La disputa territorial entre Venezuela y Guyana en relación con la región del Esequibo, una extensión de aproximadamente 160.000 kilómetros cuadrados, ha emergido como un tema de gran importancia en la política internacional de América del Sur.
El conflicto tiene sus raíces en interpretaciones disímiles de los límites territoriales establecidos durante el período colonial, generando tensiones persistentes a lo largo del tiempo.
Esta región, notable por sus recursos naturales (entre ellos, petróleo y minerales) ha intensificado las rivalidades entre ambas naciones, amplificando las ramificaciones económicas y geopolíticas asociadas con su posesión.
En lo que respecta a los EEUU, se mostraron contrarios al referéndum y pidieron que se respeten las fronteras establecidas en 1899, “mientras no haya un acuerdo entre las dos partes o un organismo competente lo decida”, como declaró el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, quien también comunicó la posición oficial de la Casa Blanca: “Pedimos a Venezuela y a Guyana que sigan buscando una solución pacífica a su disputa. Esto no es algo que se pueda resolver mediante un referéndum”.
El Acuerdo de Ginebra, de 1966, firmado entre Venezuela y el Reino Unido, buscó establecer un marco para la resolución pacífica de la disputa, designando a la ONU como mediadora. No obstante, a lo largo de las décadas las negociaciones han enfrentado numerosos obstáculos, y una solución definitiva aún no ha sido alcanzada. Este “impasse” ha llevado a episodios periódicos de tensiones diplomáticas y, en algunos casos, ha afectado las relaciones bilaterales entre los dos países.
El caso del Esequibo destaca la complejidad y la persistencia de las disputas territoriales heredadas de la época colonial en América Latina, subrayando la necesidad de mecanismos efectivos de resolución de conflictos y la importancia de la diplomacia para abordar de manera justa y equitativa estas cuestiones territoriales. La atención internacional continúa centrada en este conflicto, con la esperanza de encontrar una solución que promueva la estabilidad en la región y respete los principios del derecho internacional.
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, afirmó el lunes que cuenta con un plan para recuperar lo que considera los “derechos históricos” de Venezuela sobre el Esequibo; no obstante, Maduro no proporcionó detalles específicos sobre la estrategia para lograr este objetivo. Durante un evento con las autoridades electorales, parlamentarias y de su gobierno, destacó que el “mandato popular” marca el comienzo de una nueva fase en la lucha por la Guayana Esequiba, subrayando la existencia de un plan, un concepto y una visión.
En una consulta en la que participó el 95% de los venezolanos (10.431.907 de ciudadanos se acercaron a votar, de acuerdo con datos oficiales, pero es una cifra fuertemente discutida por la oposición, que asegura que fueron poco más de 2.100.000) donde la mayoría respondió afirmativamente a las cinco preguntas planteadas, se incluyó una relacionada con la anexión del territorio en disputa al mapa nacional. Esta propuesta también contemplaba la creación de una región llamada Guayana Esequiba y la implementación de un “plan acelerado” para atender a su población mediante la concesión de ciudadanía y la emisión de documentos de identidad.
Guyana limita al norte con el océano Atlántico, al este con Surinam, al oeste con Venezuela y Brasil, y al sur con Brasil. Lo que reclama Venezuela como propio representa el 74,21% del territorio guyanés. A su vez, Surinam reclama una parte del territorio oriental equivalente al 7,26% del país. Guyana ha contado con el respaldo de diversos actores internacionales en el marco de este conflicto. EEUU y el Reino Unido han expresado su apoyo a la posición guyanesa, así como también lo han hecho los países miembros de la Comunidad del Caribe (Caricom).
Es interesante destacar la paradoja en la que se encuentra Venezuela, ya que países que han sido históricamente aliados de Caracas, como Cuba y China, han optado por respaldar a Guyana en este conflicto territorial. Esta dinámica refleja las complejidades de las relaciones internacionales y cómo los intereses geopolíticos pueden influir en las alianzas y decisiones de respaldo en situaciones específicas.
La riqueza de recursos naturales en la región ha exacerbado las rivalidades, con ramificaciones económicas y geopolíticas significativas. A pesar de los esfuerzos de mediación, el acuerdo de 1966 no ha logrado proporcionar una solución duradera, y las tensiones diplomáticas periódicas han afectado las relaciones bilaterales. Los temores de la comunidad internacional respecto de un conflicto regional intensificado, que pueda llegar a mayores, no están siendo infundados por estas horas.
De cara a las elecciones presidenciales del segundo semestre de 2024, donde el oficialismo tiene todas las de perder, el chavismo busca asegurar un conflicto externo para intentar unificar un poco el frente interno. Maduro afirmó que el resultado del referéndum le otorgó legitimidad para llevar adelante «un plan acelerado para la atención integral a la población actual y futura de ese territorio que incluya, entre otros, el otorgamiento de la ciudadanía y cédula de identidad venezolana”. La conexión entre este conflicto y las elecciones presidenciales de 2024 añade una dimensión adicional a la compleja situación.