Luciana Peker hace el amor

Por Leila Torres

Luciana Peker hace el amor

«¿El amor es o se hace?», de Luciana Peker, introduce la pregunta que surge cuando se deja de pensar al amor como una reacción puramente química y se analiza en relación al contexto, a la cultura, al crecimiento y al trabajo, para reflexionar sobre cómo el feminismo aborda el terreno del amor, una vez que se atraviesa el terreno de la deconstrucción.

Peker es periodista y escritora especializada en género. Publicó «Putita Golosa, por un feminismo del goce», «Sexteame, amor y sexo en la era de las mujeres deseantes»; «La Revolución de las hijas» (que fue traducido al francés). También escribió «La revolución de las mujeres no era sólo una píldora» y «Mujeres ferroviarias, experiencias de vida sobre rieles».

La periodista fue metiéndose de a poco en la pileta del amor. «‘Putita golosa’ tenía exploraciones sobre la sexualidad y la amorosidad. Se mostraba un cambio de posición de las mujeres al ser más deseantes y más diversas. En el amor, hubo un cambio de las reacciones machistas. La posesión, el control y la violencia son posiciones en donde hay un exceso absoluto. El ghosteo, que no lo hacen solo los varones, pero que tiene que ver con una posición masculina, es la forma de la ausencia», cuenta Peker.

Publicado por Academia Antártica, el ensayo explora distintas formas de reencontrarnos en el terreno amoroso una vez que se atravesó el terreno de la deconstrucción. ¿Qué sucede cuando los libretos, con sus mandatos y normativas amorosas, dejan de tener sentido? ¿Es necesario plantear nuevos? En «¿El amor es o se hace?», Peker expone cómo las lógicas sexoafectivas cambiaron rotundamente desde la proliferación de los debates feministas y sus conquistas sin dejar de lado que, aunque el amor «no es matemático», «se puede buscar una amorosidad más justa».

– Hay un juego de palabras en el título de si el amor es o se hace, al estilo de «¿Sos tonto o te hacés?».

– La pregunta número uno no es si el amor es algo que te pasa, como una reacción química o puramente química, no como algo que no tiene que ver con el contexto, con la cultura, con el momento histórico o si es algo que se hace en el sentido de la construcción cultural, del amor y si es algo también que crece y por lo tanto se trabaja, se negocia, se profundiza, etcétera. También creo que tiene como un doble juego el título. Puede ser sinónimo de «te hacés el distraído frente al amor». Muy especialmente los varones se hacen los distraídos.

– Mencionas que las concepciones en torno al amor van cambiando según la época. Pienso que cada una, carga al amor de exigencias distintas. ¿Cuáles pensás que son las exigencias ahora en torno al amor?

– Por un lado hay menos exigencias y sin embargo hay también menos compromiso que antes. Para las mujeres, estar casadas era la gran exigencia. Si no estaba con un hombre, no eras nadie. La mujer que no tenía un amor no merecía llamarse mujer. Pero el simulacro del amor que implicaba que estar casada era toda la identidad que necesitaba una. Ahora la exigencia sobre el amor es menor. No todo lo que haces es sobre el amor. Si bien siguen los mandatos, podes no estar casada. Creo que, en gran parte, las mujeres que no son amadas o que aparecen como esquivadas, o que nadie quiere casarse con ellas, sufren muchísimo genuinamente.

Los hombres tienen mucho menos peso económico. Hoy son muy pocos los varones que están solos al frente de la economía de todo el hogar, que no tienen acompañamiento de la esposa o de la madre de sus hijos en la crianza. Y, sin embargo, aunque tienen menos exigencias, parece que cualquier demanda de amor les resulta demasiado pesada.

– ¿Cómo las nuevas aplicaciones de citas cambiaron las dinámicas del encuentro amoroso? ¿Creés que es un terreno más fácil para practicar ghosting?

– Las aplicaciones de cita sí ayudaron y empujaron a que las personas sean más descartables, menos duraderas, a dar la sensación de que el vínculo con nosotros forma parte de un supermercado amoroso donde se puede elegir una persona como un producto, a que importe menos qué le pasa a la otra persona, a que haya menos responsabilidad efectiva, de eso no hay ninguna duda. Sería muy complicado pensar en una vida sin teléfonos, sin redes sociales, pensar que las relaciones pueden volver a un punto en el que no habría en aplicaciones de citas. Y también han tenido algunas cosas buenas como relacionarse con gente de otros países, de otros lugares, en lugares a donde vas, de otras clases sociales o de otros intereses. El efecto demoledor sobre la falta de empatía con los demás es claro y que entonces ha potenciado muchísimo el descarte de las personas, que se da también entre personas gays, lesbianas, etcétera, o en relaciones diversas y que también ha contaminado relaciones que se salían de la norma, en una deshumanización muy grande, pero que básicamente, ha potenciado el machismo.

– Planteas que existe una idea de merecimiento de la mujer cuando hay problemas de infidelidad o ghosting. ¿No termina siendo un relato que nos creamos para nosotras mismas cuando, quizás, los hombres no están pensando en si son merecedores de tal o cual amor?

– Hay una escena del libro, que me divierte mucho, en la que estaba con Ana Requena, que es una autora española que cito mucho y de la que soy amiga. Estamos viendo “La Isla de las Tentaciones”, que es un reality show donde ponen a las chicas en una casa y a los chicos en otra con la tentación de otras mujeres. Se veía en vivo cómo el que era su novio estaba con otra. Lo miro con mucho dolor por la pobrecita llorando porque ve al novio teniendo sexo con otra. Y hay otra chica que le dice: «No te merece». Esa frase despierta muchas cosas. También contradictorias. Por un lado es un pensamiento de consuelo clásicamente femenino. Me parece que son palabras que están bien. Es como decir mi sentido pésame cuando alguien se muere. Tal vez si lo pensamos no tiene sentido, pero en el momento la verdad es que creo que es un consuelo válido. Hay además una mirada racionalizada que se vuelve más incomprensiva.

Después, lo que me parece que hay, si es como decís vos, he visto a muchos sufrir por amor. Los que he visto después los he visto recuperarse fácilmente y en cambio creo que hay una desigualdad amorosa muy fuerte con las mujeres. Una mujer es mirada por si un varón te elige o no te elige, por si tenés pareja o no. Esta idea de la meritocracia, donde una mujer hace méritos, va a ser querida y, si no, no van a ser queridas. El amor es algo en donde las mujeres, si están solas, se sienten mal porque legítima y genuinamente quieren estar en pareja o compartir la vida o algunos aspectos de la vida con alguien, sino que además se sienten excluidas o despedidas de esa meritocracia del amor que finalmente sí es un gran reality show. Los varones pueden sufrir por amor y por lo tanto pueden no estar con quien quieren, pero no son expulsados como de la casa del Gran Hermano. Si las mujeres no están con alguien, sienten que están nominadas.

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