Maqueda… ¿se queda?

El ojo de Horus

Maqueda… ¿se queda?

Maqueda… ¿se queda?

La actual Corte Suprema no solo luce desgastada en lo grupal, sino también en lo individual. El actual presidente Horacio Rosatti, por ejemplo, no puede liberarse de una investigación por presunto enriquecimiento ilícito, que se inició en Santa Fe, sobre hechos que habrían ocurrido entre los años 2003 y 2007. Sobre Carlos Rosenkrantz no hace falta explayarse demasiado.

Simplemente recordar que nunca dejo de defender los intereses de las corporaciones para las que trabajó y que aún no pudo explicar tantas llamadas cruzadas con Pepín Simón, armador de la Mesa Judicial macrista con orden de captura internacional. Ricardo Lorenzetti, mientras tanto, debió batallar por años para lograr el archivo de las denuncias de Elisa Carrió, por presuntas irregularidades en su patrimonio. El rafaelino jugó políticamente como ninguno, casi siempre cerca de los ricos y poderosos.

Claro que, por estos días, quien peor la está pasado es el cortesano más veterano. Juan Carlos Maqueda. A cargo del manejo de la Obra Social de los judiciales federales, la investigación de supuestos desvíos de fondos, afiliados VIP y licitaciones dudosas lo está impactando de lleno. La causa está a cargo del juez Rafecas y del fiscal Rívolo, y por ahora está imputado el ex administrador Aldo Toñon, también separado del cargo. Asimismo, estarían involucrados el auditor Diego Taetti y Guadalupe Burgos, sobrina de Maqueda.

No deja de llamar la atención el dispar empuje de los distintos gremios para que se esclarezca esta grave denuncia. Mientras el Sitraju RA de Bruera se convirtió en querellante, el Sitraju Caba de Siley y la Unión de Empleados del histórico Piumato se mostraron llamativamente perezosos y remolones.

Como sea, la Obra Social recibe un flujo anual de dinero estimado en US$ 15.000.000.000 y, día que pasa, día que se vuelve más incómoda la situación del cordobés. Tal vez se pueda resumir con un risueño y previsible juego de palabras: Maqueda… ¿se queda?

Carteles luminosos

¿Cómo puede ser que, con tantos operativos de la Fuerza Policial Antinarcotráfico, siga habiendo tantos quioscos de drogas en la ciudad de Córdoba? Esto es lo que se preguntó un juez que ya participó en innumerables juicios a bandas y a «familias enteras o casi», y que por ahora no tiene respuesta. Por supuesto queda claro también, que la demanda se mantiene firme al igual que la provisión, sobre todo, supuestamente, desde el norte del país.

Hace algunos días, en la Cámara Cuarta del Crimen, condenaron a catorce integrantes de las familias Acosta y Ponce (padres, hijas, yernos). Según la acusación, tenían varios puestos de venta en los barrios San Roque y Villa La Tela. Algunas condenas fueron atenuadas, ya que en el contexto de la situación social y familiar, quedó demostrado que algunas de las mujeres involucradas se dedicaban a este rubro para subsistir y mantener a sus hijos con padres ausentes o detenidos en la cárcel de Bouwer.

En el caso de estas familias, que vendían armoniosamente y hasta se complementaban, se habían montado varios puntos de venta, especialmente en una cuadra sobre la calle Roque Paredes, casi Arteaga. Era una especie de feria muy fácil de encontrar. Es más, cuando un puesto se quedaba sin marihuana, cocaína o pastillas, rápidamente recomendaban a otro vendedor que tenía stock. Según un investigador de la causa, no sólo no se escondían los vendedores, sino que se comportaban como los arbolitos en la city de calle Rivadavia en los días calientes del dólar. Así, vendían drogas los Acosta y los Ponce. Sólo les faltaba ofrecer promociones con carteles luminosos.

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