Maradona: dos caras de una misma Argentina

Personalidades | Por Constanza Prato

Maradona: dos caras de una misma Argentina

La muerte de Diego Armando dio lugar a una nueva grieta: maradonianos versus anti maradonianos.

A las 13 del 25 de noviembre de 2020, en un contexto atravesado por la pandemia, la incertidumbre y la ansiedad, el mundo se detuvo por un momento. El silencio en la ciudad fue estremecedor. El rating de todos los medios de comunicación explotó. La noticia del fallecimiento de Diego Armando Maradona era un hecho. Después de tanto gambetear a la muerte, en este último partido no pudo, o quizás, ya no quiso.

El Diez”, era esa figura icónica que representaba a nuestro país en cualquier lugar donde algún argentino se encontrase: ¿Argentina? ¡Maradona!”, frase repetitiva de extranjeros que relacionaban directamente al futbolista con la celeste y blanca. Como si la palabra Maradona hubiese sido la única válida para conectar todos los idiomas y a todas las personas.

Sin dudas la vida de Diego Armando no fue fácil: mediática, turbulenta, llena de excesos y observada las 24 horas del día. Violencia de género, hijos no reconocidos, drogas y una zurda mortal. Militante del peronismo, fiel a las Abuelas de Plaza de Mayo y con una lengua entrenada para contra atacar al periodismo de masas. Imagínate, además de todo eso, cargar sobre tus hombros la responsabilidad de ser Maradona, ese Dios a quien muchos rezaban, amaban, odiaban y criticaban. Como si fuese cuestión de creer o no en la leyenda del deportista que se convirtió en figura social y popular.

Entonces… ¿Maradona si o Maradona no?, el nuevo debate que se instala en las mesas, en los grupos de Whatsapp y en las redes sociales, es el tema de discusión que perdurará, seguramente, en cada reunión que se realice.

El Diego es y será siempre la representación en carne viva de la argentinidad: la contradicción y enfrentamiento constante cargado de soberbia, pasión y amor por defender los ideales de cada uno. Pero… ¿Hasta qué punto una persona puede ser discutida?

Durante estos últimos días, los hashtags #DiegoEterno, #Diego, #D10s, #Ad10s y #Argentina, marcaron tendencia en las distintas plataformas digitales a nivel nacional y mundial. Twitter, Facebook, Instagram y los portales de información se inundaron de imágenes, videos, anécdotas, mensajes de apoyo, de dolor, de tristeza, de nostalgia y de moralismo virtual y viral. Sí, ese dedo que juzga los pensamientos y sentires de los demás, apareció en formato tweet”, en un compartir”, un me gusta” y en largas publicaciones difundidas con fotografías del ex futbolista.

La muerte, respetada por el miedo que provoca, se ha convertido en un elemento más en el que la persona que fallece debe ser digna de ella para ser honrada en la esfera pública o privada. El dolor ajeno ya no importa desde la mirada de quien cree que puede y que tiene la capacidad de decir quien sí y quien no merece ser llorado.  ¿Por qué cuesta tanto respeta el dolor colectivo y personal?

El Diez es un ícono que marcó a la Argentina, pese a quién le pese. No fue su recordado gol contra los ingleses, en el mundial del ‘86  lo que lo convirtió en ser reconocido y admirado. En el contexto de crisis, dolor y hambre que atravesaba la Argentina, esa pelota empujada con la mano, en un salto inolvidable, que golpeó la red del arco de Inglaterra, representó la venganza, el anhelo por recuperar y reírse, quizás, de un país que nos robó en 1982 las Islas Malvinas y la vida de más de 700 soldados.

No fue solo la victoria con La Mano de Dios” la que posicionó a el Pelusa” como el mejor jugador de fútbol del mundo. Para miles de argentinos, esta victoria deportiva era recuperar un poco de la dignidad y el sufrimiento que habían atravesado. Fue la alegría de poder devolver y agradecerle al pueblo por la lucha. Reducirlo a un buen futbolista es olvidar el pasado de la historia argentina, aquella teñida de un constante desconsuelo.

No digo que no haya que tener en cuenta a la persona fuera de la cancha. Aquella de frases desubicadas, marcada por peleas mediáticas, por diversos amores, por juicios, por violencia y por el consumo de sustancias. Porque también, era eso: una persona expuesta y consumida por la fama y la desdicha del poder. Tampoco dejar de lado que fue la esperanza de miles de pobres que lo admiraban por nunca avergonzarse de sus orígenes, de su amada Villa Fiorito y del esfuerzo por cumplir sueños, que eran  más complicados por no pertenecer a un lugar de privilegio. Llegar, tocar el cielo con las manos y poder mantener los pies en la tierra, con todo lo que eso implica.

La apertura de poder centrar en distintos discursos la posición de cada persona que ejerce su derecho a la libertad de expresión, donde existen los blancos, los negros y los grises en cada oración que lo conforman, generó la aparición de una nueva contradicción. Llorar a Diego Armando, implica hacerlo en sus dos facetas: al ídolo y a todas sus repudiables acciones. La grieta, de la que tanto se habla, aparece una vez más entre los defensores del Diez y sus opositores.

Manifestarse, poder decir que si, que no o que si pero no” está bien, es la esencia que tienen las personas a la hora de tomar decisiones, posturas y formular un pensamiento sobre algo. Debatir sobre posiciones encontradas, también está bien, si no existieran las distintas opiniones, el mundo sería aburrido y hasta monótono. Criticar, burlar e insultar a las tristezas, alegrías e ideas opuestas, está mal. Nadie  posee la verdad absoluta ni tiene la conciencia tan limpia para darse el lujo de cuestionar con la frente en alto el pesar de los demás, y mucho menos en un duelo.

¿Los prejuicios nublaron nuestra capacidad de empatizar con los demás? ¿Cuándo la palabra empatía se convirtió en sinónimo de abandonar ideales? ¿Por qué el respeto se pierde cuando se trata de miradas no compartidas?

Maradona es la interpretación de las dos caras de una misma Argentina: el moralismo disfrazado de absolutismo y el fanatismo que genera la pasión.

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