La historia no se repite, pero rima

Por Eduardo Ingaramo

La historia no se repite, pero rima

“La historia no se repite, pero rima” es una frase atribuida a Mark Twain, nos exige en estos días recordar y razonar aquel 2001 que se muestra en la serie por streaming, evitando que como “Funes el memorioso” (Jorge Luis Borges, 1944) sólo podamos recordar, convirtiéndonos como aquel personaje borgeano en incapaces del pensamiento, de la abstracción y la generalización.

La mayoría no recuerda los detalles, tanto por la tendencia a olvidar lo que nos duele como por el silencio de las últimas décadas de los protagonistas y medios sobre lo ocurrido. Los memoriosos recuerdan que desde octubre de 2000, en que Carlos “Chacho” Álvarez, el vicepresidente de De la Rúa, renunció por el escándalo de la “ley Banelco” (sobornos a legisladores con fondos de la SIDE), el gobierno entró en caída libre, aunque sosteniendo la convertibilidad.

Tras el fugaz paso por el ministerio de Economía de Ricardo López Murphy, en el que redujo el 13% los haberes de jubilados, empleados públicos y docentes con el apoyo de la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich. Otros personajes de aquella época que se ven en estos días son Adolfo Sturzenegger, como secretario de Política Económica, y Hernán Lombardi, secretario de Turismo y luego ministro de Turismo, Cultura y Deportes, entre otros. Todos terminaron sus mandatos el 20 de diciembre de 2001, cuando, tras el “corralito” que impidió el retiro en efectivo de más de 250 dólares semanales de fondos depositados en cuentas bancarias, establecido por Domingo Cavallo, se provocó una explosión de ahorristas; el establecimiento del Estado de Sitio, que suspendió garantías constitucionales, y la muerte de decenas de personas por la represión.

En octubre de 2000 el desempleo había sido récord: 4,8 millones de desocupados, representando a un 18,3% de la población activa. Considerando a los subocupados, la cifra llegaba al 34,6%. La deuda pública llegaba a 132.000 millones de dólares. Los datos previos al estallido de la crisis eran devastadores, con caídas del 11,6% en la industria; 18,1% en la construcción; 27,5% en la industria automotriz, etc. El riesgo país fue el más alto de la historia: 5.000 puntos básicos

Luego, en enero de 2001, el directorio del FMI aprobó el blindaje financiero, que en total sumó casi 40.000 millones de dólares, que, de todas maneras, no llegó a desembolsar. El “blindaje” llegaba con condiciones tales como reforma previsional (eliminar la Prestación Básica Universal y elevar la edad jubilatoria de las mujeres), ajuste del gasto público, restructuración de organismos como la ANSES y el PAMI y, reducción de salarios, entre otras medidas.

Mientras tanto, simultáneamente la deuda privada postergó sus vencimientos mediante el “Megacanje” –Sturzenegger y Cavallo- que, como compensación por dicha postergación, aumentaron los intereses de la deuda al 7% anual. Aunque las tasas de interés efectivas fueron entre 14,5 y 16, y pagaron grandes comisiones a los bancos intermediarios.

Luego, en 2002, Duhalde tuvo que desdecirse de su afirmación “el que depositó dólares, recibirá dólares”, y estableció el “corralón” y la “pesificación asimétrica”, que empobreció a los depositantes y benefició a las empresas deudoras de los bancos. En estos días, las afirmaciones públicas de por lo menos Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y José Luis Espert respecto de las relaciones laborales que implicarían “eliminar las indemnizaciones por despidos sin justa causa”, o su versión más ambigua, referida a eliminar “la industria del juicio” o eliminar “la ultra actividad de los convenios colectivos”; o las precisiones sobre aspectos previsionales respecto a la disminución de los aportes patronales, que, salvo sean compensadas por una mayor formalización laboral, implicarán el desfinanciamiento del sistema previsional y baja de jubilaciones, los anuncios de eliminación de las pensiones derivadas por la muerte de cónyuge o conviviente, o la eliminación de regímenes de privilegio y especiales –que incluyen docentes- nos dejan un “deja vu” muy difícil de obviar.

Así, recordado por “los memoriosos” pareciera que todo va a ser peor. Sin embargo, la situación actual de Argentina puede ser distinta, a poco que se analice objetivamente: ya no existe la convertibilidad, los argentinos tenemos pocas deudas y en pesos, algunos pocos acumulan más de 200.000 millones de USS en el país –en domicilios y cajas de seguridad- y un poco más en el resto del mundo.

Además, el mundo está cambiando los dólares por otras monedas, en donde los BRICS se expanden a ritmo vertiginoso y están a un paso de crear su propia moneda convertible a yuanes.

Analistas muy críticos del actual gobierno –como Salvador Di Stefano- recomiendan “sacar los dólares del colchón o cajas de seguridad e invertir en activos argentinos subvaluados”, y las perspectivas exportadoras son enormes en casi todos los rubros, granos, energía, industria. Es claro que todas estas expectativas dependen de vencer la tozudez de los equipos técnicos del FMI, que exigen “pagar ajustando”, para lo cual el contexto geopolítico internacional y sus propios errores cuando otorgaron el préstamo a Argentina son cartas de enorme valor para nuestro país y los pone entre la espada y la pared, igualándolos al gobierno argentino que camina por la cornisa.

En cuanto a nosotros, los ciudadanos, debemos decidir entre acompañar a quienes quieren ajustar pensando en un país más pequeño, primarizado y con menos derechos para todos, o uno que se equilibrará con crecimiento más distribuido en ingreso y riqueza generada, capacidad de ahorro e inversión.

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