La chacarita policial

El ojo de Horus

La chacarita policial

En la mayoría de los pueblos y ciudades existe por lo menos una chacharita, esto es, un baldío repleto de autos viejos y desarmados, máquinas y herramientas usadas, especialmente de aquellos modelos que ya no se fabrican, pero que allí se pueden encontrar como último recurso. En algunos casos, incluso, los restos de autos robados y mutilados, hasta en los bulones más chicos, son reducidos por los ladrones y en estos lugares se pueden encontrar, ya que generalmente los dueños compran barato para vender a buenos precios «eso que no es fácil conseguir».

Próximamente, la Cámara 12 del Crimen juzgará a cinco policías acusados de robar repuestos de autos secuestrados y que luego vendían a talleristas de Laguna Larga. Jorge López, Marcos Gelso, Gabriel Assolini, Samuel Clavero y Marcelo Larrey están imputados de Peculado Continuado. Implica que, como funcionarios públicos que eran, están acusados de sustraer y apropiarse de bienes que estaban bajo su custodia. Al igual que todo funcionario público que use en beneficio propio cualquier recurso pagado por el Estado, podrían recibir una condena de entre dos y diez años de prisión más la correspondiente inhabilitación absoluta perpetua para ejercer cargos públicos. En el caso de López, era el jefe de la departamental Río Segundo, Larrey tenía el cargo de comisario inspector y Assolini era el jefe de la CAP de Alta Gracia.

Este robo hormiga se descubrió en el año 2018, cuando el dueño de un auto secuestrado y llevado al depósito judicial de Río Segundo comenzó a hacer un seguimiento de las cosas que le faltaban a su vehículo, al que tuvo que retirar con una grúa por la cantidad de repuestos que le habían robado. De hecho, en varios autos, las pericias demostraron que los elementos sustraídos iban desde neumáticos, asientos, correas, vidrios y retrovisores, hasta estéreos, comandos de calefacción y aires acondicionados y cinturones de seguridad. En la jerga, «no le hacían asco a nada», comercializaban lo que les pedían y les pagaban. Así funcionaba en Río Segundo, según la investigación, esta chacarita policial.

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