público y frecuentemente auto-referencial. La ventilación de diferencias al interior del perdidoso oficialismo frente a los resultados de las recientes PASO vino a interpelar dicha tendencia. Tal exposición adquirió fuerte significación, algo que se entiende por su rúbrica, pero centralmente porque representa un parteaguas en relación con la coyuntura, que incita a reflexionar sobre la gestión del Gobierno, como sobre las formas bajo las cuales son actuadas y proyectadas la política y la democracia.
La cuestión de la gestión fue tomada en la carta de la Vicepresidenta de forma drástica. Su afirmación sobre la frecuencia insuficiente de reuniones que, por su iniciativa, mantuviera con el Presidente no aborda específicamente el problema (pero nos remite al mismo): la modalidad de administración del Estado mediante una alianza entre fracciones del peronismo y organizaciones sociales, cuya articulación devino más crítica de lo que se previera.
Esta cuestión se torna relevante en tanto encierra diversos problemas: primero, remite a la ausencia de un mecanismo interno de consulta, lo cual parece indispensable a un gobierno que a tal diversidad constitutiva. El presidencialismo constituye un obstáculo cultural, pero también normativo, a la conformación de un espacio tal de gestión que permitiera procesar las tensiones, evitando divergencias que conllevan el riesgo de debilitar un virtuoso armado. Dicho de otro modo, habría quizás evitado que las mismas emergieran a resultas de una derrota, frente a la cual las solas advertencias previas resultaron insuficientes.
La difusión pública de divergencias conduce a una segunda problemática, que tiene que ver con la democracia liberal representativa, y con posiciones inmovilistas, que reducen la participación a un dispositivo de consulta electoral que se pretende alejado del quehacer de gobierno. Las PASO mostraron, por el contrario, que la ciudadanía tomó a su cargo el procesamiento del conflicto, dando por tierra con las ilusiones de su regulación y desactivación, algo que expresarían los votos, pero también la amplia abstención.
Pero el resultado de las PASO sería también consecuencia del retaceado papel de los movimientos sociales, que habría privado al Gobierno de su componente activador y democratizante. Se habría así fragilizado esa perspectiva articuladora con capacidad de transformación. La crítica situación heredada del macrismo y agudizada por la pandemia debió ser enfrentada desde la soledad de los partidos, abriendo espacios a presiones de las corporaciones de toda laya. Si la posibilidad de democratización existe, ella reside en recuperar esa articulación.
La tercera cuestión que pone sobre el tapete la carta de la Vicepresidenta tiene que ver con las coordenadas de un ciclo histórico, que ponen seriamente en duda el futuro de la democracia pluralista. La crisis del sistema político constituyó la crítica a un avance del neoliberalismo que, a instancias del capital financiero, penetra a la socialdemocracia europea y a partidos y regímenes latinoamericanos. En nuestra región, pasó con el PT bajo la presidencia de Dilma Rousseff, y con la Concertación chilena, cuyas defecciones programáticas abrieron el camino a la derecha radical. La indiferenciación con relación a las posiciones de derecha hizo de la democracia pluralista una cuestión ilusoria advertida y contestada por la ciudadanía.
Los planteos realizados en torno a la tendencia al ajuste de la política fiscal responden a la eliminación del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y del programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP), eficientes dispositivos reactivadores que llegaron a millones de perjudicados por el macrismo. Tales bajas, que se producen con el inicio de las negociaciones con el FMI, son acompañadas con la mora en la ejecución del presupuesto, frente a la holgura financiera que ofrecía una tasa de déficit fiscal 50% menor que la proyectada, a lo cual se suma el importante crecimiento de la recaudación por impuestos y retenciones.
Paralelamente, ocurre un incremento en los precios de alimentos e insumos básicos que volvió a agravar la indigencia y la pobreza. No es casual que el crecimiento, que se manifiesta en el PBI fruto del mejor desempeño de algunas ramas industriales, no se refleje en mejoras sustanciales en la ocupación de mano de obra y menos aún en el nivel de vida. La advertencia de las PASO hecha también raíces en dos actos de gobierno de fuerte significación: el retiro del proyecto de ley de estatización de Vicentín y la continuidad de la privatización del Paraná. La economía es política mal que le pese a la ortodoxia neoliberal, allí reside el entramado de causalidades que produjo ese acto materializado en la retracción del voto oficialista. El riesgo que pareciera advertirse es el de un daño político a una opción que se presume popular y progresista y así, activadora de procesos de democratización.
La deuda contraída por el macrismo amenaza cualquier futuro democrático si su tratamiento no se basa en sostener su ilegitimidad, esto es, en el cuestionamiento al derecho del FMI a exigir una negociación que condenará a la sociedad argentina por medio del ajuste permanente: si la Argentina acepta las condiciones del FMI se cancelarán las posibilidades de una genuina democracia.