Sin sostén

El ojo de Horus

Sin sostén

Lo ocurrido el domingo con la policía Mayra Barreto, quien mató a su hijito de 11 años, intentó lo mismo con su hija de 6, para finalmente dispararse en la cabeza, es tan sólo una muestra más de lo que ocurre en la Policía de Córdoba y también en vastos sectores de nuestra sociedad. Un tejido comunitario desgastado, con mucha gente sola y sin fuerzas para sostenerse, en muchos casos, con hijos pequeños y con padres o madres ausentes.

No es nada sencillo ser y trabajar como policía, en un clima de inseguridad creciente, y bajo condiciones insoportablemente estresantes. Además, el juicio por el crimen de Valentino Blas Correas está demostrando, como si hiciera falta, que lamentablemente y a casi cuarenta años de recuperada la democracia, espantosas prácticas de la policía asesina de la dictadura todavía perduran, y, por lo tanto, cada nuevo integrante de la fuerza, quiera o no, desde el ingreso mismo sufre el influjo de presiones y conductas reñidas con el Estado de derecho.

Como si fuera poco, muchos aspirantes ven en la Policía una chance de trabajo y una jubilación tras una carrera de 25 años, antes que una profesión vocacional. Una vez adentro, los jóvenes policías se convierten en funcionarios públicos y deben asumir responsabilidades enormes, como portar un arma y salir cada día a la calle como si fuera el último.

A la vez, como los salarios generalmente no alcanzan para una vida digna, aparece la salvación de los adicionales, y así «estar bien» es una obligación, porque cualquier sanción o equivocación les puede provocar una pérdida de este dinero extra. Horas y horas de trabajo, sin un descanso reparador y con la única alternativa de aguantar y aguantar. El nivel de exigencia es gigante, la contención psicológica se hace a los ponchazos y suelen ser los compañeros de trabajo quienes «prestan la oreja» en una institución en la que mostrar debilidad generalmente es un tema tabú.

Como sociedad, esperamos a policías entrenados, serviciales y protectores. En los Tribunales, sin embargo, muchos policías son condenados por maltratar salvajemente, por pedir coimas, por matar deliberadamente, por encubrir a delincuentes y tantos delitos más. Estas inclemencias no hacen más que manchar gravemente a la Fuerza y a complicar más aún a los «buenos», que cada día salen a trabajar sin sostén.

Salir de la versión móvil