Me gusta creer que la energía que elijo para iniciar este nuevo año define o manifiesta su impronta. Osea, mi 2025 de alguna manera, estará atravesado por mi energía inaugural. La pregunta que activa el ejercicio es ¿cuál es esa sensación, esa emoción, que evoca la energía de la incipiente vuelta al sol?
Ante esta pregunta, la primera imagen que se me vino fue la de María Rosa Abdo. Ella es mi perseverante amiga mayor de setenta y tantos años. La conozco desde el 2012 y siempre me llamó la atención su alegría. María Rosa es de esas personas “campanitas”. Creo que el término “alegría” no es el apropiado. Sé que no siempre está alegre. Sin embargo, su optimismo se impone y el tilin tilin sigue allí, resonando.
Las personas vamos otorgando diferentes significados a la vida de acuerdo al momento que estemos atravesando. El significado que le otorgamos a lo que nos acontece siempre está atravesado por nuestra propia subjetividad. Por aquel entonces, cuando la conocí, el escepticismo tenía un lugar relevante en mi cabeza a lo que se le sumaba que escuchaba más a mis pensamientos que a mi cuerpo y corazón. María Rosa me parecía de otro planeta. Mirá que te lo digo yo, una optimista exagerada con destacados periodos de escepticismo. Ser una persona con tintes escépticos es ser una persona que duda o desconfía ¿Será posible que alguien pueda ser “una campanita” cada vez que me la cruzo?, ¿puede haber tanta energía positiva encriptada en un ser y manifestarse coherentemente a lo largo del tiempo?
Trece años después la respuesta es ¡si!
No ha habido vísperas de Navidades, Años Nuevos, Primaveras, Veranos, Otoños e Inviernos; cumpleaños o excusas erráticas en los que no haya recibido un audio de Whatsapp de María Rosa deseandome años fecundos, equinoccios fértiles, Navidades en Paz y rodeada de amor. Y si de casualidad prendo la Radio y escucho a “Susana Curto y amigos” (Radio Universidad de Córdoba www.cba24n.com.ar, AM 580) seguro que se cuela algún mensaje de ella y, una vez más, esa sonrisa “María Rosa” emerge espontáneamente. Como si mi rostro ya supiese que tiene que activar “esa” la mueca involuntaria para avisarle a mi cuerpo que reaccione a ella.
Días previos a la Navidad 2024 mi marido me manda un mensajito y me dice: “Sol, vino María Rosa y nos dejó de regalo un pan dulce”. Cuando llegué, maravillado, me cuenta: “Se quedó un rato conmigo y los mellis (mis varones de 10 años) Nos dejó su regalo, recuperó el plato del año pasado, y compartimos un vaso de agua fresca. Abrazó a los mellis con alegría, me dijo que los conoce desde la panza. Le ofrecí llevarla en auto pero se negó argumentando que ella es maratonista y que le gusta caminar. Fue tan lindo recibirla ¡Qué alegre persona!”, agregó en su relato.
María Rosa me interpela. Trece años ininterrumpidos de una sencillez abrumadora. Lo de ella son las sonrisas, los audios con bendiciones y buenos augurios. Lo de ella son los abrazos, lo de ella es la gratitud por el vaso de agua fría, el apoyo en cada evento que nos solo organiza El Club de la Porota sino también El Illia y el programa de personas mayores de la UNC. Es la que se asoma entre el público y agita la mano para que su apoyo y compañía no pasen desapercibidos. Es la del aguante, la que no repara en lo que falta sino que enaltece lo que existe y confía en su potencial.
A los escépticos les digo: a ella no le faltan penas, pérdidas y obstáculos. A ella no le sobra el dinero. Ella es María Rosa, la que pone el foco en la abundancia, en la belleza de lo cotidiano; la que cuida sus palabras y usa exagerados adjetivos: “maravillosísimo día”, “excelentísima jornada”. Mientras escribo, evoco a muchas personas como María Rosa y es gracias a ellas, a ustedes, que la típica frase de “El Principito” se repite una y otra vez cuan mantra: “Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”.
No importa cuantas cosas acumulemos, como vistamos. No importa lo que hacemos o cuántos años tengamos. Nada de eso nos define. Nada de eso determina quienes somos.
¿Somos energía en permanente expansión?
Cierro los ojos, y la imagen de María Rosa se desdibuja. No es su cuerpo, la materia “María Rosa” la que evoca esa sonrisa espontánea que he configurado. Es su energía la que sobrevuela y es por eso que he decidido inaugurar este 2025 inventando un nuevo deseo: te deseo, nos deseo, un año MARÍA ROSA. Ella no es una excepción, las Marías Rosas existen y abundan. Hay de todos los colores, edades y géneros. Solo hay que aprender a conectar con esa energía abundante, con esa “energía campanita” que si podemos verla en los otros es porque primero la pudimos ver en nosotros. Pues entonces (me) les deseo un 2025 para entrenar la conexión con uno mismo y así rodearnos de personas “María Rosa”, y así entrenar la abundancia y gratitud… y así gestar UN MUNDO PARA TODAS LAS EDADES, sin distinciones. María Rosa sos vos, soy yo, somos todas las personas envejecientes que elegimos entrenar la vista del corazón. Por un Mundo María Rosa. Chin, chin.
Sol Rodríguez Maiztegui, creadora de El Club de la Porota Gerontóloga y Comunicadora.
El Club de la Porota en Radio María
Todos los jueves de enero de 18 a 19hs El Club de la Porota participará del programa radial y por streaming “Acortando Distancias” de Radio María. Escuchanos en Vivo en www.radiomaria.org o en el canal de YouTube también de la radio.