Miedo, turbación y pánico

El ojo de Horus

Miedo, turbación y pánico

El arzobispo Mario Cargnello.

Sabido es que la historia de la Iglesia Católica está pintada con demasiados grises, que se contraponen con los Mandamientos Sagrados del dogma y que, en teoría, deberían constituir el ABC de cada uno de los integrantes de esta institución milenaria, que se ramifica en iglesias, escuelas, clubes, seminarios y múltiples manifestaciones de la vida cotidiana de millones de personas en casi todo el mundo. Sin embargo, lamentablemente sobran ejemplos de obispos, sacerdotes, monjas, capellanes acusados de cometer hechos bochornosos y detestables como abusos de niños y niñas, negociados financieros, insensibilidad social o complicidad con dictaduras y crímenes aberrantes como sucedió en nuestro país.

Puertas adentro, la Iglesia se parece mucho a un cuartel con un cerrado verticalismo y una extraordinaria facilidad por ocultar los «trapos sucios». Ocurre que a veces, algunos trapos son tan grandes que no se pueden esconder. Hace algún tiempo, las Carmelitas Descalzas de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo de la ciudad de Salta denunciaron penalmente al arzobispo Mario Cargnello por violencia de género de tipo físico, psicológico y económico. La priora Patricia García (máxima autoridad del Monasterio) también acusó a los sacerdotes Lucio Ajaya y Martín de Eizalde, y al vicario Loyola Pinto de participar de actos machistas de maltrato e imposición de apremios a estas monjas ermitañas que viven inmersas en el trabajo, la oración y el silencio, y en cumplimiento de los votos de obediencia, pobreza y castidad. La dependencia organizativa de la Orden es directa con el Vaticano, y el Arzobispado sólo tiene una vigilancia externa.

Justamente antes de la presentación judicial, las carmelitas elevaron el reclamo a la Santa Sede, que posiblemente ocupada en otras cuestiones, se desentendió del pedido de auxilio. Afortunadamente, un reciente e inédito fallo de la jueza Carolina Cáceres puso las cosas en su lugar y ordenó al arzobispo y a sus cómplices que cumplan con un tratamiento terapéutico y con una capacitación en género; también el papa Francisco fue notificado sobre la resolución. Es inconcebible que dentro de un Cordero se esconda un lobo. Sólo basta mencionar que sobre el arzobispo Cargnello, las víctimas dijeron sentir miedo, turbación y pánico.

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