Quiero ser torero

El ojo de Horus

Quiero ser torero

Quiero ser torero

Hace algunos días, la Corte Suprema confirmó un incremento salarial para todos los judiciales federales. Será de un 10% retroactivo al 1º de marzo y otro 9% acumulativo a partir del 1º de junio. El incremento se corresponde con la inflación del primer semestre del año, y marca un nuevo techo inalcanzable, inimaginable y súper imposible para el grueso de los trabajadores argentinos. De hecho, los ministros de la Corte Suprema se acercan a un salario de $ 1.000.000 mensuales, lejos de lo que cobran diputados, senadores, gobernadores. ministros y el mismísimo Presidente de la Nación.

En nuestra provincia, que tiene un enganche inferior con el escalafón nacional, actualmente los integrantes del Superior Tribunal perciben por lo menos $ 600.000 y los salarios más pequeños pertenecen a algunos maestranzas, que reciben alrededor de $ 60.000.

Por supuesto, comparar un salario de un magistrado de $ 500.000, $ 700.000 o más con lo que ganan médicos de hospitales públicos, administrativos y laburantes en general, resulta un desatino. Pero también es complejo entender la brecha dentro de los mismos Tribunales. En la Justicia Federal, por ejemplo, un escribiente inicial, sin antigüedad, cobra poco más de $ 100.000. Por lo tanto, el nuevo aumento le significará un nada despreciable plus de $ 20.000. Pero para Lorenzetti, Rozenkrantz y otros magistrados, el aumento será de $ 200.000 como mínimo.

Para quienes no somos judiciales, estos salarios despiertan una sanísima y gigante envidia, en la comprensión que siempre lo saludable es igualar para arriba. Pero incluso, no deja de sorprender la distancia entre los que más y menos cobran dentro de la propia Justicia. Como aquel pasodoble que decía yo quiero ser torero”, podríamos hacer un cuartetazo con la letra: yo quiero ser de la Corte”.

Don Julio

A veces el dolor es tan lacerante que no hay manera de soportarlo. La mente viaja a mil, y la impotencia repiquetea sin parar, cortando como un vidrio filoso las ganas de seguir adelante. Así están los familiares del canillita Julio César Arguello, de 60 años, asesinado cruelmente en barrio California el 4 de abril del 2019.

Don Julio era una «institución» en esta zona del sur de la ciudad, ya que madrugaba todos los días para acomodar la pila de diarios en su bicicleta y salir a repartirlos. Su vida era muy simple y servicial. El reloj lo levantaba muy temprano, para después de una ducha y uno mates, arrancar con el ritual del canillita del barrio.

Sin embargo, el destino resolvió castigarlo con una pésima e injusta jugada. Dos jóvenes, Ezequiel Araya, de 21 años, y Axel Orellana, de 20, ambos con una vida complicada, drogadictos y con un paso en el Complejo Esperanza, cometieron la locura de matarlo, por lo que ahora serían condenados a vivir en la cárcel Bouwer por muchos años.

A partir del próximo lunes, los dos acusados serán juzgados en la Cámara Quinta con jurados populares. La prueba que los involucra es importante y se remonta a aquella madrugada fatídica. Araya y Orellana lo habrían sorprendido, metido en su casa e intentado estrangular. Previamente, le habían querido atar los pies con los cordones de una zapatilla. El canillita se quiso defender, se bronco aspiró y finalmente sufrió un infarto.

Su cuerpo fue descubierto por un vecino que advirtió que algo había pasado al no verlo en su puesto de revistas. Mientras tanto, los asesinos intentaban vender el televisor y el microondas robados.

A veces el dolor es devastador, pero también suele resaltar lo bueno que tuvimos. Será por eso entonces que en barrio California todos se acuerdan de Don Julio.

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