Ada y Leonor

Lecturas de viernes | Por Darío Sandrone

Ada y Leonor

Madre Baile

La primera película que fui a ver al cine desde que comenzó la pandemia fue Madre Baile”, un documental cordobés que narra los orígenes del cuarteto a través de la historia de su creadora, Leonor Marzano. Siendo una niña, esta santafesina se mudó a Córdoba junto a su padre, Augusto, donde comenzó a estudiar en conservatorios de música para convertirse en una pianista virtuosa. Una tarde, Leonor jugaba con el piano y mientras intentaba imitar los tonos del contrabajo, instrumento que tocaba su padre, creó un nuevo ritmo que al principio llamaron saltarín”, sin saber que después el pueblo cordobés lo bautizaría tunga-tunga”. El documental se inspiró en el disco y la canción homónimos grabados en 2011, por la cantante y percusionista Vivi Pozzebón, quien protagoniza el documental, entrevistando a personajes de Córdoba, integrantes de la familia Marzano, intelectuales que estudian el fenómeno del cuarteto, y artistas recientes del género. También reúne testimonios de personas de todas las edades que asistieron o asisten a los bailes típicos de este género musical, que, por otra parte, tiene casi el monopolio de público en Córdoba, a tal punto que incluso al rock le ha costado siempre hacer pie aquí.

Madre algoritmo

Es cierto que, a priori, la vida de una mujer de mediados de siglo XX en Córdoba, no debería parecerse a la de una mujer de mediados del siglo XIX en Londres. Sin embargo, tal vez podamos hacer algunas conexiones con la historia de Ada Lovelace. Ya hemos escrito sobre ella en otras ocasiones y, sin embargo, su figura parece acrecentarse con el paso del tiempo e invita a volver a ella nuevamente. Se la suele recordar por su participación en el diseño de la máquina del matemático Charles Babbage, aquel armatoste de más de 15.000 piezas, donde decenas de engranajes metálicos se movían a alta velocidad hasta arrojar el resultado de cálculos matemáticos complejos, y que se considera la primera computadora de la historia. Las instrucciones se daban a través de tarjetas perforadas, pero encontrar la manera de distribuir las perforaciones para que los engranajes realicen tal o cual cálculo era una tarea imposible, y sin embargo eso fue lo que hizo Ada, cuando demostró cómo hacer que la máquina obtenga una serie de números de Bernoulli. Publicó su descubrimiento en 1843, con tan solo 28 años de edad. Algunos historiadores de la informática piensan que este fue el primer algoritmo específicamente diseñado para ser ejecutado por una computadora, lo que convierte a Ada Lovelace en la primera programadora de la historia. Sin embargo, aunque en los libros es común leer que Babbage fue padre de la computadora, es menos frecuente leer que Ada fue la madre de los algoritmos.

Tunga-tunga

Además de un ritmo, se puede decir que Leonor Marzano inventó una técnica. Según dicen los que saben de música (que por cierto no es mi caso), la innovación de Leonor consistió en una nueva manera de tocar el piano, dándole protagonismo a la marcación de la mano izquierda y, en la ejecución en dos tiempos, pegar fuerte en la primera nota y débil en la segunda, enfatizando el tun” y moderando el ga”. Junto a su padre, que tocaba el contrabajo, un acordeonista y un violinista, formaron el Cuarteto Característico La Leo”, y debutaron en la por entonces Radio LV3, el 4 de junio de 1943 (exactamente un siglo después del artículo de Ada). Leonor tenía apenas 22 años y los músicos seguían el compás de su mano izquierda como a un director de orquesta. El ritmo entró en la casa de los cordobeses como una bocanada de aire fresco, y dado que fusionaba la cadencia de la tarantela y el pasodoble, los dos estilos musicales favoritos de los inmigrantes europeos que habitaban el suelo cordobés, pronto se difundió por toda la provincia y las contrataciones comenzaron a llover. Desde entonces y hasta la fecha, se han realizado miles de bailes y conformado cientos de bandas de cuarteto, de las que han surgido distintas variantes, en todas las cuales, sin embargo, la mano izquierda del piano es la protagonista. Las orquestas típicas sumaron cantantes; luego fueron influidas por los ritmos centroamericanos, incorporaron trompetas, timbales; en los 80 llegaron los sintetizadores y las guitarras eléctricas. No obstante, en más de 70 años de historia, hay algo que las bandas de cuarteto casi nunca incluyeron: mujeres.

Bronce y anti-princesas

A pesar de las diferencias epocales y culturales, Ada y Leonor compartieron una misma circunstancia. Crearon una técnica difundida en ámbitos que se volvieron sumamente masculinos, y donde las mujeres tienen poco lugar. No importa si la técnica tiene un origen femenino, si funciona, su difusión, propagación y comercialización en un sistema patriarcal queda bajo el dominio de los varones. El ambiente de la programación, por ejemplo, es predominantemente masculino, al igual que las ingenierías electrónicas o en sistemas. Los CEOs de las grandes empresas tecnológicas son varones, al igual que la mayoría de los empleados ligados a las tareas de programar; las mujeres suelen ser asignadas en sectores de atención al cliente o ventas. Por eso mismo, en los últimos años se ha reivindicado la figura de Ada Lovelace, publicándose más textos sobre su trabajo. Incluso, se la ha considerado un símbolo de movimiento cyberfeminista y no es extraño encontrar su figura en libros infantiles en clave anti-princesa.

Por su parte, a pesar del éxito y la difusión del cuarteto, son contadas con los dedos de las manos las integrantes mujeres en las formaciones. Sí aparecen en las letras, como esposas infieles, madres sacrificadas y musas inspiradoras, pero en las bandas casi no hay músicas, cantantes, compositoras, ni letristas. Tal vez por eso, la figura de Leonor Marzano poco a poco se instala como un símbolo, luego de su muerte en 1993. El documental Madre Baile”, dirigido por Carolina Rojo, da un paso en ese sentido. En paralelo a la historia de Leonor, tematiza la cuestión y entrevista a algunas de las mujeres que a duras penas buscan o han buscado un lugar en esa cultura. En 2015, la municipalidad de Córdoba instaló una estatua de Leonor Marzano en el paseo de la fama de la peatonal. Allí está Leonor, sentada al piano, con la mano izquierda agazapada, como queriéndose sacudir el bronce.

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