Por ponerle una fecha arbitraria de inicio, la historia empieza más o menos así: en 1875, en territorios de la Puna jujeña, se produce la batalla de Quera. La causa es práctica común desde hace poco más de 500 años: los terratenientes se habían apropiado de las tierras de los habitantes originarios.
Un año antes, un grupo de lugareños había recuperado territorios en una acción bastante exitosa, que culminó en la batalla de Abra de la Cruz. Luego perseguida, la población se atrincheró en el Abra de Quera, cercana a la actual Cochinoca, dispuestos a combatir con lanzas, palos y flechas para defender sus tierras. Los más de 1.000 soldados llegados desde Salta y Jujuy para enfrentarlos derrotaron, obviamente, a las tropas indígenas, matando a 194 de ellos y tomando 231 prisioneros. Los familiares de aquellos que fueron fusilados tuvieron que pedir asilo en Bolivia.
Con esta historia como telón de fondo, en 2021 se estrenó el filme “Siervo ajeno”, dirigido por Blas Moreau, con guión de Elena Bossi. Se desarrolla en las soledades de algún lugar de la Puna, antes de la batalla de Quera. Un grupo de comuneras resisten la expropiacion de sus tierras: “Para qué quiere tanta tierra, uno solo?” se pregunta doña Victorina.
“¿Para qué se pone a molestar a los patrones?” le espeta Evaristo Cruz, un hombre del grupo, al que sin dudarlo ella llamará “Siervo ajeno. Se siente blanco”. No hace falta relatar el final y la película está dedicada a “los pueblos argentinos que luchan contra la usurpación de sus tierras”.
Está claro que no regía por entonces la Constitución Nacional, que afirma que se debe “reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personeria jurídica de sus comunidades y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan” (art. 75 inc. 17). Tampoco se había sancionado entre gallos y medianoche (más exactamente media madrugada), la nueva constitución provincial, en medio de una situación de extremo conflict, de la que ha dicho Rodríguez Villafañe en este diario: “En Jujuy se libra la escenificación de una metodología por la cual ciertos sectores políticos pretenden imponer decisiones que ellos adoptan, a la fuerza, sin escuchar al pueblo e ignorando sus problemáticas”.
“Siervo ajeno” hace foco en un grupo reducido de pobladores y son las mujeres las que están al frente de la resistencia. Cuidan el ganado, hilan, bordan, cultivan y cocinan, buscan el agua y se ocupan de los niños, siempre con una palabra en diminutivo en la boca: mamita, fueguito, muertito, solcito, doñita, changuito, llamitas, altarcito. Expresiones de una vecinería amistosa que salen del corazón y de la memoria colectiva de lucha y resistencia.
Blas Moreau es también autor de un documental filmado este año para el Museo Terry, de Ticara, que habla de la tradiciones, las prácticas y las luchas de la comunidad indígena de Caspalá. Frente a cámara, Escolástica Batallanos, agricultora, cuenta: “Me decían mis abuelos que conforme a los años va a ser más fiero p’al pueblo. Mire ahora las mujeres. Se han parao y se han parao. Son bien luchadoras. Aguantadoras. Decididas.”
A propósito, Rita Segato explica: “Durante estos días, en los que he estado lejos de mi provincia, me han llegado vídeos e imágenes protagonizados por oradoras. Es interesante ver que no hay una cabeza que lidere este movimiento, y mucho menos un partido político, sino que es la gente misma. Y, dentro de esa gente que está dando extraordinarios discursos, la mayoría son mujeres. No me sorprende, porque en las comunidades que conozco como antropóloga, las mujeres somos las sujetas del arraigo”.
Adriana Gonzalez Burgos relata: “Mi familia kolla tiene unos 300 años viviendo en la Quebrada. La alianza (maestros, pueblos originarios) pone freno a la reforma abusiva en una manifestación que era una fiesta (familias, abuelos, música, sikuris) cuando la policía empezó a disparar. Nuestro pueblo Kolla demanda participación en cualquier intervención en nuestro territorio. Nuestro pueblo es sabio, está en la calle porque está defendiendo la vida.”
