“La caja de pandora”, de Osamu Dazai

Por Juan José Burzi

“La caja de pandora”, de Osamu Dazai

Osamu Dazai es uno de los gigantes literarios del siglo XX. Comenzando su carrera como estudiante antes de la guerra, Dazai se encontró perdido tras el suicidio de su ídolo, Ryunosuke Akutagawa, y descendió en una espiral de depresión hedonista que marcaría el resto de su vida, culminando en un suicidio, junto a su amante, en un río en 1948.

Un joven admirador de Osamu Dazai mantuvo correspondencia con él durante un tiempo, para luego suicidarse también, a los 22 años. Esta obra es el resultado de la inspiración que esta correspondencia obró en el autor. “La caja de Pandora” se publicó después de la guerra, y fue elegida por los lectores como una de las obras más representativas de la crisis que provocó perderla.

La segunda Guerra Mundial finalizó. Japón fue vencido y debe comenzar su reconstrucción como nación. El joven protagonista de esta novela también debe reconstruir su vida, en este caso, recuperándose de una tuberculosis.

La historia se centra en ese joven, Risuke, quien, al final de la guerra, mantuvo en secreto su enfermedad esperando morir pronto y quitar la carga a su familia. Sin embargo, cuando finalmente termina la guerra, Risuke hereda una nueva voluntad de vivir y se compromete a ingresar en un sanatorio para tratar su afección pulmonar. Mientras está en el hospital, entra en contacto con escritores y poetas, así como con enfermeras bonitas, al mismo tiempo que procede con su plan de convertirse en un «hombre nuevo» para esta nueva era: “Quienes mueren concluyen su ciclo. ¿Y bien? El barco zarpa y va alejándose del muelle: dichosa sea la muerte. ¿No te recuerda lo que digo a la imperturbable calma del navegante avezado? Así es. Para el hombre nuevo no existe el dolor, como tampoco la herida, ni en la muerte ni en la vida.”

A la vez esperanzadora y nihilista, “La Caja de Pandora” mezcla el humor negro y la negación. Los pacientes pasan sus días en este establecimiento excéntrico que los cuida lo suficientemente bien, pero no promete ningún progreso real en términos de su salud. Cada uno de los pacientes recibe un apodo cuando ingresa al sanatorio, por lo que Risuke rápidamente se convierte en “Alondra”. De manera reveladora, estos apodos acompañan a las personas en el día a día, los nombres originales sólo se recuerdan en el momento de la muerte.

Y a pesar de que hay muertes en el sanatorio, nadie reconoce la gravedad de su condición o la posibilidad de que puedan morir sin salir nunca más del hospital. El dolor físico y el sufrimiento están casi completamente ausentes, aunque Risuke da amplio desahogo a su angustia mental a través de sus cartas a un ex compañero de internación, al que ahora se le ha dado el alta y ha tenido que entrar en el caos invisible del mundo de posguerra.

“¡Larga vida a su alteza el emperador! Un grito como este, que hasta hace unos días habría sonado trasnochado, se ha transformado, hoy en día, en la máxima expresión del librepensamiento. ¿Por qué? Porque lo que hoy representa rebeldía y libertad no es lo mismo que hace diez años”, dice Risuke en un momento, dejando en claro la nueva postura de gran parte del Japón de posguerra, que añora y enaltece en la derrota la figura del emperador.

“La caja de Pandora” deja en evidencia que el sanatorio podría ser una especie de idilio en esa era de inestabilidad. Bien alimentados y cuidados, los pacientes están mucho mejor que muchos que quedaron a la deriva en las ciudades hambrientas; por otro lado, el mundo exterior rara vez afecta la atmósfera aislada del sanatorio. Los eventos cambian ligeramente cuando llega una nueva enfermera, Take, provocando diversas emociones entre los pacientes masculinos en la sala de Risuke.

Al entablar una amistad con la enfermera más joven, Mabo, Risuke se encuentra dividido entre dos mujeres muy diferentes.

El final de esta novela epistolar torna en drama de amor no correspondido, que no comentaremos con el fin de no arruinar la totalidad de la trama al lector. Sí es necesario agregar que, a pesar de la situación sombría y asfixiante del protagonista, “La caja de Pandora” termina con una luz de esperanza, que resulta chocante cuando se cae en la cuenta de que este ha sido un libro inspirado por la correspondencia entre dos suicidas, Osamu Dazai y su lector admirador.

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