Colombia, realismo trágico

Por Franco Gatica

Colombia, realismo trágico

A simple vista, los círculos de acero de 20 cm. de diámetro que cuelgan de las paredes no pretenden ser más que eso: material que, con mayor o menor opacidad, refleja cosas y entorno, deforma el paso de los visitantes dentro de esa geometría de acuario.

Sin embargo, hay algo más, en principio insospechado. Cada vez que el observador se asoma sobre estos espejos, ya sea al azar o eligiendo uno entre la decena, el calor de la respiración propia transforma: la mirada del espectador desaparece ahogada por la figura de algún colombiano desaparecido, una imagen de obituario que en muchos casos el artista Óscar Muñoz (Popayán, Colombia, 1951) ha tomado de la prensa impresa, es decir, de los diarios.

Aliento

La instalación de Muñoz permite que un colombiano desaparecido (quién sabe bajo qué circunstancias, víctima de cuántos azares) vuelva a trazar sus marcas particulares mediante el soplo de quienes aún respiran. En octubre del 2011 el Registro Único de Personas Desaparecidas contabilizó 62.745 (hombres, mujeres, y menores de edad) sin paradero ni certezas.

Hace décadas, al menos cuatro, Muñoz reúne las posibilidades estéticas que la memoria colectiva, la realidad política y la inestabilidad de toda imagen propician en un país donde gran parte de las cuestiones públicas están atravesadas por alguna forma de violencia.

En Colombia, la cifra de falsos positivos” (ejecuciones extrajudiciales por parte de militares) es estimada en 6.402 personas, según los datos de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), órgano de justicia transnacional surgido tras los Acuerdos de paz de 2016.

En oportunidades (Cortinas”, Sedimentaciones”, Re / trato”) las puestas de Muñoz se desarrollan sobre un escenario paradójico: la obra se consolida cuando sus artefactos sufren en alguna medida la degradación, el paso del tiempo, la alteración química o natural de elementos que finalmente se vuelcan sobre problemas como el cuerpo, la presencia y la identidad, cuestiones especialmente sensibles en su país. Allí es donde aparece lentamente una idea propia de Muñoz de producir y representar imágenes. 

Existe un interés persistente, identificable en Muñoz: trabajar con diversas superficies que complejizan la posibilidad de imprimir o fijar la imagen. También está presente su apuesta primaria de recurrir a materiales esenciales: agua, fuego, polvo de carbón, aliento humano, vapor, uso de la luz natural en sus diversos ángulos y potencias.

En Aliento” la obra dura lo que dura el calor y la intensidad de nuestro aire.

Las protestas de abril y mayo dejaron al menos 48 muertos en Colombia. A medida que las marchas del Paro Nacional iban ganando drama, la cifra de desaparecidos se tornaba todavía más inexacta. La Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD) alertó que podrían haber sido 379 los desaparecidos en el contexto de las manifestaciones. De fondo, la pobreza escaló siete puntos de 2019 a 2020.

En Re/trato, una performance de 2003, la mano del artista intenta definir los propios rasgos, pero el medio utilizado (el agua) y el soporte (una losa de cemento iluminada por sol pleno) conspiran contra el acabado global. Muñoz se fija en lo incompleto, en el proceso mismo de las cosas que se pierden o mutan, en la imposibilidad de reducir las inquietudes humanas.

Cuando el pincel ha logrado dibujar una parte en breve fugaz, el resto ya se ha evaporado, aunque la mano y el gesto continúan íntegros en su repetición.

En días en que fue galardonado con el Premio Hasselblad 2018, Muñoz decía: Me gustaría pensar que hay metáforas en la naturaleza de mi trabajo, que hay una fuerza poética y un carácter político. Pero no sé si estas cosas están allí. Me gustaría que estuvieran porque he trabajado para alcanzarlo, pero no soy yo el que pueda decirlo, será entonces el espectador, a partir de su experiencia”.

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