Los chalecos

El ojo de Horus

Los chalecos

El camuflaje forma parte de la naturaleza, y de hecho muchas especies de animales y plantas no podrían sobrevivir sin esa estrategia de aparentar según la ocasión; incluso al engañar en el amor, como bien lo dice Chico Novarro en la inolvidable interpretación de la canción El Camaleón. Claro que, muchas veces, detrás de ese aspecto aparece alguna traición o desagradable sorpresa.

Dentro de algunos días, la Cámara Séptima del Crimen juzgará a Lucas Barrionuevo, Gustavo Carabajal y Rafael Ceballos, quienes junto a Federico Pettenari, Gustavo Ceballos y otro sujeto nunca identificado, cometieron un violento robo a una familia de Toledo.

Ocurrió el 9 de enero del año 2021 en horas de la siesta, cuando vestidos con uniformes policiales, chalecos antibalas, borceguíes, barbijos negros y gorras de agentes (incluso uno de ellos con traje como si fuera el jefe) sorprendieron a Juan Moya, a su esposa Isabel García y a un nieto de ambos de sólo 9 años. Cuando las víctimas advirtieron la trampa ya era tarde, y los delincuentes ya estaban dentro de la vivienda. El botín que iban a buscar era el dinero del Pago Fácil que funcionaba en un minimercado de la vivienda, pero mientras a la mujer y al niño los maniataron con cinta scotch y los encerraron en una habitación, a Moya lo golpearon con culatazos de arma en la cabeza para que les facilitará el robo. Es así que mientras algunos cargaban electrodomésticos, computadoras y todo lo que podían a una Ford Ranger que también robaron junto a una moto, otros intentaban abrir la caja fuerte para llevarse la recaudación. Fue justo en este trámite que cometieron la torpeza de romper una palanca, lo que provocó la activación de la alarma. En esta circunstancia decidieron huir con lo que ya habían empacado y desistir del efectivo. Sin embargo, estos ladrones se habían llevado al menos cuatro celulares, cuyo seguimiento resultó muy útil a los investigadores para identificarlos y recuperar parte de lo robado.

La crónica judicial ya tiene un apartado para casos como el descripto, ya que no es el primero y posiblemente no sea el último. En definitiva, es lógico que un uniforme policial como mínimo nos confunda, y al menos ni sospechemos que quienes los visten no son de los «buenos» sino de los «malos» disfrazados. En tribunales se los conoce como La banda de los chalecos.

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