De no mediar imprevistos, la próxima semana comenzará en los tribunales de Río Cuarto el juicio a Rodrigo Nicolás Espíndola de sólo 23 años de edad. Participarán jurados populares ya que el joven está acusado de hurto y homicidio doblemente calificado por ser el presunto femicida de la joven trans Sofía Bravo, y por lo tanto podría ser condenado a prisión perpetua.
El crimen ocurrió durante la madrugada del viernes 6 de enero del año pasado. Sofía era una trabajadora sexual y había ido en un remis al cruce de las rutas provincial 4 y nacional 8 donde se juntaban camioneros. La primera voz de alarma fue dada por la madre que la esperaba en Marcos Juárez, por lo que la búsqueda se orientó rápidamente sobre la última persona que había estado con Sofía y allí surgió el nombre del camionero Espíndola, con domicilio en La Cesira, cerca de Río Cuarto.
Justamente, el sospechoso había huido a Corrientes, adonde viven su madre y una her-mana. Cuando fue detenido, llevaba consigo una carta en la que dejaba entrever que había pensado en quitarse la vida. La investigación de la fiscal Georgina Osella determinó luego que Espíndola actuó con odio a la identidad y a su expresión, y también con violencia de género. Sofía tenía 26 años y su cuerpo fue encontrado después de una semana de búsqueda, en medio de unos pastizales en el ingreso a La Carlota. La autopsia no pudo determinar la causa eficiente de la muerte, aunque la hipótesis más probable es la de asfixia mecánica.
No hace falta recordar el sufrimiento y los riesgos que deben enfrentar muchas trabajadoras sexuales, y en particular las pertenecientes a la comunidad trans, tan relegadas en lo social y en lo laboral. Simplemente recordamos la histórica sentencia a prisión perpetua en 2019 para Fabián Casiva por el femicidio de Azul Montoro. Sin dudas, estos juicios son un enorme progreso para, al menos, aplacar tanta ignorancia, machismo asesino y odio de género.