Caramelos exóticos
Al menos en nuestra cultura, presumo que la palabra caramelo (abreviada en “melo”), debe ser una de las primeras que aprendemos a pronunciar después de mamá, papá y algunas otras. Y tiene sentido, porque es la golosina que nos acompaña de por vida, para masticar o chupar y para “endulzar nuestras vidas”.
Hace algunos días, el fiscal federal Maximiliano Hairabedian pidió la desestimación de un curioso hecho sucedido en la tardecita del 3 de mayo del año pasado en el Aeropuerto Ambrosio Taravella. Según se supo, cuatro trabajadores de Intercargo (empresa que se ocupa del traslado de las valijas de los viajeros) “encontraron” en la bodega de un avión de Latam con destino a Chile, una caja de caramelos gomas “Starburst Gummies” y comieron algunos. Al rato dos de ellos concurrieron al servicio médico del aeropuerto porque empezaron a sentirse mal con picazón en la garganta, sequedad en la boca, falta de aire, flojedad en el cuerpo, visión borrosa, excitación psicomotriz y alteración mental. Lo mismo pasó con los otros dos empleados que comenzaron a sufrir naúseas y vómitos. Los cuatro finalmente fueron trasladados a un centro asistencial donde mejoran al recibir un tratamiento con sueros y dexametasona. Días más tarde, la pericia hecha por la Policía Federal confirmó que esos caramelos contenían THC (tetrahidrocannabinol) de cannabis sativa, o sea que eran caramelos de marihuana, similares a los scones caseros que en alguna época se habían puesto de moda, a pesar que a varios degustadores los alteraba con síntomas similares a los provocados por estos caramelos “raros”.
Lo cierto es que también la conducta incorrecta de estos trabajadores también quedó desestimada por la insignificancia del hecho y porque nadie reclamó por esos caramelos que posiblemente alguien esperaba en Santiago de Chile y nunca recibió. Tampoco es extraño escuchar a viajeros cuyos bolsos son abiertos y que denuncian faltantes en el equipaje. En este caso, los comensales se dejaron llevar por una dulce tentación y ni se imaginaron que iban a terminar comiendo y sufriendo, por culpa de estos caramelos exóticos.
Mil horas
A veces la mala suerte nos sorprende de manera imprevista y entonces la vida se nos pone “patas para arriba”. En nuestra ciudad de Córdoba, lamentablemente, muchas de estas situaciones provienen de la inseguridad y de jóvenes armados que salen a las calles dispuestos a cometer cualquier locura. En la Cámara Sexta del Crimen, integrada por los jueces Buteler, Brandán y Díaz Reyna, con Jurados Populares, están juzgando a Lautaro Saragusti de 21 años, acusado de haber cometido “un robo domiciliario y con un chofer amenazado”, junto a otros cuatro jóvenes no identificados. Como la víctima del robo finalmente falleció, el fiscal Palma ya pidió que la acusación se agrave de robo calificado a homicidio en ocasión de robo y criminis causa.
Ahora bien, los hechos comenzaron el 6 de agosto del 2023 a la hora 23:44, cuando los cuatro ladrones NN abordaron un remise manejado por Luciano Faraig en barrio El Cerrito, en el noroeste de nuestra capital. Tres de estos sujetos subieron al asiento trasero y el restante al de acompañante; le indicaron el camino a seguir, y rápidamente desde atrás le pusieron una pistola en las costillas, mientras que el de adelante le mostraba un revólver negro y para que no le quedaran dudas que si no obedecía, tenían balas suficientes para matarlo. En medio del viaje, le ordenaron frenar para cargar a Saragusti quien presuntamente estaba al tanto de todo. Minutos después, a las 23:53, llegaron a una casa de calle Los Latinos de barrio Los Bulevares, domicilio de José Luis Pereyra, a quien le iban a robar supuestamente una cantidad importante de dinero. Cuatro de los malhechores se bajaron del remise y el restante delincuente permaneció siempre amenazando a Faraig y ordenándole que suba el volumen de la música para tapar el ruido de los eventuales disparos. Como Saragusti conocía bien a Pereyra, sin percatarse de que le querían robar, abrió el portón de su vivienda y recién allí advirtió el propósito de los visitantes. En esos segundos frenéticos, hubo un forcejeo y fue cuando Saragusti le disparó a Pereyra para herirlo de gravedad en el abdomen, lo que finalmente le provocaría la muerte por una infección. Según la investigación, los delincuentes habrían robado el dinero para rápidamente darse a la fuga. Tres de ellos volvieron a subirse al remise del pobre Faraig, que una vez más con un arma apoyada en su espalda y acelerando a máxima velocidad, los tuvo que llevar de regreso a El Cerrito. Por supuesto, antes de abandonarlo le robaron la recaudación de $22.000 y lo amenazaron para que no denuncie nada porque, le dijeron, ellos sabían donde vivía con su mujer y su hijo.
En resumen, a Pereyra lo mataron mientras que el remisero Faraig se salvó de milagro. Vivió una pesadilla que pudo haber resultado mucho peor para él. La violencia ejercida por estos malandras y las constantes amenazas no duraron más de 40 minutos. Sin embargo para este trabajador del volante fue un tiempo interminable… fueron como mil horas.