La guerra de los gasoductos

Por Eduardo J. Vior

La guerra de los gasoductos

Respondiendo a las preguntas de un periodista neerlandés, el 27 de enero de 2003 el entonces secretario de Defensa de EE.UU., Donald Rumsfeld, diferenció entre la “Vieja Europa” (liderada por Francia y Alemania), que sólo traía problemas a EEUU, y la “Nueva” (los países de Europa Central y Oriental que antes eran socialistas), más interesada en cooperar con los norteamericanos. Esta escisión recorre la política norteamericana hacia sus aliados. Se corresponde con el traslado del centro de gravedad de la OTAN hacia el este, hasta las fronteras de Rusia. La destrucción de los gasoductos Nord Stream 1 y 2, que debían proveer a Alemania y Europa Central con el gas ruso, llevó ese desplazamiento a un punto crítico: hundida la economía alemana y conectada Polonia al gas noruego, Europa queda desvinculada de Rusia y sometida a los anglosajones.

Todo comenzó cuando aviones de combate daneses detectaron una alfombra de burbujas que surgían del agua en las proximidades de la isla de Bornholm, por donde pasa el Nord Stream 2. Björn Lund, del Instituto Sismológico Sueco (SNSN), dijo a la televisión sueca que “no hay duda de que se trata de explosiones”. Una de ellas tuvo una magnitud de 2,3 y fue registrada por 30 estaciones de medición en Suecia. En el caso del Nord Stream 1, una de las fugas está en aguas danesas y la otra en aguas suecas, mientras que la del Nord Stream 2 está en aguas danesas, no tienen precedentes, no puede excluirse la tesis de un sabotaje: las tuberías submarinas del Nord Stream están hechas con acero de grado DNV SAWL 485, para espesores de pared que van de 26,8 a 34,4 mm y fueron fabricadas por seis productores calificados (uno en Rusia, cuatro en Europa y uno en Japón); los tubos están revestidos de hormigón; están hechos para soportar hasta el impacto de un ancla de portaaviones; son básicamente indestructibles sin cargas explosivas.

Inmediatamente las usinas de propaganda inundaron los medios con cables adjudicando la responsabilidad del incidente a Rusia. Ahora bien, estos gasoductos eran casi la única palanca que a Rusia le quedaba para hacer presión sobre Europa. Aunque ahora las tuberías estuvieran fuera de servicio, es dable pensar que en cualquier negociación Moscú las habría utilizado como carta para obtener ventajas.

Informaciones procedentes de círculos de seguridad en Alemania sostienen que hay muchos indicios que apuntan a que los dos gasoductos fueron dañados deliberadamente.

Asimismo, circuló el rumor de que el gobierno alemán –Scholz en particular- había iniciado conversaciones con el gobierno ruso, para resolver a la vez el conflicto geopolítico entre ambos países y evitar el desastre que amenaza dentro de muy pocos meses a la industria, la economía y la sociedad alemanas. Una resolución que, necesariamente, debía pasar por la reanudación del suministro de gas ruso a Alemania por Nord Stream 1 y por Nord Stream 2.

Entre las aguas suecas y las danesas los gasoductos pasan a profundidades de entre 80 y 120 metros. Si se trató de un sabotaje, por lo tanto, se lo tiene que haber llevado a cabo mediante drones submarinos lanzados desde un barco. Sólo tres países poseen esta tecnología: EEUU, Rusia y, posiblemente, China.

En relación con estas especulaciones se comentaron mucho los tuits que el ex canciller polaco y eurodiputado Radek Sikorski: muestran el mar revuelto tras las deflagraciones submarinas de uno de los gasoductos con el comentario «Gracias América»; luego escribe que «Ucrania y todos los Estados del Mar Báltico se han opuesto a la construcción de Nord Stream durante 20 años. Ahora 20.000 millones de dólares de chatarra yacen en el fondo del mar, otro costo pagado por Rusia por su decisión criminal de invadir Ucrania. Alguien ha realizado una operación especial de mantenimiento».

No hay pruebas, pero los indicios se acumulan. Buques de guerra y un submarino de la Armada de EEUU estuvieron activos en esas mismas zonas hace unos días. El semanario alemán Der Spiegel informa esta semana que en el verano pasado EEUU notificó a Alemania sobre un posible ataque ucraniano a los oleoductos Nord Stream. Esta descarga de responsabilidad se debe a que Washington no puede reclamar el bombardeo de una infraestructura rusa, porque implicaría una declaración de guerra a Moscú, y porque las tuberías fueron instaladas por un consorcio internacional al que varias empresas europeas aportaron miles de millones que, además, no serán compensados.

Da la casualidad de que ambas explosiones se registraron el mismo día en que se inauguró el gasoducto Baltic Pipe que conecta a Noruega con Polonia, país llamado a reemplazar a Alemania como distribuidor del gas a Europa. Al dar la noticia la agencia Reuters tituló: “Baltic Pipe: El gasoducto Noruega-Polonia se abre en un movimiento clave para reducir la dependencia de Rusia”. El Primer Ministro polaco, Mateusz Morawiecki, dijo que con el nuevo oleoducto se abre «una nueva era de soberanía energética y mayor seguridad, en el sentido más amplio del término».

La destrucción de los dos gasoductos hace casi inevitable el desastre de la economía alemana y europea. Ya en enero pasado el presidente Joe Biden amenazó con destruir el Nord Stream 2, si Rusia entraba en guerra con Ucrania. “Somos capaces de hacerlo y lo haremos”, anunció entonces. El gobierno de Biden pretende una escalada bélica a costa de los europeos. Ésta fue, al menos, la opinión del ex presidente Donald Trump en un posteo en su propia red social, Truth Social: vinculó las explosiones en las tuberías con el conflicto en Ucrania, reprodujo la mencionada declaración de Joe Biden y afirmó que un enfrentamiento militar entre Moscú y Kiev nunca habría ocurrido si él estuviera en la Casa Blanca. Además, instó a Washington a ayudar a solucionar el conflicto y «no empeorar las cosas con la explosión de los gasoductos».

Preguntado en la década de 1950 para qué servía la OTAN, un político francés respondió “para mantener a los rusos afuera, a los norteamericanos adentro y a los alemanes abajo”. Desde 1992 la alianza atlántica se ha expandido hasta incluir 30 países. Gracias a la guerra en Ucrania está activa como nunca antes. Una OTAN más grande y más activa implica –si seguimos el proverbio citado- más intromisión de EEUU en Europa, más exclusión de Rusia y más sometimiento de Alemania. La “Nueva Europa” (Polonia, los países bálticos, Chequia, Eslovaquia, Rumania, Bulgaria y los países ex yugoslavos) carece de espalda suficiente como para sostener a la vez el enfrentamiento contra Rusia y la destrucción de los “viejos” líderes del continente. Hay demasiada presión en la olla y la tapa puede saltar.

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