Cartoneras, cómo es el feminismo en los sectores populares

Por Lucía Ríos

Cartoneras, cómo es el feminismo en los sectores populares

Las mujeres cartoneras tiran carretas de hasta unos 300 kilos. La naturalización de verlas por las calles de la ciudad no muestra la dureza del oficio: cada bolsón lleno de cartón pesa 80 kilos, y, para que rinda un día de trabajo, tienen que tener por lo menos cuatro bolsones. «Ya no tengo fuerza en las manos y las rodillas y la columna vertebral también tuvo sus consecuencias», cuenta Jackie Flores, secretaria de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores, y coordinadora del Programa de Promotoras Ambientales.

Hace 10 años y a raíz de las secuelas de cartonear y poner el cuerpo durante muchísimo tiempo, pero también desde un lugar histórico y de saberes, Jackie Flores presentó un proyecto clave para ella y sus compañeras: conformar el primer cuerpo de promotoras ambientales en la capital argentina. En la Legislatura porteña se lo negaron porque «dejaba de lado a los compañeros varones. No entendían el feminismo popular como lo entendemos ahora», enfatiza Flores.

Todo lo relacionado a la jerarquización dentro del sistema de reciclado con inclusión social lo maneja un varón. Choferes, operarios, enfardadores. La referente sindical apunta: «Lo que tiene que ver con la fuerza lo manejan los varones y no había una opción más para nosotras».

La independencia económica era una de las grandes razones por las cuales era importante crear un trabajo para las mujeres dentro del mundo cartonero. «Eso nos va a permitir salir de las violencias estructurales», recalca la referenta.

La Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores fue creada en 2011, y desde 2013 el programa de Promotoras Ambientales pasó a ser una realidad nacional y un derecho adquirido, gracias al apoyo del Movimiento de Trabajadores Excluidos y la lucha de las mujeres. Las promotoras ambientales son quienes tienen la tarea fundamental de enseñar y reeducar a la sociedad sobre reciclado, separación de residuos en origen y leyes preexistentes. Lo hacen mediante mapeos, timbreos y vínculos con los vecinos.

La independencia económica y las tareas de cuidados son dos de los reclamos que hacen las mujeres del sector cartonero hace años. Si bien la creación de este trabajo con perspectiva de género es un gran avance, no alcanza: el reconocimiento formal de la tarea de su sector es lo que más necesitan «para terminar con la violencia estructural».

Estrategias colectivas para los cuidados

Los sindicatos y las organizaciones que nuclean a quienes reciclan y cartonean no tienen un número exacto de cuántas personas efectivamente trabajan en todo el país. Sin embargo, Jackie Flores y María Castillo, la directora Nacional de Economía Popular, coinciden en que hay alrededor de 150.000 y que entre el 60% y el 65% son mujeres y jefas de hogar.

El día a día, la necesidad de los hijos, la escuela, con quién dejarlos, saber que sin trabajo no hay comida, son lo que la funcionaria reconoce como mayores dificultades en la vida de una cartonera. La tarea de cuidados sigue recayendo en las mujeres. Incluso las distintas cooperativas han llevado adelante algunas estrategias de guarderías y espacios donde el Estado aún no llegó. Las cartoneras organizadas y sindicalizadas remarcan la urgencia de que su trabajo en la economía popular sea reconocido. «Estamos muy contentas que exista el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, pero se sigue sosteniendo la violencia estructural con un potencial trabajo que nosotras mismas conseguimos», sentencia Jackie Flores. «Necesitamos espacios para el cuidado de nuestros niños, que la emergencia en violencia tenga perspectiva popular y necesitamos el salario para las que no pueden ni cargar la SUBE», avisa la referenta nacional. En su cuenta de Instagram sentencia: «Por otro lado, no hay políticas públicas que fortalezcan el trabajo que las organizaciones llevamos adelante contra la violencia de género. Somos una parte fundamental de la solución y nos están dejando afuera».

Una crónica de cuidados

Las promotoras se levantaron alrededor de las 5.30 para llegar a las 8 a la sede de promoción ambiental. Juntaron la folletería, las planillas, el equipo de protección por el Covid y se subieron a un colectivo. A cada rato aparecía el alcohol en gel, un mate para cada una y las charlas. En ese primer tramo del viaje una promotora jovencita cuenta que su marido, que cartonea en el turno tarde-noche, le estaba pasando factura por el cuidado de sus cuatro niños. «Les tiene que dar el desayuno, prepararlos para ir al colegio, llevarlos. No entiendo, a mí nunca nadie me preguntó cómo hacía para hacer eso y después ir a trabajar».

Esta imagen se repite. Algunos maridos se encuentran cansados a la hora de sumar una jornada laboral más a la que ya hacen como cartoneros. Recién ahora aparece un registro de todo lo que implica cuidar a los niños, pero también sostener la limpieza de la casa, del espacio en común y de la logística que eso conlleva.

Después de caminar largas cuadras por el primer destino, las promotoras ambientales siguieron a su próximo barrio. Esta vez se tomaron dos colectivos. Otra vez el alcohol en gel, los barbijos acomodados y la distancia.

A raíz de su trabajo por la mañana, los varones se están enterando cómo es cuidar integralmente, tanto hijos como espacios. Por eso aparece de manera tan urgente un sistema de cuidados, de jardines, de escuelas. Las cartoneras lo conocen bien.

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