La arquitectura escolar, de Sarmiento a Evita

Por Rosa Aboy

La arquitectura escolar, de Sarmiento a Evita

Domingo Sarmiento se preocupó tempranamente por la arquitectura escolar. En un viaje por Europa y EEUU, entre octubre de 1845 y febrero de 1848, tomó contacto con el matrimonio Mann. En su obra «Viajes» expresó su admiración por la obra de Mann y de las maestras que lo acompañaban. Para Sarmiento, una buena enseñanza estaba vinculada a que las escuelas tuvieran una arquitectura en concordancia con las necesidades del sistema pedagógico, junto a una buena ornamentación para educar el gusto de los niños y aseo apropiado.

El equipamiento también era importante. Sarmiento trajo modelos de asientos y bancos ergonómicos de Estados Unidos, pensados para la buena postura de los niños. También se refirió a los útiles para la enseñanza, como la pizarra, el globo terráqueo o los cuadros murales.

Entre la época sarmientina y buena parte del siglo XX, la arquitectura de los edificios escolares -así como la de los hospitales y otras instituciones- fue guiada por los principios del higienismo, como modo de conjurar los peligros que para la salud significaban la tuberculosis y las epidemias. Las escuelas fueron diseñadas en el marco de este movimiento. Así, el volumen de las aulas y la medida de las ventanas fueron calculadas según los datos científicos de la época para optimizar la ventilación, el cruce de corrientes de aire y las horas de sol para los alumnos.

Por su parte, los patios escolares analizados por la investigadora Ines Dussel han sido una parte integral de los edificios escolares. Si bien el patio-claustro estaba presente ya desde la antigüedad, los primeros registros de planos con patios de juego datan de 1660. En el siglo XIX, el patio escolar fue considerado como un espacio regulado y protegido para la recreación y formación moral de la infancia. Su ubicación, la colocación de árboles, de juegos o aparatos para la ejercitación física comenzaron a ser objeto de regulación estricta, de la mano de la definición de un modelo pedagógico. El patio operó como regulador de la actividad escolar, organizando las transiciones entre espacios y tiempos de estudio, de recreo, de ejercitación física. Además, sirvió como transición entre el adentro y el afuera de la experiencia escolar.

Otra influencia en las escuelas de la Argentina vino de la mano de las ideas de María Montessori. Este modelo educativo, elaborado por esta educadora y médica italiana, se basó en su trabajo con niños pobres de Roma, y con niños con discapacidad en un hospital. En ellos observó los impactos de su pedagogía, que enfatiza la actividad dirigida por el niño y la observación clínica por parte del educador. Esta observación tiene la intención de adaptar el entorno de aprendizaje al nivel de desarrollo del niño; el propósito básico es liberar el potencial de cada niño para que se autodesarrolle en un ambiente estructurado. Para 1916 había ya un equipo de maestros formados con el método Montessori en Buenos Aires, actuando en el Colegio Normal 1, y se compró material que aún puede encontrarse en varias escuelas del país.

Esa segunda década del siglo XX vio emerger diferentes posturas pedagógicas y filosóficas respecto de la educación de los niños. En el Normal 1 se organizaron debates entre los que pregonaban los postulados del método experimental de María Montessori, y quienes, como Rosario Vera Peñaloza, defendían la postura froebeleina, la del kindergarden, ligada al modelo de Pestalozzi y, en última instancia, al de la escuela normal.

El método Montessori fue adoptado a la hora de proyectar los espacios habitacionales, recreativos y de descanso en la Ciudad Infantil Amanda Allen, obra de la Fundación Eva Perón, en el Bajo Belgrano. Según Germán Gómez Noto, hay una relación entre la pedagoga italiana y las políticas públicas educativas impulsadas por la Fundación de Evita, como los veinte Hogares Escuela, creados durante los siete años precedentes al golpe de Estado de 1955. La propuesta de los Hogares Escuela era «Integración, no segregación». Para ello, los niños asistían a las escuelas públicas y cada uno mantenía los lazos con su familia nuclear, siempre que fuera posible. La arquitectura de los Hogares Escuelas se materializaba en el «estilo californiano» característico de las obras de la Fundación: paredes blancas, techos de tejas, carpinterías de madera, interiores de calidad con mármoles y muebles de roble, murales pintados en las paredes, libros y juguetes ayudaron a crear un ambiente hogareño.

Los modelos que emergieron en estos años tuvieron y tienen en la actualidad amplia validez a la hora de pensar y proyectar arquitectura escolar. Si bien en la segunda mitad del siglo XX y en el XXI ha habido notables innovaciones en el campo de la pedagogía, y también, paralelamente, cambios en las tendencias arquitectónicas, innovación en las técnicas constructivas y aportes desde la tecnología y la sustentabilidad ambiental, los modelos alumbrados entre Sarmiento y los años del primer peronismo son de una notable y extraordinaria pregnancia.

 

Arquitecta, Maestría en estudios urbanos en América Latina, UBA

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