OTAN, Ucrania sigue pendiente

Por Gonzalo Fiore Viani

OTAN, Ucrania sigue pendiente

Esta semana se celebra la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en la ciudad de Vilna, capital de Lituania. Allí se encuentran los 31 jefes de Estado de los países miembros de la alianza, además de países invitados, entre ellos el más sonante es el presidente ucraniano Volodomir Zelenski.

La elección de la ciudad de la cumbre no es casual, ya que Vilna se encuentra apenas a 35 kilómetros de distancia de Bielorrusia, aliado clave de Rusia en el conflicto de Ucrania.

Kiev es el más interesado en que su país ingrese a la alianza trasatlántica, pero esto no parece contar con el visto bueno del resto de los miembros, especialmente de los Estados Unidos. El mismo Zelenski reclamó en un tono que causó cierto malestar entre algunos de los presentes a la cumbre, al asegurar que sería “absurdo y sin precedentes” que el encuentro finalice sin el establecimiento de un cronograma claro para el ingreso concreto de Ucrania al bloque.

El principal escollo, más allá de lo político, es que la OTAN tiene un estatuto, denominado Plan de Acción para la Adhesión, en donde se establecen requisitos y condiciones que Kiev no se encuentra en condiciones de cumplir. Entre ellas, la de resolución más compleja en el corto e incluso en el mediano plazo, no tener ningún conflicto limítrofe.

Tras el visto bueno de Turquía, Suecia sí se incorporará a la OTAN.

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan, afirmó que su gobierno impulsará el proceso en el poder legislativo de su país, para acelerarlo, en la medida de lo posible. Esto tendrá distintos impactos, que van más allá del ingreso sueco a la organización.

Previo a reunirse con su par estadounidense Joe Biden, el líder turco, recientemente reelecto, aseguró que esto será una oportunidad para abrir una “nueva era” de mayor entendimiento y cooperación entre Washington y Ankara. Las relaciones de Turquía con sus socios de la OTAN, especialmente con los Estados Unidos, siempre tuvieron idas y vueltas y cierta tensión debido a los vínculos de Erdogan con Vladimir Putin, y la compra de armas al Kremlin por afuera del reglamento de la OTAN, más precisamente, cuando, en 2017, Turquía suscribió un acuerdo con Moscú con el objetivo de adquirir los sistemas antimisiles rusos S-40, lo que provocó que Estados Unidos deje de vender los cazas F-35 de su fabricación nacional a los turcos.

El principal escollo para el ingreso sueco a la OTAN era muy similar al problema que enfrentaba Finlandia. Turquía se oponía debido a que los países nórdicos tienen una mirada permisiva de acuerdo con los estándares de Ankara para con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PPK), un partido político opositor al gobierno de Erdogan, y que es considerado un grupo terrorista por las autoridades del país, pero también por la Unión Europea y los Estados Unidos. Para lograr el apoyo de Erdogan, a instancias de los Estados Unidos y el resto de los socios de la OTAN, el gobierno sueco reformó sus leyes respecto de la cuestión del terrorismo, agregando la tipificación del delito de terrorismo a la mera pertenencia o apoyo financiero, logístico, o de cualquier tipo, a una organización terrorista.

Otro de los motivos para que Erdogan cambie su posición, al parecer, tiene que ver con la venta de equipamiento militar, más concretamente de los aviones cazas estadounidenses, que, según Jake Sullivan, Consejero de Seguridad Nacional de la Administración Biden, volverán a ser vendidos a Turquía muy pronto.

Para el secretario general de la alianza, Jens Stoltenberg, se trata de un “un paso histórico que beneficia a la seguridad de todos en este momento”. Hasta el último momento previo a la cumbre, Erdogan insistió con que Bruselas primero debería destrabar la “vía a la adhesión de Turquía a la Unión Europea”, pero este pedido fue visto como una especie de extorsión por parte de los dirigentes europeos, incluso el canciller alemán Olaf Schölz declaró en Berlin que ambas cuestiones no tenían nada que ver entre ellas.

Respecto de la cuestión ucraniana, más allá de que el estatuto pueda ser reformado o se hagan excepciones en su caso, lo cierto es que el principal problema es político. Biden dijo no creer que Kiev “esté lista para formar parte de la OTAN en medio de una guerra”. Sucede que esta posibilidad incomoda a los aliados ya que, en caso de que un país parte de la alianza sea atacado o ingrese en guerra, los otros Estados deben apoyarlo militarmente.

A pesar de lo que dicen los socios de la OTAN y el mismo Zelensky, la contraofensiva ucraniana no ha tenido ni por asomo el éxito esperado, y todo parece indicar que será un nuevo fracaso militar para el país. Por eso, quizás, tanto apuro en el reclamo ucraniano, y también, tanta negativa por parte de los socios.

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