La reciente viralización de la creación de imágenes con inteligencia artificial, evidenciada por la proliferación de avatares con estética de Studio Ghibli en redes sociales, ha suscitado interrogantes sobre su impacto ambiental. Según un análisis de Natalia Mazzei – Ecointensa, detrás de la aparente inocuidad de estas creaciones digitales se esconde una infraestructura con significativas demandas energéticas y de recursos hídricos.
La generación de imágenes con IA se basa en la carga de una imagen en plataformas que integran inteligencia artificial generativa, la selección de un estilo visual y el procesamiento que da como resultado una nueva imagen. Sin embargo, este proceso aparentemente sencillo se apoya en una vasta red de centros de datos que procesan millones de operaciones por segundo, servidores que requieren energía constante y sistemas de enfriamiento que consumen grandes cantidades de agua potable.
El consumo energético asociado a la inteligencia artificial es considerable. Actualmente, la producción de herramientas de IA gasta entre el 3% y el 4% de la energía mundial, y se estima que para 2030 este consumo ascenderá al 25%. Es crucial considerar que cada vez que se genera una imagen, el modelo de IA se activa nuevamente, multiplicando el consumo energético. Para ilustrar la magnitud de este impacto, Natalia Mazzei – Ecointensa señala que el entrenamiento de un solo modelo de Inteligencia Artificial equivale a la emisión de CO2 de cinco automóviles durante 15 años.
Si bien toda actividad en el mundo virtual tiene un impacto ambiental, la creación de imágenes con modelos generativos implica cargas computacionales mucho más pesadas que tareas como enviar un correo electrónico. El crecimiento «astronómico» del uso de la IA a nivel global, como advirtió Sam Altman de OpenAI, podría conducir a una «crisis energética catastrófica». América Latina se presenta como una región estratégica para la instalación de centros de datos que buscan satisfacer esta creciente demanda.
Herramientas como ChatGPT, que experimentó un rápido crecimiento de usuarios, son un ejemplo del auge de la IA. Se espera que el mercado de la IA crezca significativamente en los próximos años, lo que podría llevar a un aumento considerable en la demanda de agua para la fabricación de chips y la refrigeración de centros de datos. Un estudio científico sugiere que para 2027, la demanda mundial de agua para estos fines podría igualar la mitad del consumo del Reino Unido.
El reciente fenómeno viral de las imágenes estilo Ghibli ilustra cómo un uso masivo y repentino de estas tecnologías puede disparar abruptamente el impacto ambiental. Se estima que cada imagen generada por IA puede consumir entre 0,018 y 3,45 litros de agua, dependiendo de la complejidad del proceso. La creación de aproximadamente 200 millones de estas imágenes en menos de una semana se tradujo en un consumo estimado de 216 millones de litros de agua. La alta demanda incluso llevó a OpenAI a limitar el acceso a la función de creación de imágenes para usuarios gratuitos.
Ante este panorama, Natalia Mazzei plantea la necesidad de reflexionar sobre el uso masivo y no regulado de estas tecnologías en un planeta que enfrenta una crisis climática. Se aboga por repensar los hábitos digitales a nivel individual, evitando el uso compulsivo e innecesario de la IA, y tomando conciencia de la huella digital que cada acción online genera.
A nivel colectivo, se destaca que la inteligencia artificial avanza más rápido que las leyes, lo que abre la oportunidad de definir una regulación adecuada. Se sugiere la implementación de evaluaciones ambientales para la industria tecnológica y la declaración de su huella de carbono. Asimismo, se considera fundamental que los proveedores y beneficiarios económicos de estas herramientas asuman la responsabilidad de la educación digital de los consumidores, promoviendo un uso crítico y ético de la IA.
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