¿Quién no querría tener una máquina que fabrique dinero o una nube propia que llueva billetes? La maduración de nuestro pensamiento va desde la fantasía a lo real, y desde lo concreto a lo abstracto. Por esta razón cuando somos niños creemos en superhéroes voladores o muertos que pueden volver a la vida. Por supuesto que en nuestra cultura capitalista y de consumo también vamos aprendiendo que buena parte de nuestras vidas pasa por lo económico, y entonces el magnetismo por la plata nos acompaña hasta el final de nuestras vidas.
De hecho, la filosofía diaria se empeña en sostener una eterna discusión sobre “si la plata hace o no hace a la felicidad, o si en todo caso la ayuda poco o mucho”. Hay quienes dicen que para hacer dinero se necesita, inevitablemente, trabajar duro; y otros que creen más en arriesgar y “tirarse a la pileta” pase lo que pase.
Hace algunos días, la Cámara Décima del Crimen condenó a Gonzalo Ezequiel Cano a 4 años y 2 meses de cárcel, y a Rocío Magalí Ordoñez a 1 año, tal como lo había pedido el fiscal Gustavo Arocena. Según la acusación, ambos captaban dinero de inversionistas esperanzados en ganar sabrosos intereses, con el pretexto de hacer suculentos negocios financieros con la compraventa de divisas. Además, los aportantes ni sospechaban de maniobras estafatorias ya que supuestamente podían recuperar sus recursos cuando lo desearan, o por el contrario reinvertirlos. Justamente los condenados usaban el dinero de los nuevos incorporados para pagar las ganancias, y así ganarse la fama de cumplidores, para que “la rueda siga girando”.
Cano, de 36 años de edad, y Ordoñez, de 27, fueron condenados por las denuncias de trece damnificados, relativamente pocos si a esta estafa la comparamos con la piramidal de San Pedro y Alta Gracia, de la plataforma RainbowEx de criptomonedas, y que literalmente se convirtió en la vedette de las trampas por estos días. Como sea, la tentación de los engañados siempre es la misma… la de mágicamente ganar plata fácil y rápido.