Un repaso por la historia de los Encuentros de Mujeres

Por Jaqueline Vassallo

Un repaso por la historia de los Encuentros de Mujeres

Un nuevo Encuentro se ha celebrado el pasado fin de semana largo en San Luis, pero no fue uno más ya que esta edición se hizo bajo la denominación 35º Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, No Binaries e Intersexuales. Un encuentro inclusivo y autónomo que permitió celebrar la reunión y el intercambio presencial de miles de participantes, tras la dura pandemia que vivimos desde 2020.

Más allá de la cobertura que hicieron los medios masivos de comunicación -a veces escasa, escueta y hasta prejuiciosa-, las notas informativas prácticamente no se detuvieron en la historia de los encuentros, que no fue lineal ni sencilla y merece un repaso para poder entender la magnitud de estos eventos que en Argentina se celebran cada año. Porque, además, el proceso que se atravesó desde los Encuentros Nacionales de Mujeres al Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, No Binaries e Intersexuales mereció un debate profundo en el marco del Taller Nº1 previsto para el día 8 de octubre; lo que sin duda responde a las prácticas teóricas y políticas de revisión y discusión que caracterizan a los feminismos.

Los Encuentros se iniciaron en 1986 y desde entonces recorrieron buena parte del país. Se constituyeron en un fenómeno único en América Latina y en el mundo que creció y se potenció a lo largo de las décadas. Se trata de una práctica social, política y personal trasformadora, anual, que dura tres días y que convoca a miles de participantes.

El primero de ellos se realizó en Buenos Aires, entre los días 23 y 25 de mayo de 1996. La iniciativa había surgido del Foro de Organismos no Gubernamentales que tuvo lugar en Nairobi (Kenia), el año anterior, durante la clausura de la Década de la Mujer de Naciones Unidas. Un grupo de mujeres argentinas que asistieron quedaron impactadas por las injusticias relatadas por sus congéneres de Asia, África y América Latina, y que si bien revestían distintas complejidades y densidades, todas compartían como denominador común la opresión que sufrimos las mujeres por el hecho de serlo. Fue entonces cuando volvieron al país con la premisa de encontrase y participar junto a otras, la vasta experiencia de lucha y resistencia.

Cabe recordar que unos años antes se habían iniciado los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe, donde se producían intercambios de experiencias a nivel continental y al que también asistieron mujeres argentinas. Estos encuentros se constituyeron, según la comunicadora Paula Lorenzo, en una suerte de “modelo” posible para llevar adelante un evento similar en el país, bajo dinámicas basadas en la autogestión, la autonomía, la democracia, la horizontalidad y el autofinanciamiento.

Desde sus inicios, el corazón de los Encuentros son los talleres, porque rompen con las estructuras en las que algunas personas tienen la palabra y las demás escuchan en silencio. En ellos cada participante tiene voz, sin jerarquías. Tampoco se participa a través de un documento previamente escrito, sino a viva voz y de manera presencial. Repasar los temas que trataron y se trabajan en la actualidad dan cuenta de las preocupaciones, pero también de la agenda de las mujeres, disidencias y de los feminismos a lo largo de las décadas: violencias, partidos políticos, salud mental, religión, cooperativismo, trabajo, educación, salud, aborto, sexualidades, visibilidad lésbica, activismos, pansexualidades, polisexualidades, trans y masculinidades no binaries, identidades, activismo gordes, entre tantos otros.

Las formas de funcionamiento y discusión se fueron ajustando y discutiendo a lo largo de las décadas: si solo podían participar mujeres, si era conveniente sumar paneles y foros, si era procedente tramitar una personería jurídica, consolidar una estructura representativa o promover la participación de un movimiento amplio y sin delegar la voz. También, si debía existir una comisión organizadora por lugar o una comisión de las “mujeres”, si cualquier lugar podía ser sede o solo los que cuentan con cierta infraestructura, si los encuentros solo tendrían alcance nacional o podían ser plurinacionales.

Para la organización propiamente dicha se asume a nivel local la responsabilidad de garantizar todo lo necesario para concretar el Encuentro, cuestión que se ha complejizado con el correr de los años debido al alto número de participantes. De esta suerte, la comisión organizadora trabaja para obtener permisos y habilitaciones necesarias de las escuelas y clubes donde funcionan los talleres y donde muchas duermen durante su estadía. En los ratos libres, también se comparte mate, charlas y reflexiones y que, junto a la marcha y los actos de apertura y cierre, son parte esencial del Encuentro.

Habida cuenta que el lenguaje “está vivo” porque va incorporando nuevos usos, nuevas palabras para nombrarnos –como bien ha señalado Lorenzo-, los Encuentros ya aparecen definidos en el Nuevo Diccionario de Estudios de Género y Feminismos, coordinado por Susana Gamba y Tania Diz (Biblos, Buenos Aires, 2021). Va desde aquí una invitación a la lectura y a la participación en el próximo Encuentro el año que viene que tendrá como sede la ciudad de Bariloche, en Río Negro.

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