Aurora, de la comunidad Collambay, reflexiona: “Yo andaba ya hace cinco años en la lucha. Lo que nos va a afectar más de esta Reforma de la Constitución es el artículo 32. Todo es grave, pero si no podemos usar el derecho de manifestarnos, el derecho de reunión, porque todo eso nos quita el artículo 32, estaremos muy mal. Quieren entrar en nuestras casas, poner turismo, o poner las mineras, así como se hizo en Caspalá. Y nosotros no tenemos que decir nada, calladitos”.
Delicia se presenta y explica: “Vengo de las montañas de Cochinoca. Estoy muy orgullosa de ser puneña. Estoy acompañando esta lucha desde un principio, cuando salimos desde Abra Pampa el Tercer Malón de la Paz, acompañando también a los docentes. Acá se miente y se paga a los canales de televisión, a los diarios”.
La guía indígena del Pucará de Tilcara, Melisa Bautista nos dice: “Intentamos comunicar que no hay pueblos ocultos o que ya no existen, sino todo lo contrario, en muchos casos somos descendientes de los pueblos indígenas. Es por ello la necesidad de volver a incorporar como propio lo cultural, no como algo ajeno sino como lo mucho que nos pertenece».
Amelia Prieto, de la comunidad de Coranzuli, Departamento de Susque, señala claramente lo que está detrás: la guerra del litio. “El litio está acá en Olaroz, y somos afectados alrededor de toda la Puna. Con el tiempo van a ser más comunidades que están aquí porque ponen tubos que van chupando el agua. Ya tenemos sequía en el campo. Es lo que nosotros queremos detener, para tener agua para vivir…”
Y un buen día, un 30 de junio, se arma un festival: “El arte transforma” es el lema de la convocatoria.
Hombres y mujeres, niños, jóvenes se tienden las manos, bailan, cantan, tocan diversos instrumentos, esgrimen carteles, pintan grafittis que dicen: “Jujuy duele, río de lágrimas”, o “500 años nunca más”. En las calles, en el patio de las escuelas, en las plazas, contra el maravilloso paisaje de las montañas, Maka Mercado nos recuerda: “vienen resquebrajando la tierra/ no hay ser que no viva/ sin luchar ni resistencia”.
León Gieco se suma al Festival y canta “Libertad sin galope, banderas rotas/ Soberbia y mentiras, medallas de oro y plata/Contra esperanza, cinco siglos igual”.
Desde una lucha común a los pueblos originarios de América Latina, la poeta tehuelche Liliana Ancalao escribe: “habrá que acostumbrarse/ morir en una historia y otra historia/ salir de madre pateando las preguntas/ por los caños de la piel/ hasta los huesos y andar/ humano no más/ apuntalando luchas/ controlando el pulso de la tierra.”
Porque “pateando preguntas” se trata de tomar la palabra y de hacerse escuchar como conjunto de “mujeres poderosas del arco iris», a las que se han sumado Elisa Loncon (Chile) y Zenaida Yasacama (Ecuador). Llegan al país para participar del encuentro llamado la «Minga de la Palabra», una audiencia plurinacional que se une a la «lucha de las mujeres del Tercer Malón de la Paz» para «fortalecer las alianzas a nivel latinoamericano de todo el movimiento indígena y la voz de las mujeres maloneras».
La historia empieza más o menos como conté al principio y como cuentan, de otra manera, las bellas imágenes de la película “Siervo ajeno”, o los documentales, la literatura y las letras de las canciones. Habrá que ver cómo sigue. Habrá que ver si en un mundo con tantas desigualdades, hay modo, o no, de tender la mano. De decir a los gritos que lo mucho que hay, por elemental sentido de la justicia, no debería pertenecer a unos pocos.