«Mi recherche», de Alberto Cisnero

Por Leandro Calle

"Mi recherche", de Alberto Cisnero

Cuarenta y un poemas, concisos y apretados, nos ofrece Alberto Cisnero. Poemas en los cuales parece fácil la navegación, pero hay que considerar que se trata de un río de aguas profundas. Un lector superficial tal vez no lo note y haga una mirada horizontal, como quien mira a lontananza. Una segunda lectura revela un libro poderoso, que incluye, a mi modo de ver, una crítica feroz, un desafío.

Preciso y certero es, a su vez, el prólogo del escritor y crítico Lucas Margarit, que desde el título “Del diario al poema” ilumina la escritura: “Mi recherche, es otra forma de recordar, como hablar es también otra forma de la memoria. No hay fotografías, sino la memoria que recupera con cada palabra la imagen nostálgica de un “antes” que es experiencia de lectura y de observación. Y aquí no es sólo ese pasado individual, sino que se presenta en un pasado colectivo. Recordar es escribir y señalar el detalle del recuerdo”.

El título nos lleva inevitablemente a Proust. Margarit en su prólogo afirma que “el río es un calidoscopio que resuena a lo largo de todo el libro” y esa palabra (mágica, casi ligada a la infancia) me recuerda los primeros párrafos de “En búsqueda del tiempo perdido”: “Me volví a dormir, y a veces ya no me despertaba más que por breves instantes, lo suficiente para oír los chasquidos orgánicos de la madera de los muebles, para abrir los ojos y mirar al calidoscopio de la oscuridad, para saborear, gracias a un momentáneo resplandor de consciencia, el sueño en que estaban sumidos los muebles, la alcoba, etc.”

Esta vinculación con Proust, que se puede realizar a través del título, lejos de afincarse en una pretensión burguesa, es, más bien, una herencia posible de lecturas. Las infinitas tramas que atraviesan el río oscuro de la literatura.

Bitácora del tiempo, el libro de Cisnero es un diario que casi se escribe con la complicidad del lector. Diario que da cuentas de un itinerario propio que, de manera sutil, indica su alejamiento del alarde del jet set: “si fuésemos artistas, literatos líricos/ que injieren en sectas, haríamos de cada línea/ un instrumento para la vanidad personal y el alarde,/ pasajes donde acogeríamos invectivas, elegías/ en una diáfana jerga, ornando con encono/ (y notas al pie) haber estado tan lejos de lograrlo.”

Esa “diáfana jerga” se opone tal vez, a esa otra jerga propia, la del suburbio de la poesía (tal vez toda poesía auténtica es suburbial). Por eso puede incorporar entre la urdimbre de los versos un poco de Celedonio Flores en el poema 26 sin siquiera darnos un aviso: “creemos en la fogata hecha con parqué./ en el lugar donde se verifica la cirrosis/ hepática. en los atardeceres, los arrabales/ y en encontrar al final del día marroco y catrera.” Ese “marroco y catrera” de “El bulín de la calle Ayacucho” no se señala, porque no es una nota de erudición, ni tampoco un préstamo literario. Es una savia, una corriente más profunda del río, que anda por debajo de la superficie. Un guiño al lector avisado. Al mismo tiempo, un guiño que no se jacta, sino que simplemente da cuentas de lo que lleva el río en su andar.

Río que es de todos. Esto también puede entenderse en el hecho de que los poemas, compactos y concisos, carecen de mayúsculas, incluso cuando hay puntos seguidos entre los versos. Todo el espacio del poema parece moverse en una uniformidad minúscula donde la fuerza reside no en lo que se ve sino en lo que se dice. Y ahí sí, la palabra de Cisnero pareciera ser una palabra representativa de una nostridad, de una posible sublevación, de una feroz crítica social con conciencia de finitud, pero también de justicias.

Por eso el poema 33, habla, no de “mi recherche” sino de “nuestra recherche”, como si, en el transcurso del río, lo propio -al decir de Girri- es lo de todos.

Poesía originalísima la de Alberto Cisnero. Necesaria, en estos tiempos de banalidades y veleidades que también horadan la literatura.

33

todos los días son días de solaz y acritud
para nosotros. sabemos para quienes
escribimos. podemos mirarnos de frente
y con orgullo. esa es la distancia más corta
entre dos puntos. todavía no logramos definirlo
pero lo comprendemos. no somos animales
de manea. producimos nuestros propios alimentos.
nuestra recherche. contra el vidrio, a través
del redondel empañado que forma
nuestro aliento. destruimos mucho,
perdonamos a menudo y no olvidamos
jamás. una vez es suficiente.

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