Huellas de una pandemia: el gran desafío de abordar la salud mental de las personas mayores

Club de la Porota

Huellas de una pandemia: el gran desafío de abordar la salud mental de las personas mayores

A continuación queremos compartirles un fragmento de la Nota Central del boletín n° 25 del programa iberoamericano de cooperación sobre la situación de los mayores elaborado por la OISS. En la ocasión, diferentes especialistas reflexionan sobre la “Salud mental de las personas adultas mayores en tiempos de pandemia por el COVID”. Por razones de espacio eliminamos algunas partes. Si bien es un texto poco habitual para la sección de “El Club de la Porota” te recomendamos que lo leas ya que pone en relieve realidades a veces difíciles de reconocer y que podremos comprender, asistir y revertir siempre y cuando, de manera comunitaria, cada quien desde el lugar que le toque (personas mayores, instituciones públicas y privadas, sociedad civil, etc.) tomen conciencia y actúen con el fin de mejorar el proceso de envejecimiento poblacional. Gracias.

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Por Mariana Rodríguez, Leandro Laurino y Esteban Franchello (comunicadores y gerontólogos)

El mundo lleva casi dos años transitando una experiencia pandémica inédita e inesperada que tuvo y continúa teniendo matices e intensidades en múltiples aspectos y ámbitos. La complejidad que reviste este fenómeno requiere, un abordaje integral, multidisciplinar y del compromiso de todos los sectores. Muchas veces es necesario resaltar lo evidente: se precisan políticas públicas y acciones para dar respuesta a millones de personas, en especial, a aquellas que se encuentran en mayor situación de vulnerabilidad.

En el ámbito de la salud, los/as profesionales especialistas sostienen que es difícil identificar todas las consecuencias -en el cuerpo, la psiquis y el alma- de vivir una experiencia como la generada por el COVID-19, en la que frente a las características particulares del virus que precisa del distanciamiento y el aislamiento social para su prevención, han primado fuertemente sensaciones y sentimientos adversos como temor, angustia, imprevisibilidad, irritación y depresión, entre otras.

(…) La sobrecarga de noticias, contabilizando los casos y las muertes de manera sistemática, aportó también a la afectación de la salud mental de muchas personas de todas las edades, agravando la de quienes ya tenían problemas existentes, pero especialmente atentó contra el bienestar y la calidad de vida de las personas mayores: el grupo identificado como el de mayor vulnerabilidad y riesgo de muerte.

“¿En qué lugar dejamos a las personas mayores cuando las definimos como grupo vulnerable?”, preguntaba oportunamente el psicólogo Fernando Berriel en una entrevista brindada al noticiero VTV de Uruguay. Su interrogante invitaba a reflexionar sobre aquello que no era una mera definición, sino también una forma de posicionar a este grupo social frente a la pandemia, en particular, y frente a la existencia, en general. ¿Cómo contribuir, entonces, al fortalecimiento o empoderamiento de este grupo si las palabras que lo definen lo debilitan y desempoderan?

La salud mental en foco

En virtud de los datos publicados en la última edición del Atlas de Salud Mental, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, manifestó que “es extremadamente preocupante que pese a la evidente y creciente necesidad de servicios de salud mental, agudizada aún más durante la pandemia de COVID-19, no se cumplan los compromisos adquiridos de inversión”.

(…) A su turno, la Federación Mundial de Salud Mental expuso un conjunto de factores que generan desigualdades sociosanitarias en la vejez, que “pueden agravarse aún más por la discriminación de género, étnica y racial de las personas mayores” y cómo la pandemia ha puesto en evidencia “la marginación biopsicosocial” de este grupo poblacional dando lugar a una “crisis invisible de derechos humanos” en dicho contexto.

(…) Desde una concepción ecológica y social, la doctora en Psicología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), María Montero López-Lena, complementa la definición de la OMS y agrega que “el concepto de salud mental hace referencia tanto al estado como al proceso que permite al organismo mantener y prolongar el equilibrio físico, social y emocional”. Y desarrolla: “como estado, la salud mental integra la noción de bienestar subjetivo, donde el componente esencial es la percepción de funcionalidad adaptativa que la persona alcanza a partir de sus interacciones con el contexto socio-físico donde se desenvuelve. Como proceso, la salud mental es el resultado de transacciones continuas y equilibradas entre la persona y los contextos físico, biológico, social, cultural y diacrónico”(…)

(…) El especialista e investigador español Javier Yanguas, advierte que “estamos empezando a ver las consecuencias de la pandemia en la salud mental y los estudios así lo dicen: se ha multiplicado por tres la tristeza, por cuatro la ansiedad y por cinco el estrés postraumático. (…) La soledad en personas mayores cada vez es más compleja (…)”.

