El fantasma de la recesión avanza

Por Javier Giletta

El fantasma de la recesión avanza

El Gobierno mantiene el foco exclusivamente en el frente fiscal, con la motosierra a media máquina y la licuadora funcionando a máxima potencia, tratando de contener la inflación con un ajuste que no reconoce precedentes en la historia. Paralelamente, se están corrigiendo (al alza) tanto los precios relativos de los bienes, como las tarifas de los servicios públicos, en una proporción y a una velocidad inusitada.

Con el déficit 0 como norte, la actual gestión no exhibe ningún plan para reactivar la economía; es más, el sector productivo está fuera de la agenda oficial. Y como consecuencia directa de la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones, el consumo continúa muy deprimido. Esto tiene su correlato en el nivel de actividad, que se desplomó durante los meses de marzo y abril, comenzando a presionar sobre el empleo, lo que augura la pérdida de miles de puestos de trabajo en el futuro inmediato (sólo en marzo se perdieron 53.000 empleos registrados en el país).

Hay datos muy preocupantes sobre la caída de la actividad económica, en particular en la construcción y el sector industrial, dos de los principales motores del desarrollo, que tienen una notoria incidencia en la generación de empleos. En marzo la producción industrial cayó un 21,2% interanual, mientras que el índice que mide la construcción se derrumbó un 42,2%. Ambos indicadores también mostraron retrocesos con relación al mes anterior, con una caída del 6,3% en la industria y del 14,2% en la construcción.

Pero como la retracción de la actividad es transversal, afecta a todos los sectores en forma simultánea. Esto es lo novedoso: de los 14 sectores relevados por el Indec, todos registraron números negativos durante marzo. Sin dudas, un récord difícil de igualar. En el caso de bienes durables, los datos son alarmantes: la industria metal metálica cayó un 25,6%; maquinaria agrícola un 35,5%; mientras que en equipamiento e instrumentos el retroceso fue del 37%. Son guarismos propios de una economía que se encuentra afectada por alguna situación extraordinaria, como la guerra, una pandemia o una catástrofe natural. Lo extraño es que hoy en nuestro país no se da ninguna de estas circunstancias.

Además, el consumo masivo cayó un 20,4% en abril, a causa de la persistente pérdida del poder de compra de los asalariados, lo que impactó en los volúmenes de las ventas minoristas. Al comparar con marzo, la regresión fue del 17,1%. La cantidad de tickets muestra un descenso del 8,9% frente al mes anterior y del 11,2% frente al año pasado. En la misma sintonía, el Centro de Almaceneros de Córdoba informó que las ventas en comercios de cercanía habían registrado una caída del 20% en promedio en abril. Y al hacer el desglose -rubro por rubro- se puede advertir que el retroceso en lácteos superó ampliamente aquel porcentual, lo que es particularmente grave tratándose de alimentos esenciales para la nutrición infantil.

Por otra parte, el último relevamiento de la Asociación de Fabricantes de Automotores (Adefa) refleja la difícil situación que atraviesa el sector. El Gobierno optó por la recesión como ancla para tratar de controlar la inflación, y de este modo sumergió al país en un nuevo y profundo ciclo recesivo.

Así las cosas, en abril la producción automotriz no logró recuperarse y experimentó un nuevo retroceso, al precipitarse más del 21% con relación al mismo mes del año pasado: se produjeron solamente 42.974 vehículos, un 21,4% menos que las 54.399 unidades fabricadas en abril de 2023. Y en lo que respecta a las ventas, éstas alcanzaron las 22.450 unidades, es decir 26% por debajo de las registradas en marzo. En la comparación interanual, las ventas se desplomaron un 33,6% y las exportaciones cayeron un 32,9%. Los datos son más que elocuentes y nada hace presagiar que vaya a haber una reactivación en el corto plazo.

Una situación similar se observa en otros sectores (electrodomésticos, calzado, industria textil). Por eso la mayoría de los economistas (incluso el propio Domingo Cavallo, el padre de la “convertibilidad”, admirado y reconocido por Milei) coincide en destacar que la recuperación no será en “V”, como preveían en los principales despachos de la Casa Rosada. Hoy ya se sabe que no habrá rebote brusco. Los más optimistas hablan de una recuperación lenta y moderada. Otros, en cambio, creen que, cuando se llegue al piso (lo que aún no habría ocurrido), la actividad seguirá amesetada durante algún tiempo: se trata de la tan temida “L”, una especie de depresión económica que, más temprano que tarde, terminará impactando en el nivel de empleo. De confirmarse este escenario, en breve la desocupación se convertirá en la principal preocupación de los argentinos.

En este contexto, la Cepal estimó que el PBI de Argentina sufrirá una contracción de más de tres puntos durante el 2024. De hecho, Argentina y Haití son los únicos países de la región que tendrán recesión este año. Todos los demás crecerán entre dos y tres puntos, en promedio. Esa es la tendencia dominante en Latinoamérica y también a nivel mundial.

A esta altura, resulta evidente que el partido se está perdiendo por goleada; y, precisamente por ello, no deja de llamar la atención que una parte significativa de la población apoye esta gestión sólo en base a la fe y la esperanza. Al fin y al cabo, la esperanza es lo último que se pierde.

Salir de la versión móvil