Una investigación realizada por tesistas de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), en cooperación con la cátedra que aborda la adultez y la vejez y con la asociación civil Cepram (Centro de Promoción del Adulto Mayor, dio cuenta acerca de los numerosos cambios sociales provocados por la pandemia de coronavirus.
Es que la crisis sanitaria impactó en las emociones y experiencias de las personas. Esto provocó también que se hubiera apelado a distintas estrategias, según cada persona y grupo social, para afrontar el malestar que provocaban la incertidumbre y el contexto del Covid-19.
Al respecto, el informe evaluó cuáles fueron las diferencias entre adultos jóvenes, los de mediana edad, y las personas mayores en sus estrategias de afrontamiento a lo largo del tiempo de pandemia. Entrevistaron a 30 adultos de 24, de 46 y de 73 años, y también utilizaron los datos de una encuesta del Cepram realizada a 400 personas.
En la investigación, Sofía Bacigalupo, Nuria Cañete Jarma y Carla Irene Cayulef concluyeron que autocontrolar las emociones, distraerse e informarse fueron las principales estrategias para pasar la pandemia, reveló ayer un artículo de la periodista Virginia Digón. En todos los grupos, sin distinción de edad, la mitad de los entrevistados utilizó el apoyo social –solicitar, brindar ayuda, compañía y dinero– como la principal estrategia y la emplearon tanto varones como mujeres.
Manejo de la información
En el informe, las investigadoras indicaron que los entrevistados buscaron afrontar la situación elaborando planes de acción con el objetivo de minimizar y eludir las consecuencias adversas que puede conllevar el encierro.
“Mantener la mente activa, mantenerme activo, no estar tirado todo el día en la cama. ¿Qué puedo hacer? Bueno, comenzar con un emprendimiento. Puedo empezar un idioma, seguir progresando, aunque sea virtual, sin presencial y todo eso”, dijo una de las personas sobre la primera etapa con mayor aislamiento.
Otra respondió: “Apenas tuve un toque de plata, empecé a comprar equipos de gimnasia, trataba de esforzarme por hacer algo que normalmente me gustaba; no era lo mismo hacer ejercicio en mi pieza cargando la bolsa de boxeo que el ejercicio del gimnasio, con gente y con música. Pero era mejor que nada”.
En cuanto al apoyo informativo, estuvo presente en los relatos de los entrevistados, pero no fue la estrategia más empleada. Las personas manifestaron que se informaban a través de los medios de comunicación (radio, televisión, redes sociales) y de aquellos a los que tenían acceso. Además, en algunos casos consultaron a profesionales de la salud.
“La verdad es que nunca tuve miedo porque también tuve información, al contrario de la desinformación que se suele dar. Al tener por ahí familiares que son médicos y que están muy metidos en el tema, tuve contención del lado de la información, que, creo, es clave y que toda persona debería tener para no generar pánico”, explicó uno de ellos.
“O sea, no podía dejar de ver noticieros. Veía series, veía películas, todo; pero yo quería estar actualizada. Entonces mis amigas me escribían y me decían: ‘Nancy, para vos, ¿la vacuna está…? ¿Qué pensás?’. Yo le decía: ‘Mirá, la vacuna está… Mirá, yo siempre confié en la vacuna rusa, desde un principio´”, dijo otro, sobre el primer tramo de la pandemia.
Se interpreta que tanto hombres como mujeres que utilizaron esta estrategia tuvieron una herramienta más para enfrentar la situación de desconocimiento e incertidumbre que generaba la situación. Así lograron disminuir las conductas de paranoia y de temor colectivo.
«El vaso medio lleno»
Las estrategias más usadas en todos los grupos fueron la distracción (permite, a nivel cognitivo y emocional, prestar atención a estímulos que producen una sensación placentera) y la reevaluación positiva (posibilitó reinterpretar la situación, asimilar las emociones, y se incorporó en el esquema mental de los participantes). Puede interpretarse que ambas fueron recursos que permitieron a las personas salir de sus pensamientos intrusivos y hacer una valoración de la situación pandémica desde una perspectiva más amplia.
Los varones fueron los que más usaron el autocontrol porque se focalizaron en aguantar la situación y en seguir adelante, racionalizando sus emociones. “Era como sobrevivir en un búnker porque afuera cayó una bomba. Entonces, vamos a sobrevivir acá porque no sabíamos qué hacer con el tiempo, porque no se podía salir afuera tampoco”.
Mientras que la rumiación, la religiosidad y la espiritualidad fueron las estrategias más empleadas por las mujeres. Esto se debe a que estas se mostraron más preocupadas por la enfermedad y por las consecuencias que conlleva el Covid-19, indicando mayor cantidad de pensamientos reiterativos en sus expresiones.
“Este tipo de estrategias mentales y religiosas se incrementaban conforme aumentaba la edad de las personas. Los mayores se enfocaron en los buenos momentos, en seguir compartiendo con sus afectos, en ser agradecidos y en valorar lo que tienen”, dijeron las tesistas en el trabajo cuya dirección estuvo a cargo de Andrés Urrutia.
Regulación fisiológica
La regulación fisiológica pasiva fue la más utilizada durante la primera etapa del confinamiento y presentó una mínima diferencia en relación con el género. Las personas reaccionaron principalmente comiendo y durmiendo para tratar de regular las emociones negativas.
Transcurrido el tiempo y con la situación más asimilada, las personas mayores y jóvenes optaron por utilizar la estrategia de regulación fisiológica activa, puesto que es una estrategia adaptativa que promueve mantener el control activo del estado de ánimo, como hacer ejercicio físico o usar técnicas de relajación.
Las reacciones fueron variando desde el primer año, más complejo en cuanto a medidas sanitarias e incertidumbres, y el segundo, con más contagios pero ya con una mayor apertura de actividades y con la vacunación en marcha.
Del malestar a la esperanza
“Mucha ansiedad, al principio. Tristeza, algunas veces. No me las permitía mucho, pero sí tuve ataques de llanto en algunas ocasiones”, contó una encuestada. La estrategia de expresión regulada de las emociones se encontró dentro de los distintos grupos en igual medida, con poca diferenciación en relación con el género, y predominaba en varones. Esta estrategia consiste en una expresión franca de pensamientos y de sentimientos de manera no coercitiva ni manipulativa.
“Con la emoción que más me conecto es con la ira. Yo me enojo muy fácil. A mí cualquier contrariedad me enoja. Me es más fácil manejarlo así. Me es muy difícil decir: ‘Estoy triste, me siento sola.’ Otra emoción, la alegría, qué sé yo, lo doy como por sentado todo”, relató otra.
No obstante, en relación con la inhibición emocional en los diferentes grupos etarios, las personas mayores fueron las que más la emplearon. Se trata de una respuesta que se utiliza cuando ocurre un estímulo muy intenso que despierta angustia o temor, como el aislamiento social o la posibilidad de contagio.
En el primer tiempo de aislamiento, las personas mayores, en general, pudieron enfrentar el problema del confinamiento realizando actividades que fomentaban un buen estado de ánimo. Esto decayó con el paso del tiempo, lo que dificultó la continuidad, según indicaron las investigadoras.
Las personas de mediana edad, cuyas edades oscilan entre los 36 y los 55 años, son las que se encuentran más activas en el mercado laboral. Además, sostienen anímica y económicamente a su núcleo familiar.