Un estudio revela que los argentinos pasan alrededor de seis horas frente a las pantallas

El uso excesivo de los teléfonos celulares está afectando la salud mental y las relaciones sociales de los adolescentes, generando ansiedad, aislamiento y alteraciones del sueño.

Un estudio revela que los argentinos pasan alrededor de seis horas frente a las pantallas

Expertos destacan la necesidad de establecer límites y fomentar actividades fuera del ámbito digital.

En la última década, los teléfonos celulares han pasado de ser simples herramientas de comunicación a convertirse en dispositivos esenciales en la vida diaria de millones de personas. Su versatilidad no solo facilita la conexión con el mundo, sino que también ha transformado la manera en que trabajamos, nos entretenemos y socializamos. No obstante, su influencia sobre la vida cotidiana ha generado preocupaciones sobre los efectos de su uso excesivo, especialmente en los adolescentes, quienes están cada vez más inmersos en el mundo digital.

Según el informe Global Digital 2024, realizado por Meltwater y We Are Social, el uso del celular ha aumentado significativamente en América Latina, con Brasil liderando el ranking con un promedio de nueve horas diarias frente a la pantalla. Colombia sigue con siete horas y Argentina ocupa un lugar intermedio, con alrededor de seis horas al día de uso promedio. Este comportamiento refleja el acceso masivo a internet y la creciente conectividad en la región, que se ha extendido incluso a los adolescentes. En Argentina, por ejemplo, el 87% de los jóvenes entre 13 y 17 años posee un teléfono móvil, según Unicef.

Sin embargo, este uso intensivo de los dispositivos ha generado inquietudes, especialmente en relación con la salud mental de los adolescentes. Estudios como el de Common Sense Media indican que los jóvenes pasan más de siete horas al día frente a una pantalla, excluyendo el tiempo dedicado a actividades escolares. Esta exposición prolongada a los dispositivos está relacionada con problemas como la ansiedad, la depresión y el aislamiento social.

Fuente: Meltwater – We Are Social.

Un estudio de JAMA Pediatrics alerta que los adolescentes que pasan más de tres horas diarias en redes sociales tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas emocionales debido a los estándares inalcanzables que predominan en estas plataformas. Estos estándares pueden afectar la autoestima y la imagen personal de los jóvenes, exacerbando problemas de salud mental.

Además, la luz azul de las pantallas interfiere con la producción de melatonina, la hormona que regula el sueño, lo que puede causar insomnio y fatiga crónica. La alteración del sueño, a su vez, repercute en la concentración, el rendimiento académico y puede intensificar problemas como el estrés y la ansiedad.

En respuesta a esta problemática, organizaciones como la American Academy of Pediatrics destacan la importancia de una adecuada gestión del tiempo frente a las pantallas y sugieren limitar el uso recreativo de la tecnología a menos de dos horas diarias para los adolescentes. Fomentar actividades físicas, sociales y de esparcimiento fuera del mundo digital se presenta como una estrategia clave para mitigar los efectos negativos de la sobreexposición tecnológica.

Fuente: Onside – Girlguiding.

Por su parte, OnSide, una organización dedicada al bienestar juvenil, ha identificado una tendencia preocupante en muchos adolescentes: la presión por estar constantemente disponibles en redes sociales, fenómeno conocido como Fear of Missing Out (FOMO). Esta necesidad de conexión constante se ha intensificado en los últimos años, afectando las relaciones sociales cara a cara y limitando las habilidades interpersonales. De hecho, más de la mitad de los jóvenes encuestados por OnSide expresaron su deseo de reducir el tiempo dedicado a sus teléfonos, pero manifestaron no saber cómo hacerlo.

La falta de herramientas para establecer límites se ha convertido en un obstáculo para muchos, lo que ha llevado a que esta generación sea denominada «Generación Aislamiento», ya que el 75% de ellos pasa la mayor parte de su tiempo libre en casa, alejándose de las interacciones físicas.

Aunque la pandemia exacerbó esta tendencia, la continuidad de esta dinámica refleja un cambio más profundo en las rutinas sociales. Los jóvenes, aunque más conectados digitalmente, parecen sentirse más insatisfechos con sus vidas. Solo el 15% de los jóvenes considera que su teléfono es una fuente de felicidad, lo que pone en duda los beneficios emocionales del uso intensivo de la tecnología.

Ante estos desafíos, los expertos insisten en la necesidad de crear espacios de desconexión digital y promover actividades al aire libre, así como una comunicación cara a cara. Los padres, educadores y profesionales de la salud desempeñan un papel fundamental en enseñar a los jóvenes a gestionar su relación con la tecnología de manera equilibrada y consciente, con el objetivo de preservar su bienestar emocional y social.

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