De esta manera, nuevamente lo evidente, la salud mental de las personas mayores precisa de la acción política para ser garantizada, se necesita la presencia de los Estados para el logro y/o fortalecimiento de sus derechos humanos.

La resiliencia y lo comunitario frente a la pandemia

Inmersas en condiciones de distanciamiento y aislamiento social, muchas personas mayores también dan cuenta de su capacidad de adaptación y resiliencia. Por lo tanto, como señala el psicólogo e investigador español, Feliciano Villar: “es injusto abordar esta etapa de la vida sólo desde una perspectiva de la patología y el riesgo. Hemos de valorar, tener en cuenta y aprovechar las fortalezas de las personas mayores, no sólo tenemos que fijarnos en sus debilidades”.

Por otra parte, el maltrato, el destrato, la subestimación, la infantilización y la discriminación generan impactos negativos en la salud mental. Cuando se interiorizan los estereotipos, señala la psicoanalista Marisol del Pozo en una reciente charla virtual, se anulan las posibilidades de hacer y de ser: “a esta edad ya no puedo esperar más”; “a esta edad por qué voy a querer probar nuevas actividades”; o “eso ya no me corresponde”. El reciente documento de la Federación Mundial de Salud Mental, presenta una tabla que enumera una serie de efectos psicosociales que la pandemia ha provocado en las personas mayores, entre ellos se mencionan: miedo a morir solo/a; aislamiento social; soledad; duelo y “culpa del superviviente”; empeoramiento de demencias y depresiones preexistentes; ansiedad; estigma y discriminación por edad; aumento de los malos tratos (especialmente en instituciones); propensión a la desinformación y restricción de la movilidad y la autonomía.

Por otro lado, las palabras reflexivas de Mercedes Zerda contribuyen a ampliar la mirada sobre la salud mental a partir de su experiencia con personas mayores indígenas originarias de Bolivia. Según la psicogerontóloga, la medicina aymara tiene una visión holística “que entiende al cuerpo como una unidad que funciona relacionando todos los órganos y sistemas, pero además no diferencia la salud física de la salud mental, todas las enfermedades tienen componentes físicos, emocionales y mentales”. Asimismo, afirma que “la fortaleza de su sistema comunitario permitió enfrentar la pandemia con una visión muy diferente a la de la cultura occidental, que ha reaccionado propagando mucho miedo y las personas mayores de la Comunidad Awicha, y en general el pueblo Aymara, perciben de otra manera la pandemia. Es ahí donde entramos al ámbito de la salud mental que tiene que ver con la espiritualidad de este pueblo, sostenida sobre todo por las personas viejas”.

En dicha población mayor, reconoce Zerda, “no han emergido problemas de salud mental con la pandemia. Su manera de relacionarse con la naturaleza y su fuerte sentido comunitario les hace muy resistentes a trastornos mentales y les brinda herramientas para enfrentarlos, en las comunidades campesinas el sostén comunitario todavía es mayor”. Mientras que en las ciudades, donde el sentido de lo comunitario suele aparecer más desdibujado y en general las personas mayores viven solas, las posibilidad de atravesar momentos de soledad no deseada alertó a organismos públicos y a organizaciones civiles, quienes impulsaron propuestas de voluntariado y aprendizaje, especialmente con la intención de favorecer la conexión e integración virtual.

Mariane Krause, decana de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, destaca que “se ve, al mismo tiempo, que las personas mayores han tenido recursos específicos para sobrellevar esta situación de estrés. Por ejemplo, un mayor uso de teléfonos inteligentes (uso de videollamadas y redes sociales), una mayor conectividad social y un aumento de la presencia y de la colaboración intergeneracional. Por lo tanto, este estudio nos muestra no solamente el impacto negativo de la pandemia, sino la capacidad de resiliencia de las personas mayores, y como Facultad tenemos un compromiso con visibilizar las preocupaciones de las personas mayores en esta crisis no solo sanitaria, sino también psico-socio-cultural”.

(…) Aún en contextos adversos para la salud mental, se pueden identificar mecanismos y actitudes de cuidado para las personas mayores, cuidadores/as, familiares y redes sociales. Pensar herramientas que aborden la resiliencia es otra de las tareas que queda pendiente para potenciar desde las políticas públicas en este nuevo mundo incierto que estará integrado por un porcentaje alto de personas mayores y de personas con Alzheimer y otras demencias. La pandemia continúa y en su paso deja huellas que para los Estados se traducen en múltiples desafíos, entre otros, para abordar la salud mental no sólo de las actuales personas mayores, sino también de quienes transitarán la vejez en el futuro.

 

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