Comprender la relevancia de los servicios de inteligencia en la política internacional es un aspecto relegado y confinado al interés de unos pocos. Sin embargo, cumplen un rol vital e innegable para la seguridad de los Estados nacionales. Mayor preponderancia adquieren aun los servicios de países como Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña o China.
Francesco Cossiga, político italiano que llegó a ocupar altos cargos -como el de Presidente de la República- trae una definición clara y precisa de este término. Un servicio de inteligencia, también conocido como servicio secreto, refiere al aparato estatal que desarrollan actividades de tipo informativas de acuerdo a métodos no convencionales, y cuya legitimidad se basa en el cumplimiento y protección de los intereses del Estado.
Dichos servicios poseen una serie de características distintivas, entre ellas: a) la legitimidad de los fines prevalece sobre la legalidad de los medios (muchos de ellos altamente cuestionables o ilícitos); b) el desenvolvimiento de actividades informativas, esto es, búsqueda, recolección y análisis de informacional sensible y vital, así como manipulación y desinformación de la misma; c) el despliegue de actividades operativas, es decir, acciones ofensivas como desestabilización de un gobierno, apoyo de guerrillas, golpes de Estado, diplomacia encubierta y ejercicios de influencia secreta sobre naciones extranjeras. Estos aportes fueron realizados por Aldo Giannuli, politólogo e historiador italiano, y director del Centro de Estudios del Observatorio de Globalización.
Hay dos principios fundamentales: secreto y discrecionalidad. El primero indica la esencia de su actividad, el modus operandi básico, mientras que el segundo alude a la capacidad de manejar la información obtenida, y las acciones ejecutadas bajo sus propios criterios, decidiendo en qué grado informárselos al gobierno.
Los comienzos del servicio secreto chino se remontan a principios del siglo XX, con la creación del Special Service Section (SSS): un grupo dedicado a la inteligencia contra el Kuomintang, el partido nacionalista que gobernaba la República de China. Encargado de brindar protección contra la persecución de los comunistas, y tras varios éxitos cosechados, el SSS se disuelve en 1935 y se forman dos órganos: el Political Protection Boreau (PBB); y el Second Bureau of the Central Revolutionary Militar Commission (CRMC). Este último fue muy útil al evitar un acorralamiento final, salvando al Partido Comunista, y se lo considera como antecedente de la inteligencia militar actual.
La fundación de la República Popular China, en 1945, supuso el fin de los nacionalistas (que emigraron a Taiwán), y la victoria del PCC (Partido Comunista Chino) que gobierna hasta nuestros días. Se produce así un conflicto entre dos facciones: una de expertos, o técnicos; y otra conformada por aquellos considerados leales al régimen y sus ideales. Como resultado de varios años de purga, en 1983 se creó finalmente el MSS (Ministerio de Seguridad del Estado), el equivalente chino a la CIA de EEUU, el MI6 de Gran Bretaña, o la MOSAD de Israel.
China contó siempre con fuerzas dedicadas a la actividad de lo que hoy conocemos como “inteligencia”, incluso antes de su fundación de la República Popular actual. La supervivencia, la defensa, la búsqueda de información vital y el mantenimiento del orden fueron sus principales objetivos.
El dragón espía
Junto a estas actividades operativas, los servicios desarrollan actividades informativas; una de las herramientas empleadas para tales fines es el espionaje. Considerada como la segunda profesión más antigua del mundo, existen registros hasta en la célebre obra de Sun Zi, “El arte de la guerra”, donde afirma que el espionaje es una de las labores mejor recompensadas económicamente.
En el caso chino hay objetivos estratégicos que se conocen como IOs (Information Objectives) que se buscan satisfacer. Así, por ejemplo, la información tecnológica y financiera, secretos de desarrollo o innovación tecnológica, amenazas internas o externas al territorio nacional y, especialmente, todo lo concerniente en relación a su competidor número uno, Estados Unidos. Pero, además, existen cuatro grandes preocupaciones (o “dolores de cabeza”) que aquejan a China: los grupos de liberación del Tibet; los demócratas disidentes de Hong Kong; la cuestión de Taiwán; los musulmanes de Xinjiang; y el grupo Falun gong. Por lo tanto, resulta imprescindible para el gobierno estar informado al cien por ciento de todo lo que respecta a estos asuntos y el espionaje es una herramienta perfecta.
Frente a la inteligencia, viene también la “contra-inteligencia”, del mismo modo que el “espionaje” tiene su opuesto en el “contra-espionaje”. Esto ha llevado a que el gigante asiático haya quedado involucrado en numerosos escándalos, como la acusación hacia Tiktok, o a los celulares Huawei, de servir como instrumentos de espionaje. En 2010, el fiscal general estadounidense, Eric Holder, presentó cargos contra cinco militares chinos acusados de ciberespionaje.
El gran hallazgo de la contra-inteligencia occidental es que, a diferencia del resto de países, China tiene un sistema de granos de arena en este ámbito, esto significa que cualquier ciudadano puede ser potencialmente reclutado para robar información, desde un empresario, pasando por académicos, inmigrantes chinos o incluso institutos oficiales dedicados a la enseñanza de la lengua.
La búsqueda de un contrapeso a este colosal adversario puso en escena nuevamente a la famosa Coalición de Inteligencia Five Eyes, conformada por Reino Unido, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y EEUU. De este modo, unir fuerzas es menester para hacer frente a este desafío internacional.
El espionaje suele pasar desapercibido, y en ocasiones visto como un mal menor, cuando en realidad atenta contra la soberanía de un país. Esto incluye su economía, si se tiene presente los millones de dólares que pueden perderse por el robo de información empresarial confidencial.