Siga el baile, siga el baile

El ojo de Horus

Siga el baile, siga el baile

Podríamos decir sin temor a equivocarnos que el Poder Judicial argentino se parece bastante a un Reino dentro de un Estado, con códigos propios y un verticalismo que desde la infausta Corte Suprema actual para abajo no permite reclamos ni quejas. Además, quienes pretendan desafiar al poder interno corren el riesgo de ser acusados de algo, echados o embarrados de algún modo, y entonces el miedo y la obediencia marcan a fuego la conducta de magistrados y trabajadores que hacen lo suyo y se acomodan como pueden a lo que mandan desde arriba. De modo similar transcurren los días en la Fiscalía General a cargo de Eduardo Casal, en un increíble interinato de casi siete años, desde la renuncia forzada de Alejandra Gils Carbó.

En la Justicia casi todo transcurre en cámara lenta y no importa que buena parte de la sociedad piense mal de los jueces o ni siquiera conozca sus nombres; la sensación es que la mayoría tiene privilegios, que la ley no es pareja para todos y que no todos somos iguales ante ella. De hecho, comparar hoy el alicaído salario promedio de los trabajadores formales e informales con los más de 12 o 13 millones de pesos que ganan los miembros de la Corte (Horacio Rosatti, Juan Carlos Maqueda, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti), marca a las claras las tremendas diferencias existentes entre la mitad superior de la pirámide del Poder Judicial y el 90% de los argentinos con ingresos exiguos y vergonzosos; encima, la mayoría están eximidos del pago del impuesto a las Ganancias.

Por supuesto, los ciudadanos necesitamos una justicia cristalina, ágil, incorruptible y eficiente que cumpla y haga cumplir las leyes, con la certeza que, pase lo que pase, este poder nos cuidará y salvará. En cambio, en sectores muy importantes que incluyen a la propia Corte, tenemos jueces al servicio de las corporaciones capaces de condenar a inocentes y asegurar la impunidad de delincuentes VIP. Tan seguros se sienten en sus fechorías que mientras declaran el secreto de sumario de algunas investigaciones, filtran audios, videos y escritos de la prueba a las empresas periodísticas que montan un show mediático con maniobras de alta estofa, destinadas a entretener al gran público; todo a plena luz del día, tanto como los viajes de relax a Lago Escondido y quien sabe a qué otros lugares más.

Además, la impiadosa “motosierra” de la que se enorgullece el presidente Javier Milei no ha rozado ni los bordes del Poder Judicial, y entonces el pronóstico no augura ninguna mejoría en absoluto. Por el contrario, y como cantaba “el cantor de los cien barrios porteños”, Alberto Opa Opa Castillo: “Siga el baile, siga el baile…”.

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